La antigua derecha

Alfredo Schmidt V. | Sección: Historia, Política

La antigua derecha política, social, republicana, podría haber tenido muchos defectos, pero honraba su conciencia, su palabra, la lealtad como un bien inclaudicable y el amor a su patria; creía tener un sentido de pertenencia y responsabilidad ante el Estado y de la cosa pública. Miraba a la política como un deber republicano,  aristocratizante en el sentido etimológico (aristos, los mejores).  No ajenas les eran las Fuerzas Armadas; orgullosa de ellas, no las traicionaba, las consideraban como las creadoras de la nación, el soldado a quien recurrir cuando la patria está en peligro. Esa derecha sentía el patriotismo, que es una forma de humanismo, de amar a la patria y hacerla justa.

En el quiebre político-institucional dramático de la revolución de 1891, en esa guerra fratricida, se involucró y arrastró involuntariamente a la Armada y al Ejército. La civilidad y los políticos fueron los  causantes. Pero, terminada la tragedia, rápidamente por un bien superior de la nación, la paz social y justicia a los soldados, vino la gran reconciliación nacional y se reconoció a las Fuerzas Armadas como instituciones a las que se debía respeto y reconocimiento, restituyéndoles todos sus derechos.

Esa antigua derecha está en estado residual. Olvida su pretérito en un deshilachamiento histórico. Es reemplazada por una derecha oportunista, del dinero fácil y rápido, madre de la especulación, del culto a lo políticamente correcto, sin honor, sin lealtad, sumida en la frivolidad del peso de los pesos. Cambiando el peso del intelecto, la sabiduría y la moral, por el ancho de la billetera, ha trasnmutado en lo pintoresco. Muestra rusticidad intelectual de asentamientos menesterosos de arrabales. El Estado como botín de guerra y la sana cosa pública han quedado en los féretros de las reminiscencias. Las Fuerzas Armadas a las que se recurrió y “exigió salvar a la patria” cuando estuvo en peligro, ahora son objeto de la negación, la traición y la cárcel.

Esta nueva centro-derecha dicta cátedra de democracia. Sin dignidad, recurre a presiones morales impropias y argumentos demagógicos para conseguir autoridades de la especulación populista que les salve “sus bienes y sus privilegios”, esos bienes que no ha sabido defender con el arma de la moral, la sabiduría y la valentía. Por ellos se ha vendido al mejor postor sin escrúpulos, cual meretriz.

Así todo, queda una derecha consecuente de sus deberes, con políticos dispuestos a asumir su responsabilidad con principios y valores que no están para la venta en mercados de barriadas. Una derecha que considera la política como un bien superior tan importante como el derecho natural,  que la demagogia vende pero no vale, que la sana política es la que da estabilidad a los pueblos, que debe ser ejercida por políticos sanos sin pasado y que no hablen tanto de gestión… En fin, que entiende que los países no se administran, sino que se gobiernan y que el político es “el hombre” con un “alma nacional”.

Los grandes proyectos políticos trascendentes en la historia de Chile y la humanidad no han nacido de la masa, de la angustia política, del sobresalto, del pánico del momento, sino que han sido propuestos y liderados por una élite culta, ilustrada, cultivada, sabia… No se puede vivir en la duda política ni en el ejercicio de ella; esa es la forma en que ha hecho política la derecha, sin sensibilidad, sin ideas propias, sin proyectos de futuro, sin reconocer ni conocer sus errores. La traición campea por los horizontes de la patria, acurrucada en los pechos de la izquierda con leche de mitos fundacionales de cambios sociales fracasados de ungüentos setenteros.

“No todo está perdido/no todo se derrumba/aún quedan luciérnagas que nos iluminan/mientras sigan existiendo luciérnagas/que nos iluminen en la oscuridad/tendremos sueños por cumplir”.