Las cuarentenas: ¿un acto tiránico?

Carlos Casanova | Sección: Política, Sociedad

La razonabilidad política y la sujeción del gobierno al Derecho tienen como presupuesto fundamental el respeto por la verdad como adecuación entre el intelecto y las cosas. Lo que es razonable y jurídico en una situación puede no serlo en otra. Por eso importa mucho determinar si resultan o no verdaderas las descripciones que se hacen de una situación. Y la verdad de las mismas no se mide por la “opinión del pueblo”, pues en ese caso tendría razón Goebbels: “una mentira repetida mil veces se transforma en verdad”. La “imagen” creada por los medios de comunicación social existentes hoy en día puede estar mucho más lejos de la verdad que la que creó Goebbels con la radio y el periódico. Ésta es una de las razones por las que no se puede juzgar a ningún reo conforme a los linchamientos mediáticos, y también por las que no se puede determinar la razonabilidad de las medidas políticas con base en la opinión pública, por masiva que ésta sea.

Una suspensión tan grave como la que estamos viendo del derecho a la libre circulación y de la libertad de comercio y de trabajo; una afectación tan intensa aun del derecho a la salud y a un salario digno; la destrucción de la subsidiaridad en que se basa nuestro régimen constitucional por medio de la ruina de una multitud de pequeñas y medianas empresas, se justificaría única y exclusivamente si nos encontráramos ante una situación verdaderamente extrema, en la que la seguridad pública se encontrara amenazada como nunca antes en la historia de Chile. En efecto, la actual suspensión de nuestras libertades no tiene precedentes. ¿Se da en realidad, una situación tan grave que justifique esas medidas? Con el conocimiento que tenemos hoy de la situación, se puede responder con toda seguridad que no justifica la actual restricción y que Chile debería poner coto a los funcionarios que han usurpado poderes que no les corresponden. Esta afirmación debería someterse no al linchamiento mediático y de redes sociales, sino a una investigación seria que acabara en el restablecimiento judicial (si hace falta) de la normalidad a Chile. ¿Es sostenible racionalmente este “estado de emergencia”?

El primer paso que hay que dar es el de poner en tela de juicio el procedimiento de diagnóstico por el que se determinan el número de infecciones, que es la supuesta base fáctica de las medidas extraordinarias. Es ya ampliamente conocido en el mundo científico que el PCR es inadecuado y que resulta en una gran proporción de falsos positivos. El tema, además, ha sido discutido en varios tribunales, que han determinado efectivamente que no es un procedimiento confiable. Así, por ejemplo, el Tribunal Administrativo de Viena y el Tribunal de Relación de Lisboa han declarado que el PCR no es un procedimiento confiable de diagnóstico del Sars-CoV-2. El tribunal portugués, acordado un habeas corpus a personas a las que querían confinar a una cuarentena. Los doctores Wodarg y Yeadon también han mostrado que esta prueba no es confiable, y es el primer argumento que han dado a la autoridad médica europea para que retire la autorización de emergencia de las vacunas que utilizan la técnica del ARN.

El segundo paso es mostrar que la otra base fáctica de las medidas de emergencia fue la estimación original del índice de mortalidad del virus, que se suponía que sería tan elevado como entre 2 y 3%, es decir, cerca de diez veces la influenza estacional. Pero ya esta impresión inicial ha sido desmentida por la experiencia de más de un año. En un documento oficial de la Organización Mundial de la Salud, el doctor John Ioannidis ha determinado que el índice medio es de 0,23%. Es decir, semejante al de la influenza.

El tercer paso que debemos dar es uno de los que ya ha dado Axel Káiser en su excelente artículo “El error de las cuarentenas”, publicado en El Mercurio el día 3 de abril de 2021, en la página B-7. Tenemos información fidedigna acerca del comportamiento de las curvas de infección y de mortalidad en lugares donde se ha establecido una cuarentena estricta y lugares en los que no se ha establecido cuarentena alguna, como Suecia. Y resulta que, como dice Káiser, “Suecia ‘emergió en 2020 con un aumento menor en su tasa de mortalidad general que la mayoría de los países europeos’”. Y Florida, que ha sido mucho más blanda en las medidas de salud pública que California, obtuvo mejores números que este segundo Estado.

Se dice que las cuarentenas se justifican para salvar la vida de los grupos de riesgo, pero resulta que el aislamiento de los ancianos en los ancianatos es lo que condujo a la mayoría de los contagios y muertes en esa parte de la población. Así lo determinó el Instituto Superior de Salud en Italia y en abril de 2020: 81% de los contagios ocurrieron en ancianatos (49%) o en casa (22%) o en los hospitales (10%), y sólo 3,7% en los lugares de trabajo y 0,9% en los templos. En los Estados Unidos ocurrió un fenómeno análogo, una gran cantidad de las muertes registradas hasta abril de 2020 se dieron en los ancianatos. Pero lo más extraño es que la proporción fue mucho más grande en 23 Estados que usan los falsos cuidados paliativos que difunde George Soros, uno de los cuales es el Estado de Nueva York. Por cierto que en este último Estado las cuarentenas fueron muy severas y, como se ve, no previnieron la muerte de los grupos vulnerables.

El cuarto paso es que las cuarentenas contribuyen a hacer más vulnerable a la población respecto del propio virus Sars-CoV-2. En efecto, se conoce que una de las principales causas que hace letal al virus es la falta de vitamina D. Pero esto nos permite comprender que las cuarentenas, sobre todo desde la primavera hasta el otoño, son una de las causas de la letalidad del virus. En efecto, un equipo de la Universidad de Oxford, Meriel Raymond, Gemma Ching-A-Sue y Oliver Van Heck, determinó en el año 2020 que los casos agudos de daño pulmonar se deben a la tormenta de citocinas que origina el Sars-CoV-2, que ese daño se puede evitar por medio de estabilizadores de los mastocitos (mast cells) y que la vitamina D es uno de los estabilizadores. Otro equipo determinó que hay experiencia de que la falta de vitamina D está relacionada con las enfermedades respiratorias agudas. Pues bien, las cuarentenas son responsables de la baja vitamina D de la población y, por tanto, en buena medida de la letalidad del virus, pues, como señala el segundo grupo de investigadores de Oxford, “recibimos la vitamina D predominantemente al sintetizar vitamina D3 en nuestra piel, con el uso de luz de radiación ultravioleta (UVB), y con pequeñas cantidades que se obtienen de los alimentos. En los países de grandes latitudes, la radiación UVB no es suficiente durante el invierno para sintetizar suficiente vitamina D, de modo que es más importante tomar vitamina D por vía oral”. El doctor Joseph Mercola ha probado que efectivamente la vitamina D reduce en gran medida el riesgo de una infección respiratoria aguda debida al virus Sars-CoV-2.

Ninguna razón de salud pública atinente al virus Sars-CoV-2, y haciendo abstracción de otras consideraciones, seriamente considerada, puede justificar las medidas extraordinarias tomadas por los funcionarios técnico-sanitarios que han cercenado las libertades fundamentales de los chilenos.

Pero aquí debemos insertar el quinto paso. Resulta que las cuarentenas están produciendo un desgaste peligroso del propio sistema de salud pública. Una multitud de pacientes no ha sido debidamente atendida por otras enfermedades o dolencias, a causa del pánico que se ha sembrado en torno al Sars-CoV-2 y a las medidas extraordinarias dictadas por los técnicos-sanitarios. El costo de estas medidas, para el propio sistema de salud pública es enorme, totalmente desproporcionado. Como lo ha dicho Axel Káiser, citando a Ari Joffe, experto en enfermedades infecciosas pediátricas de la Universidad de Alberta, Canadá: “Varios análisis de costo-beneficio de diferentes países han estimado constantemente que el costo en vidas de las cuarentenas es al menos de 5 a 10 veces mayor que el beneficio, y probablemente mucho más alto”.

El sexto paso es que las “medidas sanitarias” se han tomado con un claro sesgo ideológico. Se ha intentado suprimir el culto divino y se ha pisado el derecho a la libertad religiosa, que es la cúspide de los derechos. Esto es clarísimo en Chile. En marzo, el gobierno quiso dejar a la capital en fase 2, pero con prohibición de culto. Los obispos protestaron, y entonces el gobierno nos pasó a fase 1. Pero luego la Corte Suprema de Justicia dijo que no se podía discriminar contra el culto y que los fieles católicos tenían derecho a ir a Misa. El gobierno, en hipócrita desacato de esa orden estableció el aforo en 5 personas y determinó un procedimiento extremadamente engorroso, que además exige enviar una lista de los fieles al Ministerio del Interior. De esta manera o de manera parecida se ha privado a los fieles de la celebración pública de dos Pascuas y una Navidad. Los funcionarios anti-religiosos han cumplido el sueño de toda tiranía comunista, con la excusa sanitaria.

El séptimo paso lo dejaré para mi observación final.

A todas las consideraciones anteriores debo añadir un punto más. El virus Sars-CoV-2 puede ser bastante peligroso en algunos casos, cuando hay otras enfermedades subyacentes o cuando faltan los nutrientes adecuados. Pero, de ordinario, no debería serlo, ni siquiera en el segundo caso. Para que no lo sea, sería preciso que se diera a la población indicaciones adecuadas sobre cómo tratar la enfermedad en casa. El doctor Peter McCullogh ha testimoniado ante un Comité del Senado de Texas su profunda inquietud por el hecho de que se ha censurado sistemáticamente esta información. La censura ha llegado ahora a grados propios de una tiranía totalitaria, dirigida por lo que el doctor Joseph Mercola ha llamado “una pandilla de desquiciados lunáticos”: él mismo ha sido amenazado con ataques terroristas y cibernéticos, hasta el punto de que ha tenido que bajar de su página, por temor a las represalias, la información acerca del trabamiento del Covid-19. Un buen Ministerio de Salud debería trabajar en hacerla llegar a la población. Pero en Chile no lo ha hecho, e incluso ha actuado más bien de manera contraria, porque ha desaconsejado el uso de la hidroxicloroquina, que es uno de los tratamientos cuya eficacia ha sido probada. La desinformación ha sido muy grande y en ella ha jugado un papel no pequeño la OMS. En efecto, durante todo este desastre político-teológico-sanitario que vivimos desde el año 2020, la mortalidad atribuida al covid-19 ha tenido como principales causas los lineamientos errados de la OMS sobre el uso de ventiladores y sobre abstenerse de hacer las autopsias a los pacientes que morían en Italia, y a la censura implacable contra quienes intentan informar al público sobre cómo prevenir o curar el virus. Es importante que los chilenos conozcan que el ventilador es muchas veces contraproducente, y cuáles son las terapias tempranas adecuadas. De acuerdo con el protocolo del Grupo Médico EVMS, la profilaxis y el tratamiento temprano incluyen la ingestión de Vitaminas C y D3, Zinc y melatonina; y el tratamiento para pacientes con síntomas leves incluye todo lo anterior, más hidroxicloroquina o ivermectina o famotidina, más aspirina (opcional). Pero no diré las dosis, porque ésas debe darlas un médico.

Cuando Axel Káiser publicó su artículo, al poco tiempo le contestó Gonzalo Mena, el 5 de abril, con una Carta al Director. Me tomaré un pequeño espacio para responderle:

(1) Que Mena distorsiona el debate al intentar reducir la autoría de la Declaración usada supuestamente por Káiser al preparar su artículo a un Think Tank económico, el Institute for Economic Research,  y atribuir a este Think Tank un supuesto “negacionismo” en lo que se refiere al cambio climático, que no tiene nada que ver con el punto discutido. La verdad es que la Declaración no fue escrita por la institución a la que Mena quiere reducir su autoría. Bien claramente reconocen su autoría tres científicos (Martin Kulldorf, Sunetra Gupta y Jay Bhattacharya), aunque haya sido firmada por varios otros.

(2) Que Mena opone a la Great Barrington Declaration el John Snow Memorandum, que defiende las cuarentenas y también fue firmado por un grupo de académicos. Pero resulta que el John Snow Memorandum tiene defectos claros, que voy a identificar rápidamente: (a) no revela quiénes son los redactores, pues no se identifica sino a los signatarios; este memorándum, además, no siendo un artículo científico, fue publicado en The Lancet que, como se sabe, tiene conexiones con la Rockefeller Foundation y, por tanto, con la Industria Farmacéutica que tiene interés en forzar la población a vacunarse y en mantener las cuarentenas; (b) implícitamente el Memorandum utiliza como evidencia del aumento de casos de covid-19 una prueba, el PCR, que no es fiable, como ya señalamos; (c) afirma que “no hay evidencia” de que el haber padecido la enfermedad proporcione inmunidad duradera, y cita en su apoyo un artículo que poco tiene que ver con la afirmación. En cambio, el doctor Mike Yeadon sí que ha mostrado la única evidencia que se puede tener sobre la inmunidad a largo plazo: el Sars-CoV-2, que es el patógeno que causa la enfermedad covid-19, es 80% igual al Sars-1, y sabemos que la inmunidad frente al Sars-1 dura 17 años; por último, (d) descansa enteramente en la cuenta de muertes por covid-19 que había hecho hasta octubre la OMS, cuando sabemos que los muertos se han contado de manera errada, incluyendo a todos los que estaban infectados con Sars-CoV-2 al morir, según la prueba no confiable del PCR.

(3) Mena ignora otros datos duros que ha dado Káiser, como la comparación entre los estragos que la enfermedad hizo en Suecia, donde no hubo cuarentenas, y otros países de Europa; o en Florida, donde las cuarentenas fueron muy benignas, y California, donde fueron muy duras. De esta comparación resulta que las cuarentenas no ayudaron a disminuir las infecciones ni las muertes. En lugar de tomar en cuenta seriamente estos datos, cita en contra un “famoso estudio de Flaxman”, que no es sino la nota de pie de página número 6 del John Snow Memorandum.

(4) Mena sostiene que Káiser no propone ninguna medida concreta para proteger a los vulnerables, pero, de hecho, indirectamente sí que lo hace, porque la Great Barrington Declaration, siendo muy breve, da medidas bien específicas que se pueden tomar para proteger a los grupos vulnerables.

(5) Además, Káiser al menos tiene en cuenta que al tomar una decisión política no se puede entregar el timón de la república a un supuesto técnico especialista en prevenir la expansión de una epidemia, sino que hay que tener en cuenta otras dimensiones de la realidad. Mena pasa por alto este aspecto.

Ahora sí voy a dar el séptimo paso para establecer que no se justifican las cuarentenas: el costo político de estas medidas es altísimo y, pues no tienen base fáctica, constituyen una tiránica restricción de las libertades. Si los chilenos no reaccionamos contra esta tiranía sanitaria, simplemente la república morirá, si es que no está ya muerta. Lo que hemos visto es, en verdad, una enorme transferencia de riqueza, desde las empresas medianas y pequeñas hacia las grandes, desde empresas chilenas de producción y de servicios hacia empresas extranjeras informáticas, y desde Chile hacia China. ¿Será que no hay nadie a quien le duela Chile, que pueda comprender la situación y que pueda comenzar a poner los medios para liberar a su patria de esta tiranía sanitaria, claramente manejada por una organización de alcance global y conectada con la mayor y más sanguinaria tiranía totalitaria que jamás haya existido, la tiranía del Partido Comunista Chino?