¿Un giro global hacia el totalitarismo?

Max Silva A. | Sección: Política

Si bien es posible hacer varias reflexiones a partir de lo acontecido durante este particular año 2020, en lo personal, quisiera centrarme en la notable pérdida de libertades y derechos y al mismo tiempo, del peligroso aumento del poder estatal que se ha producido en este período. No solo por un afán de recuento de lo ya ocurrido, sino también, como una eventual advertencia, esperamos fallida, de lo que podría pasar en el corto y mediano plazo.

Como se sabe, la declaración a nivel global de la pandemia del Covid 19 a principios de este año, significó un cambio sustancial en nuestras vidas y en la forma de gobernar una sociedad. De la noche a la mañana, una serie de derechos y libertades que se daban por descontados, comenzaron a ser restringidos, a veces más, a veces menos, de tal suerte que en la actualidad, debemos informar o incluso pedir permiso a la autoridad, para realizar un sinnúmero de actividades para las cuales, antes éramos completamente autónomos.

La razón, por todos conocida, es esta nueva enfermedad, supuestamente natural, que según cifras oficiales, hasta la fecha ha contagiado en el mundo a unas 82 millones de personas y matado a 1.8 millones, y en Chile, a 600 mil y 16 mil quinientos, respectivamente. 

Sin embargo, mirando en retrospectiva, no deja de llamar la atención la rapidez con que casi al unísono, tanto los organismos internacionales, los gobiernos y los medios de comunicación, estuvieron completamente de acuerdo en cuanto a declarar esta situación como una “pandemia”, y que la única solución para combatirla, era aislar a las personas y restringir sus actividades y movilidad de manera drástica, generándose así una cuarentena global para los sanos y no para los enfermos, como ha sido tradicional. Todo lo cual no deja de resultar curioso, se insiste, si se toma en cuenta el radical y hasta revolucionario cambio que lo anterior ha significado en el modo de vivir de prácticamente el planeta entero. 

De esta manera y hasta el día de hoy, nos encontramos recluidos, con nuestras libertades notoriamente restringidas, con una economía que se encuentra camino al colapso, y con unas secuelas psicológicas y sanitarias que podrían resultar inimaginables para buena parte de la población en el mediano plazo. En consecuencia, existen altos indicios de que el remedio adoptado terminará siendo peor que la enfermedad.

Quisiera insistir en la notable merma que lo anterior ha significado para nuestros derechos como ciudadanos y de la enorme y fácil injerencia que la autoridad ha adquirido sobre nuestras vidas. Con la agravante que este nuevo estado de cosas cuenta, al menos hasta el momento, con la anuencia del grueso de la población, al existir una ciudadanía aterrorizada, producto de los sombríos mensajes que diariamente se exponen sobre la actual enfermedad. Y de hecho, la situación pareciera ir empeorando, al anunciarse diversas “olas” del virus, supuestamente más agresivas, al punto que no se sabe hasta cuándo podría durar esta situación.

Por otro lado, no hay que ser muy suspicaz para darse cuenta que una población atemorizada y obediente resulta enormemente tentadora y ventajosa para cualquier gobierno, que puede controlarla en un cúmulo de materias otrora casi imposibles, de manera bastante fácil, e incluso con su beneplácito, según se ha dicho, dadas las actuales circunstancias. Desde esta perspectiva, pues, no resulta extraño que se nos advierta desde ya, que habrá que adaptarse de manera permanente a esta “nueva normalidad” y que volver a nuestro anterior y añorado estilo de vida, podría quedar solo en el baúl de los recuerdos.

De hecho, ni siquiera la aparición de varias vacunas, creadas de una manera sorprendentemente rápida, si se lo compara con los tiempos normales para su elaboración, cambiaría esta situación, pues el distanciamiento social y la “nueva normalidad” habrían llegado para quedarse. Con la peligrosa agravante de la posibilidad, cada vez más tentadora, de hacer esta vacuna obligatoria y de generar un “Pasaporte Covid”, conculcando nuevamente –y a mi juicio, de forma inaceptable– nuestros derechos y libertades. Ello, aun cuando se diga por varios gobiernos que será voluntaria, pues en caso de no existir esa “voluntariedad”, los sujetos que no se la administren, sufrirían restricciones intolerables, por ejemplo, al hacérseles imposible viajar, ir a lugares concurridos, trabajar o incluso acceder a tratamientos médicos. En suma, haciendo imposible la vida social e incluso, la vida misma. A lo anterior se añade el problema que gracias a la casi histeria colectiva que estamos viviendo, muchos apoyan esta imposición sin rechistar.

Todo esto es lo que a mi juicio, está enfilando peligrosamente a nuestras sociedades por caminos francamente totalitarios, que pretenden, por un lado, poblaciones sumisas y obedientes, y por otro, gobernantes cada vez más empoderados y controladores. En este estado de cosas, por tanto, resulta muy conveniente el reiterado anuncio no sólo de nuevas “olas” del virus actual, cada vez más agresivas, sino de la aparición de nuevas enfermedades, que obligarían eventualmente, a tener que adoptar restricciones incluso más severas de las que ya estamos padeciendo.

Se está dando así, un peligroso giro global hacia el totalitarismo, resultando imposible no sentirse una especie de rata de laboratorio, en este inédito experimento social planetario. De continuar y acrecentarse este proceso, el año 2020 podría ser así, un auténtico hito en la historia humana.