La frase infinita

Sergio Urzúa | Sección: Educación, Sociedad

Los estudiantes sufren cuando se les pide escribir”. Hace rato se escucha la sentencia entre profesores universitarios en Chile. Recuerdo, por ejemplo, a un amigo docente que me mostró un ensayo que estaba corrigiendo. El tema era complejo y desde lejos daba la impresión de que el alumno se había esmerado, pues había escrito toda una plana. Sin embargo, su texto no tenía ni una sola coma, punto aparte o seguido. Era una infinita frase de ideas inconexas. “Es esto con lo que ahora me encuentro”, reflexionó el amigo, apenado.

Poner una idea en papel requiere esfuerzo. ¿La ortografía es el escollo? Lo era hace dos décadas. Hoy cualquier procesador de texto la corrige en un instante. ¿La gramática? En parte, pero la innovación aquí también es grande. Un buen software identifica errores y ofrece opciones. Así, la tecnología ha facilitado el acto de escribir entre los estudiantes. ¿Por qué la queja de los académicos?

La respuesta, creo, tiene algo que ver con la otra cara de la tecnología en este ámbito. La utilización de preguntas de elección múltiple, por ejemplo, ha sido vastamente extendida no solamente por su validez pedagógica, sino por la facilidad para corregirlas. Es más, con la expansión de las plataformas de educación online, no importa el número de alumnos, cualquier prueba en ese formato se corrige de forma instantánea. Por su parte, la evaluación de ensayos puede ser automatizada, pero el proceso es aún impreciso, por lo que no hay reemplazo a la lectura juiciosa del maestro. El problema es que toma tiempo.

Ahora bien, aun enfrentado a un ensayo, el joven puede explotar internet para evitar el difícil proceso de desarrollarlo. ¿Cómo? Un copy and paste y listo. De hecho, se estima que el plagio entre estudiantes aumentó un 30% en el mundo durante la pandemia. Déficit global de gratificación asociada a la construcción de un párrafo que nadie nunca había escrito. Pero, claro, eso no es todo. Como la producción de una idea propia usualmente obliga a examinar alternativas, su escasez hace más difícil discriminar mito de realidad, falso de cierto. Entonces, el “copia y pega” atrofia el músculo del sentido común.

Esto tiene un obvio costo individual, pero también uno colectivo. Permite la proliferación de ciudadanos sin pensamiento crítico. ¿Exageración? La facilidad con que avanzan ideas añejas y fracasadas en economía entre la juventud sugiere que esto no es un invento (las bondades de la fijación de precios, un ejemplo). ¿Sorpresa? Ninguna. Tome la métrica que quiera (Simce, PlSA, etc.), todas indican que, particularmente en lenguaje, la educación básica y media chilena lleva más de una década sin progreso.

Nunca le pregunté a mi amigo la nota que le asignó al alumno de la frase infinita. Recuerdo eso sí su comentario de que había presión para pasar a todas y todos. Ojalá le haya puesto el rojo que se merecía. De no ser así, la responsabilidad sería compartida y la falta de pensamiento crítico, doble.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio, el domingo 23 de mayo de 2021.