Cuando el terror toca la puerta

Juan Pablo Zúñiga H. | Sección: Política, Sociedad

La tiranía del discurso de izquierda avanza como una avalancha en América Latina. Cual lobo vestido de piel de oveja, su odio e intolerancia envenena e infecta la mente de los incautos y a su paso divide y destruye sociedades completas. El imperio del miedo y el terror que han impuesto en nuestro país avanza a paso firme.

Los medios informativos nos relatan todos los días la violencia y la delincuencia desatada en Chile. Una cosa es verlo en la prensa, otra es cuando toca a la puerta de casa. Hace dos semanas, un jueves por la noche, el terror llegó a un edificio residencial en la comuna de Providencia. Los residentes, en inmediata acción y con ayuda de Carabineros, pusieron fin al terror. De ahí vino la frustración. Frustración por saber que no se le puede tocar un pelo a un criminal, en defensa del hogar y la familia, so pena de recibir el castigo del escuadrón de defensa de los terroristas. Frustración al saber que hace 15 días el criminal había sido dejado en libertad. En la distorsión de la realidad de las izquierdas, al criminal no se le castiga, se le entiende; no se le priva de sus derechos ni su libertad, sino que se le exalta como víctima depositaria de toda bondad, dejando a la verdadera víctima como el vil enemigo.

La delincuencia, lamentablemente ha sido una tónica constante, en mayor o menor grado a depender del período histórico de nuestro país. Lo que es claro, y al mismo tiempo frustrante, es la impunidad en que opera el narcotráfico, el terrorismo franco y directo que funciona como brazo armado de la extrema izquierda para imponer a través del miedo su agenda, e inclusive el delincuente común, todos protegidos por la retórica de los DD.HH. Su origen pudo haber sido noble, no obstante, su presente es absolutamente aberrante, decadente e infame, todo producto de su manipulación unilateral para uso y goce de aquellos a quienes les sirve como respaldo legal para su victimismo. Las semanas y meses previos al plebiscito del 25 de octubre de 2020 fuimos miles los que advertíamos de los peligros que teníamos al frente. La sociedad decidió abrir las compuertas de un dique de odios acumulados que sería imparable. Y aquí estamos, con la marea de odiosidad de la izquierda envenado todo a su paso. Una sociedad en que se utiliza los DD.HH. para defender terroristas, llamándoles “presos políticos” o “luchadores sociales”, cuando estos mismos llegan a ocupar cargos públicos o, peor aún, son electos para redactar nuestra nueva Constitución, es un claro signo de decadencia. Como afirmara Tomás Mosciatti en su columna del 27/05/2021, “esta generación cambió (espero que el verbo no sea “arruinó”) el país para siempre”. Así como el fruto inmediato de la Revolución Francesa fue Napoleón, veremos qué surge de la nueva revolución chilena. 

La preocupación de antaño era la llamada “puerta giratoria” con su ir y venir de delincuentes. Con una justicia intoxicada de ideologías subversivas, decenas de organizaciones de DD.HH. nacionales e internacionales al control de la balanza de la justicia, otrora imparcial, sumado a la infiltración del narcotráfico, vemos que dicha puerta giratoria ya no existe, simplemente se abrió de par en par. Esté atento, usted no será la víctima, será el victimario. A propósito, ¿será que era a esta puerta franca a los terroristas (luchadores sociales y víctimas del sistema, según sus defensores) y no una avenida a lo que se refería el señor aquel hace 48 años atrás?