Gonzalo Vial, un adelantado: sus columnas imprescindibles

Hernán Corral T. | Sección: Educación, Familia, Política

Hay que felicitar a Ediciones IdeaPaís por este libro que reúne las columnas de uno de nuestros analistas más lúcidos y completos del último tiempo: el abogado, historiador, cronista y sobre todo educador, Gonzalo Vial Correa, fallecido a fines de 2009, y que por años escribió semanalmente en La Segunda su opinión sobre la actualidad del país, juntando presente con pasado, como bien señala Daniel Mansuy en el prólogo.

Las columnas están reunidas temáticamente en cuatro capítulos: Familia y sociedad, Educación y pobreza, Derechos humanos y Política y memoria histórica. Cómo apéndice se incluyen algunos análisis más amplios que Vial escribió en secciones especiales de La Segunda: uno sobre los partidos políticos y otro que versa sobre el informe sobre la prisión y tortura elaborado por la Comisión Valech.

Estos escritos de Vial son más bien menores y no corresponden a sus obras de investigación, sin embargo mantienen un frescor, una amenidad y una vigencia que sorprenden. Todos los temas que han salido a la luz después del llamado estallido social y que se venían incubando por décadas están aquí presentes: la fragilidad de la familia, si no su inexistencia en los sectores populares, el flagelo de la droga y el narcotráfico, la autocomplacencia por el modelo económico, a terrible situación de los pobres, que desde 1970 no disminuyeron ni un ápice, la mala calidad de la educación pública y las iniciativas de distintos gobiernos destinadas al fracaso porque lo indispensable es el aumento del monto de subvención por alumno, la acreditación de universidades conminadas a gastar su tiempo para satisfacer a la  burocracia, la PSU y el SIMCE y sus inequidades, la segregación por barrios, el comienzo de la degradación del Instituto Nacional por la condescendencia de la autoridad con los desórdenes estudiantiles, el Transantiago y la felicidad de los chilenos, el paso del legalismo al gobierno “a punta de sentencias”, la falta de pago de las pensiones alimenticias y la insuficiencia de los tribunales de familia, la cuestión mapuche y la necesidad de preservar su cultura, la responsabilidad de los empresarios de pagar un salario justo y no mínimo, la corrupción pública y privada, los derechos humanos y la profunda herida hasta el día de hoy abierta que ha sido para el país no haber hecho un esfuerzo serio por encontrar los restos mortales de los detenidos-desaparecidos.

Como se ve, y así lo hace señala el prólogo de Daniel Mansuy, se trata de una personalidad que desconcierta porque no admite etiquetas: por un lado aparece como conservador (familia, drogas, prostitución, aborto), por otros como socialcristiano (pobreza, deberes de de los empresarios) o como socialista (fortalecimiento de la educación pública, intervención del Estado para disminuir la pobreza, crítica a la corrupción, desmitificación de que el puro crecimiento del PIB disminuirá la pobreza). Incluso se anticipó al Frente Amplio al criticar cómo los políticos de la concertación, otrora críticos del capitalismo, durante la transición adhirieron al modelo capitalista de Pinochet: “si alguien tiene un -pacto- con el mercado neoliberal, a partir de 1990, es la Concertación”, y lo ejemplifica con todas las ideas de la economía de mercado que los otros líderes de la Unidad Popular ahora abrazan con fervor (p.227).

La corrupción moral y Pinochet

Además, habiendo sido ministro de educación del régimen militar presidido por Augusto Pinochet, tuvo el coraje de escribir en 1985 sobre la corrupción moral por los salvajes e injustificables crímenes que hasta ese momento estaban impunes, como el secuestro y posterior degollamiento de tres dirigentes comunistas y el asesinato del dirigente sindical Tucapel Jiménez y de otros opositores al gobierno. Señala que la responsabilidad política es del gobierno, pero la responsabilidad histórica será de “S.E el Presidente de la República” y que la posterioridad será aún más dura, porque “la historia sabe que son las corrupciones morales -antes que los errores políticos o económicos- las que destruyen con mayor efectividad a un pueblo (…) Como un cáncer oculto, lento pero inexorable, la perversión ética corroe por dentro a la sociedad que la tolera. Y si no se le pone atajo, la sociedad concluirá completa e irrevocablemente arruinada… Temo -concluye- con gran tristeza que esto esté sucediendo en nuestra sociedad, en Chile” (p.186).

Sus columnas de rememoranzas históricas son agudas y objetivas al describir los efectos y virtudes de cada personaje: Raúl Retting, Augusto Pinochet, Salvador Allende, Eduardo Frei Montalva, Eduardo Cruz Coke, Mario Góngora, Jaime Eyzaguirre. En especial, resultan sorprendentes las semejanzas que retrata entre la época del centenario y la del bicentenario (tres columnas), y la autocomplacencia y ceguera frente a los problemas sociales que afectó a la elite gobernante.

Muchos han dicho que no vieron venir la revuelta social, con toda la violencia y la rabia destructiva, del 18-O. La verdad es que Gonzalo Vial ya lo venía anunciando por años. El 2005 escribió: “una crisis social de alto peligro avanza entre nosotros, creo, y no hacemos nada por remediarla… ni siquiera nos percatamos de que existe” (p.81). Entre las causas describe la despoblación del país con el descenso de la tasa de natalidad, la inaceptable e invariable pobreza de un 20% de la población,  medida no en promedios sino en ingresos mensuales en pesos por familia; la “espantable” educación gratuita básica y media; la disolución de la familia a nivel popular: convivencias y emparejamientos transitorios, hogares dirigidos por mujeres abandonadas que para mantenerse deben trabajar y dejar a los niños solos, convivientes varones que maltratan o abusan sexualmente de los hijos de la mujer con la que viven; así como el lamentable estado de la juventud: sexo prematuro, embarazo adolescente, deserción escolar, alcoholismo, drogadicción, narcotráfico y desempleo. Pero claro las élites, y debemos incluirnos, no lo vimos, o quisimos no verlo y así estamos.

Es un tema siempre me sorprendió el enfoque de Gonzalo Vial y se refiere al comercio sexual. Comentando la tal célebre obra de teatro “La negra Ester”, crítica a la romantización de la figura de la mujer que se prostituye y señala que la gente que se ríe o se emociona con sus personajes no advierte que se trata de mujeres explotadas por un proxeneta varón que las obliga a venderse a “clientes” que las someten a los peores vejámenes, que retienen la mayor parte de lo que se les paga, y todo esto mientras sigan siendo atractivas porque luego de envejecer van cayendo cada vez más bajo hasta morir abandonadas en la miseria. No hay comedia en la prostitución, sino una auténtica tragedia. Vial señala que la prostitución no es un trabajo como cualquiera, “es un crimen, la última y única esclavitud que toleran los países que se autocalifican de – desarrollados- y aún civilizados”. Los criminales no son la prostituta o prostituto, ellas son las víctimas. Los criminales son el cliente que satisface así sus necesidades sexuales, el “cafiche” que maneja “su establo” de mujeres jóvenes, el proxeneta que trafica con las mujeres con los cafiches y finalmente el tratante de blancas que trafica mujeres a nivel internacional (p.92). Y en esto fue un adelantado en las campañas contra el tráfico de personas o trata que ha caracterizado el pontificado del Papa Francisco, y que muestra porque “la trata de seres humanos es una de las manifestaciones más dramáticas de esta mercantilización” (Discurso 11 de abril de 2019)

En el prólogo Mansuy señala que no le parecen convenientes los argumentos de Vial contra la igualdad entre hijos legítimos e ilegítimos. Pero al igual que en su oposición a la ley de divorcio por repudio unilateral o al aborto, lo que Vial reprocha no es la ley en sí misma sino los mensajes que ellas comunican a la sociedad y especialmente a los sectores populares. Así el aborto les dice a los jóvenes embarazada que no hay problema en eliminar al niño que se gesta en ellas; el divorcio unilateral legaliza el abandono y premia al macho que abandona a la mujer con sus hijos, la igualdad de derechos viene a decir que el matrimonio no es el ámbito necesario y deseable para tener y criar hijos. Esa valorización del compromiso familiar lo que Vial critica en una ley que declara la igualdad de derechos de los hijos, cuando en la realidad los hijos que nacen y crecen fuera del matrimonio pueden tener los mismos derechos, pero en la práctica crecen en un ambiente de inestabilidad familiar y de pobreza que les impiden gozar de esos teóricos derechos.

Una prueba del fracaso de todas las leyes que imponen un individualismo destructivo de los lazos familiares es el no pago de las pensiones alimenticias; y esto no porque los padres sean malvados y egoístas (“papitos corazón”) sino porque, teniendo hijos en diversas madres, sus ingresos no les alcanzan para financiar la crianza y educación de todos ellos y obviamente prefieren costear los gastos de los hijos con los que conviven. Cuando Vial escribía el número de hijos de “filiación no matrimonial” había alcanzado ya más de 40% de los nacidos. Hoy tenemos el triste récord de que estos niños superan el 70%de los nacidos cada año. El problema no es la ley sino cómo se la presentó y se la publicitó: no es necesario casarse para tener hijos.

La pluma de Gonzalo Vial es afilada, irónica pero nunca gratuitamente ofensiva o descalificadora. No tiene reparos en hacer fuertes críticas y llamados a la ciudadanía a no dejarse engañar con las declaraciones de políticos, economistas y supuestos expertos. Se le criticaba que no individualizaba a las personas que cuestionaba, pero es claro a quién se refería cuando hablaba del “rector columnista” (Carlos Peña). Se le acusaba de “ningunear” a sus adversarios, preferimos pensar que lo hacía para poner el acento en las ideas y argumentos y no en las personas.

Si el lector quiere tener un panorama de lo que actualmente sucede en nuestra sociedad, ad portas de un proceso constituyente, no puede haber mejor libro para informarse que esta recopilación de las premonitorias columnas de Gonzalo Vial Correa (Política y Crisis Social 1994-2009, Ediciones IdeaPaís, Santiago, 2020, 381 págs.)

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Segunda y replicada por Ideapaís, el miércoles 13 de enero del 2021.