No hay amor más grande

Juan Pablo Zúñiga H. | Sección: Política, Religión

El domingo recién pasado el cristianismo celebraba la resurrección de Jesús. Dicho evento, que trae no solo esperanza, sino la certeza de la resurrección a todo aquél que cree en Cristo como el camino, la verdad y la vida, tuvo el evento predecesor del sacrificio sublime, la pasión de Nuestro Señor en la cruz. Pasión, del latín pati, es decir, sufrir, soportar, es un ejemplo no solo para cristianos, sino para el mundo entero. Es una exhortación a la entrega. Siguiendo el ejemplo, ¿estamos dispuestos a la entrega y al sacrificio?

Por estos días recordábamos a Jaime Guzmán y su legado, el cual nos marcará profundamente este año, que ha sido calificado como “año guzmaniano” en los círculos Republicanos. En una de sus tantas intervenciones nos dejó una reflexión que resuena profundamente en los días de hoy: “Después de Dios, nos debemos a Chile”. Para tanto, son necesarios el compromiso, la obediencia y la entrega, tres atributos fundamentales que le permitieron a Jaime dejar una huella indeleble en nuestro país. Dicha entrega, llena de coraje y de amor por la Patria, que en definitiva le costó la vida, sigue marcando nuevas generaciones de jóvenes y profesionales, muchos enrolados en diversos grupos de formación de Foro Republicano, sentando así las bases necesarias para los desafíos que tenemos al frente en tiempos de cambios.

Después de Dios, nos debemos a Chile. Por mandato divino, debemos amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, fuerzas y mente (Dt. 6:4-6, también conocido como “El Shema”), de manera que a Él pertenece la prioridad en nuestra vida. En Su hijo, nuestro Señor Jesús Cristo, encontramos no sólo amor fiel y durable (Tomás de Kempis, “La imitación de Cristo”), sino el precioso ejemplo de compromiso, entrega y obediencia que tuvo con Su misión salvífica y redentora de todos los hombres. Siendo seguidores de Cristo, debemos andar como Él anduvo (1 Jn. 2:6). Por ello, somos llamados a ser líderes en todos los ámbitos, ciertamente en el político, siendo en estos fieles imitadores de Cristo: frente a las injurias y violencia de nuestros adversarios, responder con sabiduría y mansedumbre; el sabio Rey Salomón nos recuerda que una respuesta amable calma la furia, mientras que una palabra hiriente aumenta la cólera (Pr. 15:1). Frente a la intolerancia, responder con compasión y frente al odio, responder con amor y con firmeza. Siendo así, especialmente en estos tiempos difíciles y decisivos para Chile, si somos llamados a servir en las más diversas esferas, desinteresadamente y movidos por amor al prójimo y a nuestra nación, sea promoviendo y defendiendo nuestros principios, entre ellos conservar la integridad de la República, sea escribiendo, sea persuadiendo a un conocido, a un familiar, sea formando nuevas generaciones o inclusive sirviendo en un cargo público, entonces debemos aceptar Su llamado y comprometernos con ello, porque Dios y la Patria así nos lo piden.

El amor sacrificial exige entrega. Cristo mismo nos señala que nadie tiene amor más grande que aquel que da la propia vida por sus amigos (Jn. 15:13). Siendo así, en el contexto de nuestro servicio a Chile cuando más nos necesita, la pregunta que nos cabe es hasta dónde somos capaces de entregarnos. Cada 9 y 10 de Julio es realizado solemnemente por nuestras Fuerzas Armadas el “Juramento a la Bandera”, reafirmando el compromiso de servir fielmente a la Patria “hasta rendir la vida si fuese necesario”. Referirse hoy a la entrega por la Patria, suena lejano, ajeno, inclusive anticuado, casi retrógrado para muchos. Pero en circunstancias extraordinarias como las que atravesamos, el patriotismo y la entrega por el bien mayor de la nación cobra un valor sin igual. La entrega tiene un costo que debe ser sopesado, comenzando por el tiempo y compromiso que debe ser invertido, gratuito la mayor parte de las veces. También trae consigo el costo de enfrentarse a agresiones, odio e injurias; la tolerancia a estas situaciones prueba al verdadero paciente. Sabemos que nuestro sector ha sido víctima constante del totalitarismo radical instalado en Chile. Hemos sido injuriados, sometidos a verdaderas “encerronas” en los medios de comunicación (cuando abren el espacio para la derecha republicana), escupidos, golpeados y, en el caso de Jaime Guzmán en su tiempo y cuánto patriota anónimo hoy, asesinados. Sin embargo, el traer a la memoria las graves situaciones de otros conciudadanos, nos permite fácilmente sufrir las aflicciones y seguir adelante con alegría.

En definitiva, obedecer al llamado de disponernos por Chile, su gente y su futuro requiere de amor sacrificial; Santo Tomás de Aquino nos recuerda que la obediencia es la mayor de las virtudes (Saint Thomas Aquinas, “On Law, Morality, and Politics”). Al tener nuestros ojos fijos en Aquél que mostrara todas las divinas virtudes entregándose por completo en obediencia al Padre, pongamos todo empeño en servir con nuestros dones y con nuestro tiempo a aquello que somos llamados hoy: a recuperar Chile.