El republicano que llevamos dentro

Juan Pablo Zúñiga H. | Sección: Política, Sociedad

En los años ‘80, un grupo de música brasilero señalaba en una de sus canciones “que país é esse?”, o, ¿qué país es este? Miro nuestro Chile hoy y parece haber sufrido una suerte de metamorfosis forzada, transformándose en un conjunto de individuos viviendo en un territorio que antiguamente era ocupado por nuestra nación. Hoy miramos Chile y, por momentos, parece cualquier otra cosa. Miro a nuestro país y me pregunto ¿qué país es este?

El país parece estar en un estado de esquizofrenia seria y generalizada, debido a que la retroexcavadora no contemplaba solamente destruir el modelo, sino también aniquilar el alma nacional, acabando así toda posibilidad de convivencia. En una reciente columna, Axel Kaiser señalaba que “es la ingenuidad de creer en la posibilidad de dialogar y hacer concesiones con los socialistas, sin entender que es la esencia irracional del socialismo lo que da su fuerza y atractivo y que es esa misma esencia irracional lo que lo convierte en un movimiento con el poder de destruir todo a su paso”. Y así, el alma nacional ha ido siendo destruida.

Pese a ello, mantengo la esperanza de que en cada chileno aún existe un conjunto de tradiciones que, por más que sean segadas y ahogadas por la esterilidad de nuevas ideologías y nuevos esquemas valóricos, al igual que el desierto florido en el Norte Chico, en determinado momento, florecerán nuevamente. Me refiero a lo que denominábamos “la chilenidad”, lo que no es otra cosa que el sentir republicano en cada uno de nosotros. Simples hábitos como cantar nuestro himno la noche de año nuevo, el consenso respecto de la importancia de la integridad territorial del país, la capacidad de dejar de lado las diferencias ideológicas para tendernos la mano y ayudarnos frente a las catástrofes naturales y, por qué no decirlo, el orgullo de ser chilenos y de nuestra capacidad de sortear juntos las dificultades; la admiración por nuestra bandera y símbolos patrios, nuestro lenguaje y manera de expresarnos, el respeto a la autoridad y el respeto a Dios como una sola nación.

Hoy, todo eso suena tan lejano… Sin embargo, existen bastiones que se niegan -que nos negamos-, tozudamente, a entregar todo aquel potencial que, en la simplicidad de nuestra nación, hizo de Chile, grande. Ese sentir nacional no es una mera actitud propia de las fiestas patrias; es el alma nacional, fraguada a lo largo de siglos, comenzando por aquellos primeros patriotas que, ya en el siglo XVII no se consideraban españoles sino hijos de este suelo enclavado al fin del mundo, cercado entre el cordón montañoso más imponente de América, el océano más vasto de la tierra, el desierto más árido del mundo y el Polo sur. En el andar de nuestra historia, la república vino después y con ella fueron instalados en el inconsciente nacional todos los elementos del sentir republicano que llevamos dentro. Dicha alma nacional republicana, que fuera probada y templada a sangre y fuego en diversas guerras durante el siglo XIX, que ha soportado los embates ideológicos del siglo XX, ¿cómo no ha de ser capaz de soportar este nuevo desafío ideológico que amenaza socavar nuestra República hasta sus cimientos?

Es perfectamente capaz, pero ello requiere de un esfuerzo mucho mayor que los anteriores puesto que la convivencia y capacidad de unión que teníamos frente a la adversidad, aunque fuese transitoria, ha sido rota. Las izquierdas nacionales y mundiales, han instalado el concepto de que adherir a valores patrióticos es algo retrógrado y asociado directamente a la derecha, lo que para ellos es en sí mismo intrínsecamente perverso. Han conseguido montar en el sistema operativo de las nuevas generaciones un raciocinio de transitividad: si los valores patrióticos y el sentir republicano es propio de la derecha y, si ser de derecha es abominable, entonces dichos valores también lo son.

Con el advenimiento de internet, se hablaba del concepto de “aldea global”, en el sentido de la cercanía que ofrecía esta nueva conectividad. Para el establecimiento del tal llamado “globalismo”, es imperativa la eliminación del conjunto de elementos que determinan la identidad de una nación en particular, a la luz de lo cual adquiere total sentido el objetivo de la retroexcavadora: cavar, erosionar y demoler el alma republicana que nos caracteriza como nación, en definitiva, la chilenidad. Recordemos, no hay que confundir nacionalismo con patriotismo. Ser republicano hoy, más allá de ser la “marca” del Partido Republicano, significa identificarse, defender y promover los valores de la república, y, con ello, los valores de la República de Chile, nuestro hogar.