La progresiva abolición de la autonomía universitaria en Chile

Carlos A. Casanova | Sección: Educación, Política

Como país heredero de la Cristiandad Latina, durante sus primeros 465 años, Chile valoró la muy venerable institución de la autonomía universitaria. Pero de manera muy visible a partir de ese año 2006 ha abandonado sus tradiciones también en este punto de una manera progresiva, pero muy rápida.

La abolición de derecho de la autonomía universitaria en Chile

Una revisión sucinta del Diario de Debates de la ley No. 20.129 revela que, aunque en el año 2004 ya se comenzaba a socavar la conciencia de la centralidad de esta institución mediante la conjunción de las dos ideologías dominantes, la liberal y la marxista, aún gozaba de fuerte arraigo en las almas de los parlamentarios. Uno de sus enemigos, el Senador PPD Roberto Muñoz Barra, que usa un discurso pragmático para defender la imposición de las acreditaciones, tiene que exclamar: “¡Si la autonomía no es un dogma, honorables colegas!” (p. 474 del libro Historia de la ley 20.129).  Y la Diputada PPD Carolina Tohá, clara enemiga de la autonomía, tiene que usar una retórica melindrosa para imponer su agenda paulatinamente: “Los términos del actual debate a nivel escolar son muy similares a los que se plantean en el proyecto, porque se trata de encontrar un equilibrio entre la autonomía de las universidades -que es un valor muy importante, en el cual creo profundamente- y el derecho de la sociedad a tener cierta fe pública sobre la calidad de la educación que se imparte en las instituciones que obtuvieron autonomía” (p. 1621).

Dos confusiones facilitaron a los enemigos de la institución minar la susodicha conciencia: el concebir a la institución universitaria como si fuera sobre todo un centro de preparación profesional, una empresa prestadora de un servicio importante para el aparato productivo; y el no ver la diferencia entre la autonomía universitaria y la autonomía de otras instituciones intermedias entre el individuo y el Estado. La primera confusión permitió presentar como algo plausible el sometimiento de las universidades a los procesos de acreditación institucional controlados al menos en parte por el Ministerio de Educación (junto a la concepción de este “rubro” de “empresas” como un “sistema de educación superior” que se podía controlar centralmente). La segunda confusión impedía ver la naturaleza y la relevancia única de la institución: de ella depende la esencia de la estructura occidental de una sociedad política, sobre todo cuando el sacerdocio católico ha perdido su autoridad moral para cumplir su tradicional función de contrapeso del poder político. Pero, a pesar de estas confusiones, los enemigos de la autonomía, es decir, los voceros de sibilinas ideologías totalitarias, tuvieron que proceder con tino y por etapas.

En la ley 20.129 del año 2006 se estableció la acreditación de las universidades, pero también se estableció que era voluntaria. Además, la composición de la Comisión Nacional de Acreditación se pensó de manera que no fuera controlada por el Ejecutivo. De sus miembros, 1 sería designado por el Ejecutivo, 3 por el Consejo de Rectores, 2 eran nombrados por las Universidades privadas autónomas que no recibían aporte fiscal, 1 por los rectores de los institutos universitarios, 1 por los rectores de los centros de formación técnica, 2 por el Conicyt, más el Jefe de la División de Educación Superior del Ministerio de Educación y 2 personalidades elegidas por los miembros ya mencionados antes (artículo 7). Como se ve, era un organismo que acentuaba las confusiones señaladas, pero que no entregaba las universidades al control del Ejecutivo.

En los años siguientes, los medios de comunicación social destacarían abusos de algunas universidades privadas y desencadenarían o apoyarían de esta manera la ejecución de la agenda que tenían las élites revolucionarias de Chile. Durante el segundo gobierno de Bachelet, se concretaría un golpe mortal, de rango legislativo, contra la institución de la autonomía universitaria. En efecto, se aprobó la Ley 21.091 sobre Educación Superior, en la que básicamente las universidades se convierten en dependencias del Ministerio de Educación y sus organismos subordinados. En efecto, en esta nueva ley, la acreditación se torna obligatoria. Y se crea un “Sistema de Aseguramiento de la Calidad” totalmente controlado por el Ejecutivo. Además, se trata a las universidades como si fueran una suerte de sistema empresarial inclinado a explotar a los estudiantes, que amerita la creación de una policía especial, la Superintendencia de Educación Superior. Voy a centrarme en el “Sistema de Aseguramiento de la Calidad”.

Queda en manos de los siguientes organismos: Subsecretaría de Educación Superior del Ministerio de Educación, el Consejo Nacional de Educación, la Comisión Nacional de Acreditación y la Superintendencia de Educación Superior (artículo 81 de la Ley 21.091 Sobre Educación Superior, de 2018), todos organismos controlados sólidamente por el Ejecutivo. En efecto, el Superintendente es nombrado por el Presidente de la República, el Secretario de Educación Superior es parte del Ejecutivo.

La composición de los otros dos organismos es la siguiente: La Comisión Nacional de Acreditación tiene cuatro académicos universitarios y cuatro docentes o profesionales de Institutos Profesionales o Centros de Formación Técnica, de los cuales seis son nombrados por el Presidente de la República con acuerdo de 3/5 del Senado, y los otros dos por el Presidente sin más; un profesional o docente nombrado por la Corporación de Fomento de la Producción, que es un organismo del Ejecutivo, a partir de una terna propuesta por el Consejo de Alta Dirección Pública, que es otro organismo del Ejecutivo, aunque goce de cierta autonomía; un académico nombrado por la ANID, que es otro organismo del Ejecutivo; y dos representantes estudiantiles, que son los únicos que no designará el Ejecutivo. El Presidente de la Comisión Nacional de Acreditación será nombrado también por el Presidente de la República (nuevo artículo 7 de la Ley 20.129, modificado por el artículo 81 de la Ley 21.091). Todos los miembros serán remunerados por el sistema de dietas por asistencia a las reuniones, y se les pagará entre 10 y 90 Unidades Tributarias mensuales, que no es poco. El Consejo Nacional de Educación, según el artículo 89 del Decreto 2 con Fuerza de Ley de 2009 estará integrado por diez miembros, de los cuales el Presidente de la República designará a 7.

Ahora bien, esta estructura administrativa totalmente controlada por el Ejecutivo tiene poderes casi omnímodos sobre las universidades. Éstas están obligadas a someterse a acreditación por parte de la CNA, en lo que se refiere a la institución y en lo que se refiere a cada uno de sus programas, de pregrado y postgrado. La Comisión establecerá los criterios y estándares de acreditación (artículo 8b): con esta sencilla frase ha volado por los aires la autonomía universitaria. Ya no es verdad en Chile que Caesar non est supra grammaticos. De hecho, el Ejecutivo será el que defina qué es lo que se debe exigir de las universidades y cuáles son los criterios de calidad de todas las actividades académicas. Esto se traduce en que ciertos ingenieros comerciales definen, por ejemplo, cuáles revistas tienen valor académico en todas las áreas. Como se puede entender, esos criterios difícilmente serán acertados. ¿Quién puede determinar cuándo un artículo de filosofía o una publicación filosófica son buenas, si no son los filósofos, los maestros en el arte?

La acreditación, además, será “integral”. Esto quiere decir que no puede haber universidades docentes como la que fundó John Henry Newman. Implica, además, que no puede haber escuelas que transmitan un saber con alta calidad que tengan reconocimiento oficial si no están adscritas a grandes instituciones “de educación superior”. Pero, la acreditación incluye, además, la “vinculación con el medio”, que debe ser “bidireccional”, y debe incluir “mecanismos de evaluación de la pertinencia e impacto de las acciones ejecutadas”, acciones que deben contribuir al “desarrollo sustentable”. (Omito ahora hablar del sistema de gratuidad, que claramente ha sido usado como un arma contra la autonomía universitaria, aunque solo sea por medio del debilitamiento financiero de las instituciones y la regulación de aranceles y matrícula). Con todo esto se acaba la concepción de Universidad que revivió en Chile don Andrés Bello: esa fuente de luz que no estaba entregada al cui bono, aunque se comprometía a colaborar en la estructuración de los canales para la difusión de la luz, por medio de su influencia en el resto de la educación chilena.

Ésta es la situación en que se encuentra Chile. Bachelet y Piñera han contribuido en el establecimiento de un sistema centralizado de “educación superior” en el que, de derecho, ha desaparecido la autonomía universitaria, si bien, de hecho, queden residuos de la misma a causa de sus profundas raíces en las tradiciones chilenas. Curiosamente, el Tribunal Constitucional consideró la constitucionalidad de este proyecto de ley, y anuló sus artículos 63 y 80 por ser contrarios a la autonomía de las universidades (porque el artículo 63 no permitía que fueran controladores de universidades cuerpos con fines de lucro) y de la igualdad ante la ley, respectivamente (sentencia del TC de 26 de abril de 2018). No pronunció ni una palabra sobre los verdaderos problemas de fondo. Para mí, originalmente un universitario venezolano que luchó con éxito contra el chavismo para impedir la cancelación de la autonomía universitaria, la situación es sumamente extraña y triste. Sobre todo porque el sistema contra el que luché allá fue el propuesto por Luis Fuenmayor Toro, muy semejante al establecido ahora en Chile. En Venezuela cientos o miles de estudiantes y profesores han muerto o han arriesgado muchísimo por defender este principio capital de la civilización, y, con todo su poder, el gobierno no ha cancelado todavía la autonomía, aunque está ahogando financieramente a las universidades, que siguen funcionando sólo por la elevada mística de sus profesores. En Chile, los estudiantes marcharon por la supresión de la autonomía con la excusa de marchar contra el lucro, y los profesores apoyaron esa misma supresión, o se mantuvieron callados mientras se imponía. Muy triste.

Origen, consistencia e importancia de la autonomía universitaria

Paso ahora a decir muy brevemente cuál es el origen de la autonomía universitaria, en qué consiste, y por qué causa pienso yo que ha sido abolida de derecho en Chile. Las raíces más hondas se encuentran en la vida y obra de Sócrates. Este filósofo murió por dar testimonio de la verdad y de la justicia. En su juicio declaró que, como filósofo, había hecho tres cosas en Atenas: había corregido a sus hombres eminentes mostrándoles que, aunque creían ser sabios, no lo eran; había mostrado que debemos participar de la sabiduría divina en la medida asequible a nuestras fuerzas; y había mostrado a los atenienses la verdadera escala de bienes que debía orientar sus decisiones, pero que, de hecho no las orientaba: los bienes del alma, las virtudes, no sólo son los bienes más altos, sino que son lo que hace buenos a los otros bienes; después de ellos valen los bienes del cuerpo (salud, fuerza y belleza) y, por último valen los bienes exteriores (fama, poder, riquezas). Además, declaró a los atenienses que, si lo absolvían con la condición de que no filosofase, él tendría que responderles: “os estimo atenienses, y os doy las gracias, pero hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Con esta respuesta mostró Sócrates que la verdadera búsqueda de la verdad, la verdadera filosofía, no puede estar sometida al poder político o económico, y debe estar separada de él.

El siguiente hito importante es la doctrina de Cristo: “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Con la aplicación de este principio la Iglesia asumió la posición que los profetas tenían en el Pueblo de Israel y en el Antiguo Testamento. Esta posición, a su vez, le permitió contar con la independencia suficiente frente al poder político bárbaro, y, gracias a esta circunstancia, le permitió salvar la cultura filosófico-teológica de la civilización greco-romana para los pueblos de la Cristiandad Latina que sustituyó al Imperio Romano de Occidente. Fue así como surgió la nueva civilización latina y, en su seno, en el siglo XII, las corporaciones de maestros y de estudiantes que conservaron después el nombre de “universidades”. Me centraré en las corporaciones de maestros, porque son las que han subsistido hasta hoy. En París, en Oxford, en Salamanca, en Cambridge, etc., los Maestros de las diversas disciplinas constituyeron una corporación (universitas) que, con el apoyo papal, gozó de autonomía académica (eran los maestros quienes decidían quiénes podían asociarse con ellos y quiénes cumplían los requisitos para ser considerados maestros; además, eran los maestros quienes juzgaban sobre cómo debía cultivarse cada disciplina), financiera (las universidades contaban con bienes rentales que las hacían independientes frente a cualquier poder), y administrativa (las universidades elegían a sus propias autoridades sin que ninguna autoridad extraña, ni eclesiástica ni política, pudiera interferir en esto). Estas “Madres Nutricias” (almae matres) se constituyeron en las maestras de Europa y, como han mostrado los mejores investigadores (A. C. Crombie, Pierre Duhem, William Wallace, Jean Gimpel, Etienne Gilson), de su seno surgió la ciencia experimental hacia 1230 (con Roberto Grossetesta), un impulso a la más temprana revolución industrial, el renacimiento del Derecho, y la cumbre de la filosofía y de la teología en toda la historia humana.

Todas las calumnias de los enemigos de Dios y de su Iglesia no pueden borrar las huellas de esta estupenda labor civilizatoria, que en verdad cumple las predicciones de los antiguos profetas: “Promoverá con firmeza la justicia, no titubeará ni se doblegará hasta haber establecido el derecho sobre la tierra y hasta que las islas escuchen su enseñanza” (Isaías 42). No pueden borrarla mientras subsista la universidad tal como fue fundada en la Cristiandad y transmitida por medio del régimen español a las Américas. Las universidades se establecieron pronto en México, Santo Domingo y Lima, y luego en todas las principales ciudades americanas, con sus tres autonomías. En la de Caracas se cultivaba la ciencia con tanto ahínco que Bello la llamó su “ilustre Matrona” y José María Vargas, en su tesis de 1803, se refirió a “la teoría de D. J. B. Lamarck, alumno del Instituto de la República Francesa, acerca del origen, duplicación, progreso y destrucción de los cuerpos vivientes, ideada en el año 1802, cuyos teoremas son los siguientes […]” (Caracciolo Parra León).

El ataque a la autonomía universitaria. Su procedencia y sus causas

Decía que mientras subsista la universidad los enemigos de Dios y de su Iglesia no podrán borrar las huellas de la estupenda labor civilizatoria de la Iglesia mientras subsista la universidad. Es por eso que los enemigos de Dios y de su Iglesia se han conjurado contra la institución universitaria y contra la autonomía que le es esencial. Más aún, quienes cultivan una teología esotérica incapaz de resistir el análisis crítico, tienen también interés en destruir las verdaderas filosofía y teología. En Venezuela durante el siglo XIX los masones (de rito inglés o escocés) acabaron con la labor educativa de las órdenes religiosas, como había hecho Enrique VIII en el siglo XVI inglés. Pero, los fieles del Gran Oriente Francés, que llegaron al poder en 1865 (Diccionario de historia de Venezuela, Polar, voz “masonería”), acabaron con la autonomía universitaria (en la medida en que pudieron) y cerraron en Caracas (no pudieron en Mérida) las facultades de Filosofía y Teología e impusieron el positivismo de Augusto Comte como ideología oficial. En Chile, a la muerte de Bello, la Universidad cambió como su símbolo la alegoría de las musas que le había dado Bello por su actual escudo, cuya adscripción religiosa es evidente. Y después cerró la Facultad de Teología (1927). Antes había rechazado el curso de estudios lógicos que había propuesto Bello como estudios mínimos requeridos para los universitarios (Javier Sasso, La filosofía latinoamericana y las construcciones de su historia). Sobre todo el caso venezolano es un ejemplo típico del fenómeno que estudió con cuidado Eric Voegelin en su libro Science, Politics and Gnosticism: la prohibición de preguntar. Marx, Comte, Nietzsche, Heidegger, saben que sus sistemas ateos son insostenibles y por qué lo son. Precisamente por eso quieren diseñar una sociedad en la que no sea posible plantearse las preguntas metafísicas o de teología natural.

No puede haber contraste más grande que éste entre el esoterismo gnóstico y la apertura cristiana a la investigación racional. –Es todo lo contrario de lo que la deformada historiografía, controlada por los enemigos tanto de la Iglesia como de las raíces cristianas de Chile, “enseña” a los jóvenes chilenos. Voegelin estudió con cuidado el fenómeno gnóstico y sus transformaciones. Pero nunca señaló, que yo sepa, la más importante de sus encarnaciones institucionales: la masonería. Para acabar estas líneas echemos un vistazo a este tema, que nos da la clave, en mi opinión, de por qué en Chile se ha suprimido de derecho la autonomía universitaria sin lucha alguna: el control que las logias ejercen sobre este país. Vamos a seguir el libro de Vicomte Leon de Poncins, Fremasonry and the Vatican.

El primer punto que debe dejarse establecido es que, en efecto, la masonería posee una teología oculta, y esa teología es gnóstica. Poncins establece esto apoyado en la afirmación que hacen los editores de un importante libro, Israel et l’Humanite de Rabbi E. Benamozegh , el doctor Modiano y el Gran rabino Toaff: “A ésos que puedan sorprenderse por el uso de tal expresión, les diremos que existe una teología masónica en el sentido de que existe en la francmasonería un doctrina secreta, filosófica y religiosa, que fue introducida por los rosacruces gnósticos al tiempo de su unión con los masones del Árbol en 1717. Esta doctrina secreta, o gnosis, pertenece exclusivamente a los grados altos, filosóficos, de la francmasonería» (Benamozegh, p. 73).

Este gnosticismo institucionalizado se emparenta con los gnósticos y maniqueos que combatieron los Padres de la Iglesia. Aunque no ha habido una continuidad histórica, como dice S. Hutin, existe un profundo parentesco espiritual. Como aquéllos, el nuevo gnosticismo es una teosofía sincretista. Los teosofistas actuales ven a los gnósticos antiguos como “hombres que poseían el arte de iniciaciones dignas de admiración, hombres que habían sido iniciados en los misterios orientales y que poseían la llave para el conocimiento oculto, desconocido por los simples mortales, y que había sido transmitido a raros ‘Maestros’: la Gnosis es el conocimiento total, inconmensurablemente superior a la fe y la razón, y el Gnosticismo se deriva de la sabiduría original, primigenia, la fuente de las varias religiones particulares” (Hutin, Les Gnostiques, p. 5).

Decimos que los modernos comparten las actitudes mentales básicas con los antiguos gnósticos. Entre ellas se encuentran aspiraciones universales que, como enseñó Michael Nicholas en 1860 (Le Voile d’Isis), los llevaron a querer absorber la Iglesia (aunque procedían de fuera de Ella) y ponerla a su servicio, incorporándola en su visión sincretista. Para ello se han esforzado por encontrar unos pocos puntos en los que la Fe parece mostrar un parentesco cercano con sus ideas, para luego acomodar su lenguaje a las creencias cristianas y presentarse como los auténticos intérpretes de las enseñanzas del Maestro. No es raro, por eso, que hoy como ayer intenten infiltrar las instituciones católicas y presenten como “católico” su sincretismo incoherente. Ellos se sienten legitimados para realizar este gran fraude porque quieren creer que el cristianismo no es sino una versión popular e inadecuada de la Gnosis, de modo que deben usarlo para entregar a los hombres una iluminación más perfecta, y abrirles los ojos.

También comparten las dos oleadas gnósticas su desprecio por los “profanos”. Ellos piensan que su “iniciación” les da una luz que constituye la verdadera “ciencia”, la “Gnosis”. Esta mezcla sincretista indigesta y exenta de toda crítica externa (porque no podría resistir dicha crítica), se va imponiendo por los caminos que señalaré enseguida, y va tejiendo una leyenda en la que los verdaderos científicos y filósofos son despreciados por nulidades engreídas. –Y la civilización que, como dije antes, llegó a la cumbre de la filosofía y la teología y fundó la ciencia experimental, es presentada como una época oscura, a causa de que en ella se cumplieron las profecías hechas por Dios, por Adonai, y la doctrina del Cristo de Dios llegó a todos los extremos de la tierra con las navegaciones españolas y portuguesas.

Igual que los antiguos gnósticos, los nuevos son enemigos de Adonai y de su Cristo, que han modelado el mundo existente. En su lugar quieren poner a otro dios, a quien a menudo llaman lucifer y, por ello, exaltan a la serpiente y a Caín, como “iluminadores del género humano” (así, por ejemplo, O. Wirth: Le Livre du Compagnon, p. 74). Quieren poner otro dios y otro mundo. Pero, a diferencia de los antiguos, los nuevos no piensan que el nuevo mundo vendrá sólo por la “iluminación gnóstica”, sino que han pasado a la acción política y al establecimiento de una dominación pragmática. Su política se llama “revolución”. Quieren, en efecto, destruir enteramente el mundo que ha sido modelado por Adonai, con el pretexto de que después construirán otro, una “nueva era”, para usar la expresión de Bachelet, de quien Serge Abad-Gallardo afirmó que estaba seguro de que era masona (https://www.publimetro.cl/cl/noticias/2017/05/02/ex-maestro-logiano-convencido-bachelet-masona.html). Como dijo muy precisamente León XIII en Humanum Genus: “su meta es, si fuera posible, robar a las naciones cristianas todos y cada uno de los beneficios que deben a Nuestro Salvador Jesucristo”. Y algunos de esos beneficios son, sin duda, la institución universitaria y su autonomía, las disciplinas filosófica y teológica exotéricamente cultivadas, el cultivo de la ciencia para el bien de todos los hombres y su difusión también exotérica. El Poder puro, la libido dominandi de la serpiente primigenia, con sus falsas “iluminaciones” esotéricas, quiere aplastar el cultivo general de la Verdad, el vuelo libre de la Palabra. Éste es el drama que se halla detrás de la aparentemente absurda abolición de la autonomía universitaria.