Nuestra actual situación (III)

Alfonso Hidalgo | Sección: Política, Sociedad

La profunda crisis de nuestros sistemas democráticos (factores de influencia)

Resulta bastante claro, luego de todo lo dicho hasta aquí, que la creciente influencia de los medios de comunicación y de las instancias internacionales, han afectado de manera notable a nuestros sistemas democráticos. En realidad, la devastadora crisis que hoy los aqueja obedece a factores externos e internos íntimamente conectados, algunos de los cuales pasan a comentarse a continuación. Debe advertirse sin embargo –al menos es lo que percibimos–, que estos factores no están plenamente coordinados e incluso en parte pueden colisionar entre sí. 

1. Un primer aspecto ya mencionado, lo constituye la creciente “tutela” que están ejerciendo los organismos internacionales de derechos humanos sobre los ordenamientos jurídicos nacionales –afectando de este modo los resultados de la elección popular–, al punto que los Estados tienen cada vez menos libertad para regular sus asuntos internos de manera autónoma. Los derechos humanos han acabado influenciándolo todo –algunos hablan incluso de un constitucionalismo global–, siempre siguiendo la orientación dada desde el exterior, con lo cual los espacios de autonomía interna van haciéndose cada vez más reducidos.

Una de las principales herramientas para lograr esta creciente permeabilidad de los ordenamientos jurídicos nacionales, ha sido un agresivo e ideologizado activismo judicial. Así, en no pocos casos y violando las normas que regulan sus propias competencias, muchos juzgadores nacionales han hecho caso omiso de la legislación e incluso a la constitucionalidad vigente y aplicado en su lugar criterios internacionales –ya sea usándolos directamente o reinterpretando a su sombra las disposiciones internas–, excusándose en y arropándose con el prestigio de los “derechos humanos”. Ello, pues se considera que lo importante es proteger estos derechos –que pretenden abarcarlo todo, según se ha visto–, sin importar a cuáles disposiciones deba acudirse para conseguirlo, nacionales o internacionales. Por tanto, de poco sirve la legislación que puedan dictar las autoridades nacionales, incluso constitucional, pues todas pueden ser “saltadas” o “reinterpretadas” en nombre de estos derechos, con la consiguiente complicidad de los organismos internacionales y de los medios de comunicación.

En parte, ello ha sido posible gracias a la auténtica “toma” que se ha producido de los poderes judiciales en muchos de nuestros países, gracias a lo cual se ha seleccionado con criterios ideológicos a sus integrantes y se los ha formado en esta mentalidad progresista y abierta o incluso sumisa al Derecho internacional.

De esta manera, los derechos humanos de origen internacional han encontrado un modo perfecto para burlar los filtros establecidos por los ordenamientos nacionales, otorgando así un desmesurado poder a los jueces, quienes según se ha dicho, tienen para los defensores de este proceso la posibilidad de elegir con total libertad entre los estándares nacionales o internacionales al momento de resolver los conflictos que le hayan sido encomendados. Y nuevamente debe traerse a colación la actitud de total sumisión a las instancias foráneas que por regla general tienen los demás poderes del Estado.

Ahora bien, la gran pregunta que cabe plantear aquí, es si las autoridades de un Estado tienen el derecho para desprenderse de esa manera de la soberanía y de la autodeterminación de las cuales es titular la nación –puesto que ella es indelegable–, pues el proceso descrito hace que los países terminen convirtiéndose en auténticas marionetas de estos organismos internacionales.

2. Un segundo aspecto también ya mencionado, es la casi inexistencia de opciones realmente diferentes entre las cuales elegir, aunque se aparente lo contrario, según se verá en un momento. Todo lo cual se une al papel casi omnímodo de los medios de comunicación y de las redes sociales, que guiadas por un creciente sesgo ideológico, deciden qué información puede “ver” la ciudadanía y cuál no, sin importar si es verdadera o falsa. Y al mismo tiempo, mediante una descarada censura, se cierran las puertas a las opiniones o corrientes políticas “incorrectas”, con lo que se priva de reales alternativas de elección a sus ciudadanos, según se ha comentado.

Dicho de otra manera: la conjunción de los dos elementos mencionados (los derechos humanos de origen internacional y el papel de los medios de comunicación), han hecho que a la postre, la generalidad de la clase política que compite por el voto popular se haya ido plegando cada vez de manera más sumisa a sus designios. Eso explica que las diferencias entre unos y otros partidos sean más aparentes que reales, pues en caso de ser demasiado grandes, la postura políticamente incorrecta no tendría casi posibilidades de mostrarse a la opinión pública.

Por eso las actuales democracias son cada vez más aparentes, al haber sido sustituido el verdadero diálogo, que es la base y su razón de ser, por un auténtico monólogo impuesto e intolerante que pretende simular dicho diálogo, en nombre –por contradictorio que resulte– de los “derechos humanos”. De ahí también que pueda hablarse de una democracia “tutelada” o “protegida” por estos derechos. Sin embargo, mantener esta apariencia es fundamental para otorgar legitimidad a quienes se hacen con el poder, todo lo cual permite continuar con esta agenda global.

En las semanas que vienen, veremos otros cuatro factores que influyen en la profunda crisis de nuestros sistemas democráticos.