Prat: patriotismo, nacionalismo y educación cívica

Joaquín Muñoz L. | Sección: Educación, Historia, Política, Sociedad

Como es normal y debido, tenemos que honrar a nuestros ancestros.  En mayo, la oportunidad de hacerlo es conmemorar el Combate Naval de Iquique, cuyo gran héroe es el Capitán Arturo Prat Chacón.  Desgraciadamente, este ritual es cada vez más y más vacío, algo anquilosado.  Los menores de 40 años, en su mayoría, lo ven como algo pintoresco, y para qué hablar de los menores de 30, con suerte lo ven.  Todo este desastre se debe a una campaña ideológica que pretende destruir el concepto de nacionalidad para dar paso a una sociedad totalitaria, disfrazada de democrática.  Los acuerdos de “cogobierno” firmados con la ONU dan cuenta de ello.

Aunque un homenaje a Prat debería referirse casi exclusivamente a él y sus marinos, creo que es necesario explicar bien qué es qué y quién es quién en la vida nacional.  Son importantes las fechas, las ofrendas florales, los desfiles, los discursos, las alocuciones patrióticas, los niños vestidos de marinos, etc., pero eso no sirve de mucho si nuestra patria va directo por el despeñadero, si quienes rinden homenaje en público, en privado no creen en el heroísmo o dejan actuar a los vándalos. 

Por lo antes dicho, este artículo será un homenaje sui generis, cuyo fin no es homenajear, sino más bien enseñar a homenajear, aunque sea limitada y modestamente; educar en el patriotismo para que el sacrificio de Prat sea entendido, valorado e imitado si fuera necesario.

Tal vez el pueblo chileno sea patriota, así lo dicen las encuestas, también los estudios y muchas muestras de orgullo patrio, justificado varias veces, pero otras, no.  Sin embargo, lo normal es que el patriotismo “aparezca” en ciertas ocasiones, tales como en determinadas efemérides, en viajes al extranjero y, especialmente, ante conflictos con otros países.  No obstante, eso no significa nada, salvo alguna “poesía de antaño”.  Pudiera sonar demasiado fuerte decir “no significa nada”, pero hay motivos para decirlo, por ejemplo, la inmensa mayoría de los chilenos se opone a dar territorio a Bolivia e, incluso, iría a la guerra contra Bolivia por defender nuestra integridad territorial; por otra parte, vota por políticos que apoyan dar territorio.  Se podrá decir que estos políticos son minoría, pero no una minoría del 1%, sino una que bordea el 40%, y aumentando.  Una prueba irrefutable de que efectivamente el patriotismo significa bien poco, pues, sólo aparece en ciertas ocasiones, es bienvenido, pero insuficiente en demasía.  Lo descrito puede llevar a que ese territorio, ganado con la sangre de nuestros ancestros, se entregue por la vía pacífica sólo lavándole el cerebro a una masa informe que no entiende nada de política y patriotismo.  En todo caso, no es tan extraño porque se cree que el patriotismo es un sentimiento y, como tal, sin una lógica racional.

La patria es un bien cultural y, por ello, con una gran carga espiritual, un sentido trascendente de la vida y de la naturaleza del ser humano, por supuesto que tiene un componente material: el territorio.  Etimológicamente, patria significa la tierra del padre, lo que alude a las raíces de cada pueblo.  Con esto, empezamos a entrar en una teorización que todo buen ciudadano amante de su patria debería conocer y seguir.  Al tratarse de una herencia que se traspasa de generación en generación, debiendo cada generación enriquecerla, nos referimos a personas con ciertas características en común.  Aparece aquí el concepto de “nación-herencia”.

Entonces, ¿qué sería la nación?  Una definición de diccionario no dice mucho, es mejor una definición de un gran pensador del tema: Juan Vásquez de Mella, quien la definió como “un todo sucesivo”.  Gran definición para los momentos actuales que nuestro querido Chile está sufriendo.  

Si cada generación pensara en la siguiente generación, al momento de tomar decisiones que afectan su nación y, por ende, su patria, todo andaría muy bien, pero no es así lamentablemente.  Veamos lo que está sucediendo con el actual momento político nacional.  Lejos de ese todo sucesivo, los votantes chilenos en su mayoría, están actuando como un “todo simultáneo”, o sea, un cuerpo del aquí y ahora.  Inclusive contradiciéndose con el pasado reciente.  Eligieron como presidente a Sebastián Piñera para que se mantuviera la institucionalidad, pero no cumplieron con su palabra consigo mismos, siguiendo “ingenuamente” el juego de la nueva Constitución.  Se supone que los votantes chilenos son moderados, por lo tanto, rechazan la violencia y se sienten orgullosos de su tradición republicana, pero esto no se notó con el gran apoyo electoral al cambio de la actual Constitución.  Este proceso nació de la violencia subversiva y el chantaje a un gobierno legítimo, un proceso totalmente viciado, que ningún demócrata debería haber apoyado.

Estas actuaciones peculiares nacen de no saber ser patriota.  Como señalé anteriormente, si el patriotismo es sólo un sentimiento, no tendría lógica.  Alguien podría entregarles a los argentinos desde Puerto Montt al sur por patriotismo si cree que es lo mejor, pero estaría completamente equivocado.  Lo que sucede es que el patriotismo tiene un correlato, que es el nacionalismo.  La relación entre ambos es como un matrimonio: no basta el amor, sino hay una adecuada educación para el matrimonio y la voluntad de sacarlo adelante.

El nacionalismo es el cuerpo de ideas que se desprenden del patriotismo, o sea, el sentimiento traducido en una corriente de pensamiento.  Hay muchas formas de nacionalismo, pero, en lo medular, todas apuntan a lo mismo: ensalzar la nación y engrandecerla.  A esto se debe que los grupos nacionalistas den tanta importancia al conocimiento de su patria y nación, algo fundamental para amarlas y engrandecerlas.  Como la libertad es fundamental para el desarrollo, estos grupos la incluyen en su discurso, lo que muchas veces hace relacionar al nacionalismo con el liberalismo, pero es un error.  Sus orígenes son distintos.

Es importante mencionar la libertad porque el mayoritario apoyo recibido por la izquierda pone en jaque la libertad individual y nacional.  La primera, con las medidas de la deconstrucción neomarxista contra la autoridad paterna, familia, religión, libertad de expresión, libertad económica, distorsiones electorales, tradiciones, etc., y, la segunda, con los tratados que entregan soberanía a los organismos internacionales, el debilitamiento de las Fuerzas Armadas, la inmigración descontrolada, etc.  Muchos chilenos de buen corazón y, sin duda patriotas, votaron por los candidatos proagenda 2030, pero son contrarios a ésta, rechazan el globalismo.  Simplemente, no supieron ser patriotas, no pensaron que la nueva Constitución busca eso, inclusive sus promotores lo han dicho.  Tienen una gran confusión de conceptos.

Hay muchas formas de cumplir con la patria.  En el día a día, el patriotismo se vive siendo cada vez más íntegro, por ejemplo, pagando buenos sueldos, trabajando bien, estudiando, informándose, siendo buenos padres, etc.  Lo más útil es preocuparse de la cosa pública, sobre todo yendo a votar con los debidos conocimientos y reflexión, aquí un poco de nacionalismo no viene nada mal.  Como contraparte, haciendo todo lo opuesto, se le falla a la patria.

Toda esta digresión precede a las palabras de homenaje a nuestro glorioso capitán Arturo Prat, quien, como todos sabemos, dio su vida por Chile sin dudarlo.  Su heroísmo es tal que se le reconoce mundialmente como un ejemplo de lo que debe ser un marino.  Estamos todos invitados a ser como él.  ¿Hace falta una guerra?  No, absolutamente, no.  Solo es necesario educarnos en el patriotismo, saber ser patriotas, instruirnos cívicamente.

Para la instrucción cívica, un poco de teoría política es un gran aporte.  Nadie que sea patriota y entienda lo que es el patriotismo, puede apoyar la deconstrucción neomarxista en curso.  La naturaleza cultural y trascendente de la patria se contrapone con el materialismo de la deconstrucción izquierdista.  Nadie que valore la cultura y las tradiciones anda quemando iglesias y símbolos patrios.  Simplemente, los patriotas no pueden adherir a cualquier corriente de pensamiento.

El mejor homenaje a Prat y a todos los patriotas que nos han precedido es educarse en el patriotismo.  Solo así nuestros votantes decidirán bien, siendo fieles al legado que recibieron, serán personas íntegras y verdaderos ciudadanos, dejarán de ser esa masa informe que se está farreando un país que ha costado tanto construir.