El mundo al revés

Juan Pablo Zúñiga H. | Sección: Política

No cabe duda de que estos son tiempos convulsionados en todos los ámbitos. Atrás quedaron aquellas épocas en que todo parecía, al menos me parecía, que transcurría mucho más lento. Los flujos de información eran más lentos. Hoy, bajo el imperio de las redes y una infinidad de cambios de comportamientos y valores de las nuevas generaciones, por momentos parece que estamos viviendo en el mundo al revés. 

Desde el extranjero nos llegaban noticias que elevaban a la presidente del colegio médico de Chile a la categoría de mesías. Sí, la misma que se refirió en insolentes términos al respecto de las autoridades de gobierno (al menos ofreció disculpas), la misma que decía que faltarían bolsas para tanto cadáver y que el sistema de salud colapsaría, que poco y nada ha hecho en el sentido práctico, ni menos contribuyó un ápice en el exitoso proceso de vacunación, ahí está, ensalzada como la salvadora de la Patria en el marco de la pandemia. ¿Coincidencia? No, simplemente un truco comunicacional: de momento que una noticia llega del extranjero, por inverosímil que sea, por el hecho de venir de afuera, adquiere credibilidad en la esfera pública, al menos en aquellos que son presas fáciles del engaño.

Hablando del extranjero, durante la jornada en que se aprobó la ley de eutanasia en España, manifestantes a favor celebraban con diversas pancartas y, globos con ¡formato de corazón! Es decir, ¿la legalización de la muerte, como un acto de amor? Bueno, si consideramos que un grupo de manifestantes pro-aborto en Chile hace algunos meses montaron una performance simulando un aborto en plena vía pública de nuestra capital, con “sangre” y todo, y en Argentina cantaban “arroz con leche yo quiero abortar”, me pregunto, ¿qué desquiciamiento se está apoderando de las mentes?

De vuelta en Chile, el ministro Ward señalaba hace algunos días el efecto positivo que ha tenido para Chile la insurrección de octubre y las demandas sociales, hechas de forma pacífica. ¿Qué bien le ha hecho al país el golpe de estado de la extrema izquierda? ¿Será que el ministro tiene residencia en Chile? ¿O será que vive en otra dimensión? No, vive en Chile, sabe todo lo que ha sucedido por obra y gracia de la revolución. Lo que sucede es que el ministro asume que por hablar positivamente de la insurrección podrá tener buenas migas con el progresismo, recibir la venia de los más radicales y, en último término, evitar que vengan a pedir su cabeza. Para qué hablar de la nueva presidente del Senado: si en nuestro país es posible llegar a tan alta investidura contando con una destitución y “desaparición” de US$600M en el currículum, definitivamente estamos entonces en el mundo al revés.

Y la guinda de la torta: el asesino de Jaime Guzmán, Senador de la República, quien fuera entrevistado como gran celebridad y enaltecido a la categoría de héroe bajo el título de “prisionero político” o “luchador popular”, otro de los trucos lingüísticos de las izquierdas para limpiar la imagen de un vil terrorista. Son inaceptables las declaraciones que señalaron que el asesinato de Jaime Guzmán fue un proceso de ajusticiamiento con motivación política; no solo es una vergüenza la conducta irresponsable de darle audiencia a un sujeto de esta calaña, sino que deja en absoluta evidencia lo que tantos chilenos tozudamente se niegan a ver: que la extrema izquierda nacional cuenta con la violencia, el asesinato inclusive, como una herramienta válida. Peor aún, ¡llamó al asesinato de Guzmán de acto ético! Transformar el asesinato en una acción loable, políticamente justa y ética, en democracia, es simplemente repugnante. Por lo tanto, y de acuerdo con la lógica de la extrema izquierda, con las palabras del asesino de Jaime Guzmán, apoyado por la prensa y otros personajes incluidos en la misma entrevista, se le ha dado luz verde de manera oficial a los terroristas desaforados que han destruido el país, para que puedan salir, usando su terminología, a “ajusticiar” a diestra y siniestra y de paso asesinar a los “fachos pobres”, como le llaman a todo chileno que se esfuerza por trabajar y salir adelante sin caer en los engaños de las izquierdas. Y para rematar la historia, el asesino de Guzmán fue premiado con el relajo de su condena, pasando de la unidad de máxima seguridad, a la de alta seguridad. No se extrañe que, en el peor de los escenarios, salga libre en algún momento y hasta asuma un alto cargo.

Desde los tiempos bíblicos que existen grandes advertencias sobre el peligro de la idolatría. El asesino de Guzmán, cuyo nombre me niego a proferir, ha sido ensalzado a la categoría de ídolo de la extrema izquierda. Cuando ello ocurre, el idólatra, cegado por el credo encarnado en su ídolo, no ve objetivamente la realidad, sino que lo hace bajo la óptica de su “becerro de oro”, al punto de validar y defender acciones deleznables, como lo es el odio del adversario político, la destrucción, corrupción y ciertamente el asesinato. La idolatría es en sí misma destructiva: no solo corrompe las acciones del idólatra, sino que lo ciega y le pudre su alma. No permita que ese patrón de conducta sea plasmado en el espíritu de la eventual nueva constitución. En una sociedad libre como la nuestra, y para que siga siéndolo, el poder de decisión está en sus manos, en la punta de un lápiz. No lo desperdicie.