Una para los vivos, dos…

Joaquín Muñoz L. | Sección: Política

Esta semana, muchos nos hemos quedado como nuestro simpático y querido Condorito: exigiendo una explicación.  Dos servidores del piñerismo, esta tendencia tan dañina para nuestra patria, han mostrado a carta cabal qué entienden por Estado de derecho y cuán indolentes son con el sufrimiento del ciudadano de a pie.  Ambos piñeristas son de “rango ministerial”, uno fue ministro y el otro lo es, Gonzalo Blumel y Felipe Ward, respectivamente.

El caso Blumel

El ex ministro Blumel lamentó que se sacara el monumento al General Baquedano, porque era una claudicación del Estado de derecho frente a la violencia.  Bien extraña la forma de entender cómo debe funcionar un Estado de derecho: dependiendo de quien sea el Ministro del Interior.  Ahora la violencia ganó el gallito, y él condena este hecho, lo que está bien, pero también es una muestra de oportunismo, ya que la ciudadanía está harta del desorden.  Hubiese sido poco rentable para un candidato a constituyente apoyar el triunfo de la violencia.  Hasta aquí no parece haber nada extraño, pero lo hay: preguntémonos quién era el Ministro del Interior cuando se firmó el “Acuerdo Por la Paz y la Nueva Constitución”, un acuerdo tan fuera de las normas que ni siquiera su nombre tiene bien puestas las mayúsculas y minúsculas.  Era Gonzalo Blumel, a quien le faltaron palabras para alabar un acuerdo espurio desde su génesis.  Este acuerdo fue un triunfo de la violencia y del chantaje político a un Gobierno elegido, que se había comprometido a no iniciar un proceso constituyente.  Sería bueno que este nuevo “paladín del Estado de derecho” explicara por qué sacar una estatua es una rendición mayor que entregar la institucionalidad del Estado en pleno, aun cuando hubiese un compromiso de no hacerlo.

El Gobierno, con un papel protagónico del ministro Blumel, debió rechazar cualquier acuerdo que implicara cambiar su programa y adoptar el de sus desleales opositores.  La ciudadanía debe entender que si vota por un proyecto, debe acatarlo, no hay otra opción.  Después, Blumel estuvo por el apruebo, o sea, premió a los violentistas con su voto.  Cualquiera que auténticamente rechace la violencia, habría entendido que no cabía votar apruebo porque se le estaba premiando.  Sin embargo, también se puede dar en estos casos que la falta de inteligencia, la cobardía o una mezcla de ambas terminen imponiéndose.  No obstante, existe otra posibilidad: que Gonzalo Blumel en el fondo de su corazoncito sea zurdo.  A decir verdad, su actuar político se debe a una mezcla de todo lo mencionado.

Una última reflexión sobre este acuerdo.  Cuando dos actores se sientan a negociar, ambos ceden algo.  En este caso, el Gobierno cedió la Constitución y sus interlocutores ¿qué cedieron?  Simplemente nada.  Ellos se sentaron a negociar, ofreciendo la paz porque estaban detrás de los violentistas o porque esperaban golpear al Gobierno, una gran muestra de patriotismo en momentos que el caos dejaba sin sustento a muchos chilenos y a otros les afectaba su diario vivir.  ¿Qué hizo Blumel?  Ceder, y así salvar su pellejo y no el Estado de derecho.

El caso Ward

El ministro de Vivienda y Urbanismo Felipe Ward, se mandó una frase para el bronce al sostener que, refiriéndose al supuesto “estallido social”, “… se levantaron legítimas demandas sociales en forma pacífica, y eso modificó para bien la agenda” (Fuente: El Mercurio de Antofagasta).  Dicho de otro modo, el ministro Ward vive en un mundo paralelo, no tiene la más mínima inteligencia emocional -igual que su jefe-, es un indolente frente al sufrimiento de sus compatriotas, es un oportunista o es un zurdo en gestación -y puede que no se dé cuenta y que haya muchos más en los partidos de su sector-.  Él milita en un partido, la UDI, por lo que es lógico que su pensamiento sea el de muchos.  Debería percibir que los cambios positivos de este proceso, si es que los hubo, no necesitaban de la violencia para que se realizaran.  Parece inverosímil pensar que el ministro Ward crea que no son actos de violencia quemar el metro, saquear comercios o atacar a la fuerza pública.

Los temores injustificados de la izquierda

Lo importante de las declaraciones de Blumel y Ward es que podemos ir viendo qué pasa en el oficialismo.  Lo primero es su contradicción frente a la violencia: por un lado, la condenan, lo que no sirve de nada, y, por otro, la defienden, apoyando los cambios que ésta origina, es decir, ¿de qué se espantan cuando la zurdería la apoya directa o indirectamente?  Lo peor es que esta postura “amarilla” se verá en la Asamblea Constituyente.

Son muchos los que no quieren una nueva Constitución, pero están dispuestos a votar por candidatos de los partidos de Blumel y Ward, los partidos de Chile Vamos, los que entregaron la actual Constitución.  ¿Qué aporte podría ser el ahora candidato a constituyente Blumel?  ¿Por qué confiar en políticos que han cedido habitualmente?  Dentro de la izquierda, hay quienes ven con preocupación un eventual buen resultado de Vamos por Chile (la suma de Chile Vamos y el Partido Republicano), pero es una preocupación injustificada.  Según Pepe Auth, este conglomerado obtendría cerca de un 43 %, sólo 10 puntos sobre el tercio necesario para contrapesar a la izquierda, o sea, podemos estar seguros de que, con políticos como Blumel y otros, ese tercio no está garantizado.

La única forma de asegurar que se mantenga la actual Constitución es que la gente del rechazo y los arrepentidos del apruebo voten por quienes realmente la defenderán, o sea, los candidatos del Partido Republicano, varios candidatos de Chile Vamos que han sido consecuentes y los independientes de esta misma línea.

La pléyade de políticos que se rinden frente a la izquierda es gigantesca, lo han hecho tantas veces que el ciudadano que no quiere una Constitución castro-chavista, no tiene cómo equivocarse al momento de votar, pues ya los conoce, pero se equivoca.  Debe pensar detenidamente, no mucho, no es necesario, sólo un poco.  En esta instancia tan importante, tiene nuevamente la oportunidad de corregir sus votos equivocados, ya se ha equivocado demasiadas veces.  Una vez me explicaron algo, y no lo entendí, al pedir que me lo explicaran de nuevo, recibí como respuesta: “una para los vivos, dos…”.