Derrota y decadencia

Gonzalo Cordero | Sección: Política, Sociedad

Patrañas, explicaciones pueriles que agreden la inteligencia de quienes las recibimos y degradan a quienes las intentan, en un esfuerzo por darle un sentido casi administrativo a la mayor derrota cultural y civilizatoria que ha experimentado la sociedad chilena en décadas. La estatua del general Baquedano va a ser reparada y volverá a su lugar, nos aseguran, como si su andamiaje hubiera sido presa del desgaste natural de los elementos, como si la humedad hubiera hecho mella y fuera indispensable darle una “manito de gato”.

Semana tras semana, con la persistencia del resentimiento, la violencia que emana del odio y la impunidad que provee una sociedad que ha deslegitimado el imperio de la ley, la estatua ha sido destruida como un símbolo del tipo de sociedad que está en disputa.

La pregunta obvia es, ¿evitamos la derrota retirando el símbolo de manera furtiva, en las sombras de la noche? Por supuesto que no, solo logramos que se vistiera con el humillante ropaje de la rendición, proclamando la impotencia. Tal vez lo que resulte más simbólico es la forma en que la autoridad responsable del imperio de la ley ha intentado convertir esto en una cuestión administrativa, en un problema del Consejo de Monumentos Nacionales, como si se pudiera tapar el sol con un dedo, como si pudiera ignorarse que lo desafiado es una escala de valores, es la legitimidad de la centroderecha para gobernar, es la igualdad de los ciudadanos en el espacio común.

Junto con la división que crecientemente hace que nuestra sociedad se disgregue en verdaderas tribus, la pérdida progresiva de un espíritu común, que es indispensable para sostener cualquier comunidad organizada, se empiezan a erigir ghettos, pero no me refiero a reductos socioeconómicos, sino a espacios en que se disputa la soberanía, en que la anomia se levanta como ideal y como antesala de la violencia contra las personas.

Habría que ser ingenuo al límite de la frivolidad para no percatarse que a la violencia contra los símbolos sigue la que se dirige contra los dirigentes y la gente común, que la caída de Baquedano es la caída de la seguridad jurídica, es el aniquilamiento del principio que las diferencias se resuelven mediante esa forma de arbitraje civilizado que llamamos política. Cuántas veces en la historia hemos escuchado el llamado a que tiemblen los “poderosos” y cuántas hemos visto que ese camino ha pavimentado el horror y el retraso por décadas.

No se puede gobernar esperando la encuesta del lunes para ver si se mantiene el equilibrio precario, que las cifras de inversión sostengan a un homo economicus que perdió el sentido de la organización social; porque gobernar es mantener un equilibrio de poder a través de símbolos de legitimidad. La derrota que prefigura la decadencia es sencillamente brutal.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera, el sábado 13 de marzo del 2021.