Y el agua, ¿cuándo?

Juan Pablo Zúñiga H. | Sección: Política

Ciertamente estamos viviendo tiempos tumultuosos. Entre tanto desequilibrio mental en la clase política en ejercicio y una sobredosis de politiquería y populismo desde el fatídico 18-O/2019, nos hemos focalizado como país a resolver este verdadero zapato chino en que nos metieron ya sabemos quiénes, perdiendo de vista lo más importante: nuestro horizonte, hacia dónde íbamos como país. Enfatizo “íbamos” pues ya hay indicadores que señalan la pérdida de rumbo que todos intuíamos. Por dar un ejemplo, en solo un año, Chile retrocedió 20 lugares en el Ranking Marca País, producto de la inestabilidad política y deterioro económico, otrora fuente de orgullo nacional en la región.

Ciertamente el futuro no se ve claro. No solamente se ve oscuro, sino que se ve seco. Cuando Chile comenzaba a levantar vuelo después del descalabro generado por el gobierno de la expresidenta Bachellet, el problema de la sequía estaba en discusión en la esfera pública. Sin embargo, la amnesia colectiva, tal vez fruto del estrés en que Chile se encuentra, ha hecho con que olvidemos el asunto que debe ser declarado prioridad nacional. Lamentablemente, en momentos en que nuestro país se encuentra preso de una intoxicación severa del opio constitucionalista, difícilmente se puede pedir que un tema como el agua, cuya solución es de naturaleza técnica que requiere inversión y muchos cerebros, sea discutido por individuos que hoy buscan saciar su sed poder y que, siendo francos, carecen del empuje mental mínimo requerido para discutir el plan de acción para la crisis hídrica.

Para ello, sin ser un experto en el tema, no es necesario re-inventar la rueda, sino que utilizar modelos existentes e implementarlos en nuestro país. En ese sentido, con una geografía equivalente a lo que podemos denominar como la macro-zona de Illapel-San Fernando, el Estado de Israel, junto con otras naciones como Dinamarca, ha sido pionero a nivel mundial en el desarrollo de tecnologías de manejo, distribución y reaprovechamiento del agua. Desde hace más de una década que Chile ha implementado tecnologías de tratamiento de agua, uso eficiente, plantas de osmosis reversa, así como planeamiento y ejecución de grandes obras hidráulicas, todas medidas muy por encima de las que se utilizan en el resto de América Latina. Sin embargo, al tiempo que somos líderes regionales en manejo del agua y energías renovables, también somos el país que enfrenta el escenario menos favorable para las próximas décadas de acuerdo a los informes de cambio climático, de manera que la tarea es urgente.

Habiendo conocido la realidad en otros países, me atrevo a señalar que existe un cierto nivel de conciencia colectiva de los chilenos en cuanto al cuidado del uso del agua, sin embargo, es necesario un proceso de re-educación sobre el uso responsable no solo al nivel de la ciudadanía, sino también de su uso agrícola e industrial. Para tanto, la modernización del Código de Aguas vigente es imprescindible. Así mismo, en lo que respecta al uso del agua en centros urbanos, es necesario el impulso y expansión de la instalación y puesta en marcha de nuevas plantas de osmosis reversa y de tratamiento bioquímico, que permitan la utilización de agua del mar y reaprovechamiento de aguas servidas, respectivamente, así como grandes obras de ingeniería que permitan la conducción de agua desalinizada desde el litoral hacia interior. Si a esto se le suma sistemas de coordinación regional y central, de acuerdo con la dinámica de redes, haciendo uso de big data e inteligencia artificial, será posible coordinar la desalinización del agua, su conducción desde el litoral a comunidades hacia el interior, velocidad de tratamiento después de su uso e inclusive, costo diferenciado de acuerdo a horarios uso y época del año, podemos optimizar el uso del agua. La misma dinámica de redes, junto con grandes obras que incluyan nuevos embalses, optimización del uso de acuíferos, redes de distribución local del agua a través de posos con uso monitoreado, impermeabilización de canales, sistemas de irrigación eficiente e incluso mecanismos de incentivo por metas de reducción del consumo de agua, al nivel agrícola e industrial, son todas estrategias que han dado resultados en otros países y que ciertamente contribuirán positivamente a la crisis hídrica nacional.

Chile se encuentra en una crisis hídrica sin precedentes que debe ser considerada como materia de prioridad nacional. Para su solución no basta sentarse a esperar la lluvia, ni menos a escuchar discursos populistas que culpan a otros por el uso y manejo del agua. En tiempos de crisis es a través de medidas inteligentes y pragmáticas que se resuelven los problemas. Lamentablemente, la clase política en ejercicio, en su “gran sabiduría” nos colocó un proceso constituyente cuyo costo, junto con la sangría fiscal que significa el inmenso aparato público y gasto parlamentario, podría perfectamente cubrir las grandes obras hidráulicas e implementación de sistemas inteligentes necesarios que no pueden esperar. No perdamos el horizonte, pensemos en el futuro, que, en materias hídricas, para Chile ya es presente.