La eutanasia y sus sombras

Otto Dörr | Sección: Política, Vida

La aprobación de la ley de eutanasia en la Cámara de Diputados ha encendido una interesante polémica en la que han participado connotados juristas, filósofos y médicos, con importantes contribuciones al tema. Me permito aportar la visión de un médico que por su especialidad no trata enfermos terminales, pero sí tiene que ver con la demencia y el suicidio. Y los dementes, al sufrir de una “disminución avanzada e irreversible de sus capacidades”, según la nueva ley, también son candidatos a eutanasia.

Primero es necesario aclarar algunos conceptos:

1. Hay que distinguir entre eutanasia pasiva y activa. La primera consiste en no prolongar innecesariamente la vida de un paciente que se encuentra en las proximidades de la muerte, y ha existido siempre. Ya en Hipócrates leemos: “…la medicina tiene por objeto librar a los enfermos de sus dolencias, aliviar sus accesos graves y abstenerse de tratar a aquellos que están dominados por la enfermedad” (Praecepta, L. VI, 4-6). La eutanasia activa, en cambio, consiste en provocar la muerte del paciente, ya sea a solicitud de este o su familia; no fue nunca labor médica, y ha sido aprobada únicamente en Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Suiza, Canadá, Colombia y siete de los 50 estados de EE.UU.

2. El principio de autonomía, en cuya supremacía se basan los promotores de la eutanasia, es solo uno de los cuatro principios de la bioética y surgió recién en 1972. Los otros nacieron hace 2.500 años en Grecia y son el de beneficencia (“instinto de auxilio”), de no maleficencia (“primero no hacer daño”) y de justicia (la justa distribución de la salud).

Estos principios deben estar en armonía, pero hay situaciones en las que alguno de ellos no se cumple o entra en colisión con otro. Ejemplo de incumplimiento sería el que la salud no llegue a todos por igual, y de colisión, la eutanasia. Aquí el principio de autonomía choca con los de beneficencia y no maleficencia. El gran bioeticista Diego Gracia (2007) jerarquiza estos principios, priorizando los de no maleficencia y justicia sobre los de beneficencia y autonomía, lo que debilita la argumentación proeutanasia.

3. La eutanasia y el suicidio asistido son muy semejantes, aunque no idénticos. El problema es que la mayoría de los suicidas padecen de alguna enfermedad mental, hoy casi todas mejorables.

¿Qué ha ocurrido en los países que la han legalizado?

1. El aumento de los casos ha sido exponencial. Así, en Holanda, a poco de aprobada la ley, el 15% de las muertes en mayores de 60 fue por eutanasia (U. H. Peters, 2011), llegando en 2015 a 5 mil 516 casos (A. W. Bauer, 2020). Lo mismo ha ocurrido en Bélgica y Suiza.

2. En 2017, en Holanda, 169 pacientes con algún tipo de demencia fueron sometidos a eutanasia (Chabot y col., 2018) y la llamada “last-will pill”, aunque todavía ilegal, se tolera. Los proveedores son China y México y se recibe por correo como “paquete de regalo” (A. W. Bauer, 2020).

3. Las consideraciones de tipo económico (“sería más barato inducir a los ancianos a la eutanasia que mantenerlos en hogares”) no se dejaron esperar. La revista Der Spiegel publicó el 9 de mayo de 2005 un reportaje con el título Wohin mit der Oma? (¿Adónde con la abuela?) y un lector comentó: “Me queda claro; es preferible desaparecer a tiempo que terminar en un asilo”. Puede ocurrir también que abuelas generosas prefieran el suicidio a ser una carga para sus hijos o nietos.

4. En Suiza hay tres compañías que promueven y realizan eutanasias: Dignitas, Exit y Eternal Spirit, y solo en 2015 consumaron mil 300 suicidios asistidos, a 10 mil francos suizos cada uno (A. W. Bauer, 2019).

Estos ejemplos bastan para dimensionar las consecuencias que puede tener la aprobación irreflexiva de una ley de eutanasia, ley que el mismo profesor Bascuñán, al celebrarla, la reconoce como “inusualmente liberal, incluso para estándares comparados”.

Los médicos nos oponemos en general a la eutanasia activa, porque sabemos que la medicina paliativa puede ayudar en todos los casos. No hay una vida “inservible”. Estimar la vida humana como siempre digna de ser vivida no es producto de mentalidades conservadoras, “de acuerdo con el catecismo”, como afirma Bascuñán, sino que se remonta al concepto de physis en la cultura helénica. Para los griegos, el cuerpo humano no era pura materia, sino una expresión directa de la divinidad (“physis totheion”) y por eso sagrado, lo que implicaba respetar también aquello que nos impone su naturaleza, como las enfermedades incurables, frente a las cuales no hay que intervenir, sino solo cuidar, acompañar y, en lo posible, consolar, vale decir, la verdadera eu-thanasia, el ayudar a bien morir.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio, el sábado 09 de enero del 2021.