Humanizar el futuro

Álvaro Góngora | Sección: Educación, Sociedad

La prensa comentó la disminución de los puntajes de corte de las carreras humanísticas, a propósito de los resultados de las postulaciones a las universidades en el último proceso de admisión. En otras palabras, los alumnos interesados en carreras del área tuvieron un menor rendimiento y hubo menos interesados en postular a ellas. Hecho registrado en el sistema en su conjunto.

No debería sorprender tanto, era previsible. La pandemia puede explicar algo, pero también los cambios ideados por el Mineduc, aprobados por el Consejo Nacional de Educación e introducidos en los planes de estudio obligatorio de la enseñanza media, en desmedro de asignaturas humanísticas. Estas han ido perdiendo relevancia en el currículo formativo y, a lo más, son contenidos tratados superficialmente en forma extremadamente comprimida. También, cada vez más los padres “aconsejan” a sus hijos estudiar profesiones “útiles” y ni las humanidades ni las artes caben en esa categoría de útil.

Pero la cuestión tiene un alcance mayor. En varias universidades prima la mentalidad utilitarista y tiende a considerarse la educación como un proceso de profesionalización, restando importancia a la formación esencial de la persona del estudiante. A lo más figuran, por ahí y por acá, una que otra relacionadas con las humanidades y las artes, solo como asignaturas optativas, sin ningún impacto formativo de significación; son decorativas, ignorando que tienen un valor complementario de las disciplinas científicas y tecnológicas. Recuerdo la época notable —ya extinguida, tanto por sus objetivos educativos cuanto por la ausencia de sus grandes profesores— del Instituto de Humanidades de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Chile.

Sin duda se comete un error y sorprende que no se dimensionen las consecuencias de su precarización en los planes de enseñanza media y profesional, siendo de vital importancia para cualquier persona, máxime para adolescentes y jóvenes en la sociedad que vivimos. Porque aportan perspectiva para entender su complejidad, para reflexionar sobre el sentido de la existencia humana; aportan un horizonte más amplio de las cuestiones esenciales que afectan al ser humano, trascendiendo el confín del propio yo y el contexto histórico que habitamos. Y, de paso, se aprenden los valores culturales heredados del pasado.

Las humanidades desarrollan el uso de la razón, la facultad de observar, abstraer, deducir y saber concluir. Contribuyen a ordenar el pensamiento en forma lógica y también divergente. De modo que, gracias a ese bagaje, nuestras argumentaciones siempre resultarán más consistentes y probablemente más convincentes. ¿No resulta del todo razonable pensar que las humanidades son necesarias para formar a nuestros estudiantes, a profesionales, diputados, por ejemplo; a todos, en realidad? Seríamos mejores personas y ciudadanos más comprensivos y respetuosos. ¿Se entiende que “la democracia necesita de las humanidades”? (Martha Nussbaum). ¡Humanicemos el futuro del país!

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio, el lunes 22 de marzo del 2021.