La corriente de sensatez que necesitamos

Sergio Muñoz R. | Sección: Política

¿Vendrán días mejores? Es el deseo más intenso en este fin de año, después de todas las pestes que nos cayeron encima al mismo tiempo: una ola de violencia no conocida en 30 años; los estragos de la pandemia; la recesión económica; el aumento del desempleo; el frenesí demagógico en el Congreso; en fin, todo aquello que creó una atmósfera de pesimismo y desesperanza que volvió difuso el horizonte.

Nada erosionó más nuestra convivencia que la ofensiva de destrucción y pillaje a la que ciertos sectores le atribuyeron propiedades benéficas, puesto que era, supuestamente, la expresión del pueblo. Aun hoy, y pese a las evidencias del daño causado por el vandalismo metódico, hay quienes sostienen que lo ocurrido fue por una buena causa. El problema es que, si cada sector actúa convencido de la superioridad de su propia causa, y por ende no repara en medios, las posibilidades de catástrofe son muy grandes. Está en duda si todos los partidos inscritos legalmente respetan el principio de la competencia pacífica por el poder. Hay quienes mantienen una postura acomodaticia al respecto, con lo cual traicionan el pacto de civilización que sostiene la vida en libertad.

Chile acaba de aparecer en el primer lugar de América Latina en el Informe de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, lo que pone las cosas en su lugar respecto de los avances conseguidos en las últimas décadas, y que algunos se empeñan en negar. Por supuesto que hay muchas necesidades que atender, pero la base construida es sólida, como quedó de manifiesto en el inédito esfuerzo realizado este año por el Estado para sostener la economía y auxiliar a los sectores más golpeados por la crisis. Nuestro país puede empezar a recuperarse a buen ritmo en 2021, como lo anticipan los organismos internacionales, pero lo definitorio será la calidad de la política, la erradicación de las veleidades frente a las reglas que impone el régimen democrático.

Es posible que tengamos una nueva Constitución en 2022, pero no avanzaremos realmente si se mantienen la desaprensión parlamentaria, el partidismo obtuso o la indiferencia ante los efectos de las leyes mal concebidas. Lo que necesitamos es una democracia vigorosa, con instituciones que inspiren respeto, dotada de un sistema de contrapesos y controles que proteja efectivamente el interés colectivo. Los partidos deben escoger mejor a sus representantes.

Son inmensas las tareas nacionales. El país requiere un sistema de salud comparable a los que existen en los países desarrollados, para lo cual la economía debe proveer recursos suficientes y el Estado administrarlos racionalmente. La misma exigencia se plantea en la educación, que debe recuperar lo que perdió este año. Y así, en todas las áreas en que se definen la calidad de vida y el progreso duradero. El reto es alentar la inversión, favorecer los emprendimientos, crear puestos de trabajo, asegurar mejores servicios públicos a toda la población. ¿Derechos sociales garantizados? ¡Cómo no! Pero no en el papel, sino en la realidad, con financiamiento y políticas públicas bien pensadas.

No son pocas las dudas acerca de cómo funcionará la Convención Constitucional. ¿Elegirán los partidos a personas calificadas para la misión a cumplir, y lo harán además en el contexto de la paridad de género y los escaños reservados? ¿Tendremos un proceso de deliberación serio, que afiance los fundamentos de la República y mejore lo que tenemos? Hay que contribuir a que sea así. Por lo tanto, la amenaza de intimidación callejera a los miembros de la Convención es inaceptable.

Será positivo si el gobierno del Presidente Piñera mantiene firme el timón de la lucha contra la pandemia, se empeña a fondo en la recuperación económica y asegura la paz interna para todas las elecciones que habrá entre abril y diciembre. La estabilidad y la gobernabilidad definen el futuro.

Necesitamos que crezca una corriente de sensatez en la política, que busque priorizar las coincidencias y sumar las energías positivas. Hay que dejar atrás la crispación y potenciar la capacidad de dialogar y establecer acuerdos. Esto plantea una alta responsabilidad a los sectores de la centroderecha y la centroizquierda que quieren que el país avance por un camino que reduzca los factores de confrontación y favorezca el entendimiento. Es crucial el fortalecimiento del Estado de Derecho, que es la condición del resguardo de las libertades y la vigencia efectiva de las leyes en todo el territorio.

El año que viene puede ser mejor, pero ello depende de que pongamos cimientos firmes a la esperanza. Para conseguirlo, se requiere entereza cívica, o sea, verdadera lealtad hacia las normas y procedimientos que nos permiten vivir en democracia.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio, el jueves 24 de diciembre del 2020.