Los militares y la revolución

Carlos A. Casanova | Sección: Política

Hace unas semanas me preguntaba si Chile tenía la obligación de suicidarse, y respondía que no. Sin embargo, los acontecimientos acaecidos desde el 18 de octubre de 2019 nos sugieren que Chile efectivamente se está suicidando. Aparte de la fuerte propaganda revolucionaria y la profunda distorsión historiográfica que puede explicar parcialmente estos acontecimientos (sobre todo por la campaña anti-militar y pro-allendista desplegada con tanto ahínco), me parece que hay otro factor del que podríamos decir que es, como dicen en inglés, “el elefante dentro de la sala”: la probable acción de las logias.

Resulta, por ejemplo, prácticamente inexplicable de otra manera que, tras un operativo policial en el que participaron más de 800 funcionarios de la PDI, que duró dos horas, en el que se enfrentaron con franco tiradores muy adiestrados, con una capacidad de fuego muy superior a la de los policías (según Tomás Mosciati, los insurgentes y narcotraficantes dispararon 25.000 tiros de alto calibre), y en el que resultó muerto un detective de la PDI y heridos varios más, mientras todos los civiles resultaron ilesos, los parlamentarios y buena parte del resto de la institucionalidad chilena oficial, en lugar de preguntarse cómo es posible que haya una zona de Chile a la que no puede entrar la fuerza coactiva de la república, y reaccionar enviando fuerzas militares, sujete a investigación por supuesta “violación de derechos humanos” y supuesto trato desigual de los “pobres mapuches”, a la PDI. (Así lo han hecho Francisco Huenchumilla –Senador DC–, la Presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de  Diputados, la Defensora de la Niñez, el INDH, entre otros). También resulta difícil de explicar que los policías no se presentaran a este lugar con armamento más adecuado para la batalla que sabían se iba a desatar y, como lo ha apuntado Mosciati igualmente, que, pues el enfrentamiento se prolongó por dos horas, no hayan intervenido las fuerzas militares. Sólo tomaron parte 33 carabineros, que lograron rescatar de una situación peligrosa a los detectives de la PDI, pero no pasaron al ataque. Con todo, el propio Director de la PDI (responsable del inadecuado armamento de sus agentes), durante su comparecencia ante la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados, en lugar de apuntar que lo ocurrido demuestra la necesidad de intervenir militarmente, señaló que habían hecho una intervención meramente policial a causa de que los carabineros no son bien vistos en la zona.

Para dar más plausibilidad a mi tesis voy a referirme a dos casos históricos que demuestran la importancia de la presencia de las logias, en particular entre las propias fuerzas militares y policiales, para el triunfo de la revolución. Pero después mostraré cómo en esos dos casos muchos militares y policías han acabado repudiando logias y revolución por igual, y han pagado bien sea con el exilio, bien sea con la prisión y la tortura, bien sea con la muerte. Mi deseo es advertir a los militares y policías chilenos, para que no tengan el mismo destino.

Se ha estudiado con seriedad que la Revolución Francesa no habría sido posible sin la actuación de logias militares. Vicomte Leon de Poncins cita las investigaciones de un masón que rechaza el mito de que la Revolución fue obra exclusiva de los masones, pero que se esfuerza en determinar su exacta participación, Gaston Martin. Según éste:

El Antiguo Régimen colapsó en parte porque el Ejército francés y sus oficiales no intentaron venir en su ayuda. Aquí una vez más las consecuencias de la propaganda masónica sobrepasaron las expectativas de sus impulsores militares. Con la ayuda que dio a la incipiente Revolución, la masonería del ejército formó un elemento esencial en el triunfo de las nuevas ideas; puede incluso sugerirse que sin ella, la gran obra habría quedado seriamente comprometida”. (La Franc-Maconnerie Francaise et la Revolution, 1926, p. 274)

Gaston Martin más tarde se refiere a cómo la revolución devora a sus propios hijos, y cómo ocurrió esto también respecto a las logias militares:

«Ésos que aprobaron [la infiltración del ejército por las logias] desplegaron una ingeniosidad nunca vista, cuando después deploraban el poco éxito de sus tentativas de detener el movimiento que se había desencadenado. Los oficiales y hombres que tomaron parte en él tenían sólo dos posibles cursos de acción abiertos ante ellos: o bien continuar hasta el final la reforma que era el propósito mismo de la masonería, o apartarse, conscientes de su impotencia para detener el torrente cuya erupción habían provocado. Sin duda, la mayoría adoptó la segunda solución, pero hemos limitado nuestro estudio a la preparación de la Revolución, no a su ulterior desarrollo, y en 1789 no había una grieta perceptible en el bloque masónico del joven ejército. ‘Cuando tuvo lugar la ruptura entre el ala izquierda de la Asamblea Constituyente y la derecha aristocrática; cuando el ejército vio que sus cuadros se desmoronaban por la emigración, los sub-oficiales del Antiguo Régimen formaron la estructura sobre la que fueron reconstruidas las fuerzas patrióticas’ […]”. (Ibídem)

Algo análogo ocurrió en Venezuela. En los años 70, cuando los comunistas se vieron derrotados por la república, en el territorio de Venezuela, primero, y en Centro América y el Caribe, después, decidieron usar una nueva táctica, la infiltración de las Fuerzas Armadas. Esa infiltración la llevaron a cabo las logias, nuevamente. Garrido estudió el asunto con todo cuidado, y determinó que tres fueron las logias militares que formaron el corazón de la revolución venezolana: la de Hugo Chávez, la de Francisco Arias Cárdenas y la de Raúl Isaías Baduel. Sin la acción de estas logias, jamás habría resultado destruida la república de Venezuela.

En el año 2002, el 11 de abril, Chávez fue separado del poder a causa de que los oficiales del Ejército se negaron a obedecer una orden de acribillar a cientos de miles de civiles con brigadas de tanques de guerra. Pero el 13, en una reunión en la que se encontraba el Agregado Militar de los Estados Unidos, se decidió la vuelta de Chávez. Uno de los factores que tuvo peso en este desarrollo de los acontecimientos es que la potencia más grande del Ejército se encontraba en Maracay, en una división de blindados que estaba a cargo nada menos que de Raúl Isaías Baduel. Es difícil ganar una partida al juego de las logias, porque ellas usan el secreto y la duplicidad, en lugar de la valentía y la discusión franca. Pero quizá Baduel pensó en ese momento que se estaba cubriendo de gloria. Otro de los más entusiastas miembros de estas logias fue Eliézer Otaiza, que se encargó en los inicios del chavismo de la policía política de la república, la DISIP.

En los años siguientes, estos dos personajes contemplarían la progresiva destrucción de su Patria, en lugar de la llegada de un reino gnóstico de paz y prosperidad. Ya en el año 2007 Baduel rompió con Chávez, pero no sufrió sus represalias porque tenía suficiente poder propio para defenderse. En el año 2014, Eliézer Otaiza rompió con el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, y conspiró para salvar su Patria de la destrucción sistemática a que estaba siendo sometida. Acabó con un tiro en la cara.

Unos años más tarde, Raúl Isaías Baduel intensificó sus desacuerdos con el régimen, pero llegó el momento en que ya no tenía tanto poder. Entonces fue arrestado y sometido a torturas. Se encuentra ahora en la cárcel llamada “La Tumba”. Dos de sus hijos también han sido detenidos y han desaparecido por largos períodos de tiempo.

En la policía también se constituyeron logias que impidieron que estos agentes detuvieran la destrucción de su Patria. Uno de ellos fue el famoso Óscar Pérez, agente de la Policía judicial de Venezuela. En el año 2017 renegó de las logias, volvió al catolicismo y se levantó contra la tiranía. Por seis meses más o menos estuvo luchando por liberar a su Patria hasta que cayó muerto en enero de 2018.

Es muy probable que entre los policías y militares chilenos también se encuentren numerosas logias activas. Es muy probable que esas logias promuevan o defiendan la revolución, al menos retrayendo a sus miembros de intervenir en defensa de su Patria. Pero sepan los militares y policías chilenos que, si tienen un poco de sangre en las venas, un poco de humanidad y de gratitud en su alma, si guardan algún amor y respeto a la dignidad humana de sus compatriotas y de la propia Patria, un día se arrepentirán de haber contemplado impasibles la destrucción de Chile, de haber permitido que Chile se suicidara. Ojalá que ese arrepentimiento no llegue demasiado tarde, como el de sus “hermanos” de Francia y Venezuela.