Isabel la católica

Agustín Ovalle | Sección: Historia

Los reinos de Castilla y Aragón -junto a la fe católica entera- perdieron el 26 de noviembre de 1504 a quien fuera quizá la más grande señora y servidora de aquellos reinos suyos y de la Iglesia Católica: Isabel I de Castilla. En su 516 aniversario, es preciso recordar algunos aspectos y hechos trascendentes de su figura e historia.

Hija de reyes, Juan II de Castilla e Isabel de Portugal, quien dio a luz a la pequeña infanta en Madrigal de las Altas Torres, un 22 de abril de 1451. Isabel, antecedida en la línea de sucesión al trono por sus hermanos Enrique IV y el infante Alfonso, destacaba por ser una mujer muy virtuosa, de carácter fuerte, sabia en conocimientos y piadosa en la fe.

Sus obligaciones como infanta —que bien cumplía— la condujeron a casarse con el príncipe aragonés Fernando, próximo rey de Aragón y Castilla, de quien se enamoró recién una vez casada. Este matrimonio —ya siendo reyes (desde el 13 de diciembre de 1474) tras la muerte de sus dos hermanos— sería autor de ambiciosas proezas que harían grande a España, expandiendo la fe cristiana al Nuevo Mundo y, con ello, ampliando la cultura occidental. Con fuerza y justicia, la Reina condujo sus empresas hacia un mismo objetivo: la mayor grandeza de su reino, que se hallaba intrínsecamente unida a la expansión de la fe verdadera a todos sus habitantes. Ella comprendía —debido a su formación— que la mayor gloria y riqueza no se hallaba aquí en la tierra, sino en la vida eterna. No por nada el Papa Alejandro VI le otorgaría a ella y a su marido el título de “Reyes Católicos”.

Dispuesto de este modo su accionar, Isabel emprendió en 1482 la guerra contra el reino de Granada, último bastión musulmán en la península Ibérica. No titubeó en llevar a cabo esta tarea, pese al desgaste producido por los recientes conflictos internos y externos, contra sectores de la nobleza castellana y contra Portugal, que menguaron sus tropas. Mientras la conquista de Granada se hacía efectiva y Castilla se hallaba presta a su evangelización, la inagotable Reina daba el visto bueno a un genovés para iniciar la expedición marítima que hallara una posible nueva ruta hacia las Indias, con el mandato expreso de reclamar para su reino las tierras que encontrara y con el fin premeditado de expandir la fe a esos nuevos territorios. Así, ya conquistada Granada, el 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón llegaba a la isla de San Salvador, uniendo el nuevo continente con el viejo e iniciando la fusión de dos civilizaciones que conformarían lo que hoy es la cultura hispanoamericana, con el notable aporte de la fe cristiana.

De no haber contado con Isabel y su elevada iniciativa, no conoceríamos hoy los frutos de la enorme riqueza cultural hispanoamericana y de buena parte de occidente. A ella le debemos —en gran medida— lo que somos, nuestras tradiciones, la lengua, la fe cristiana (ciertamente más protagonista en el pasado) y nuestra concepción del ser humano, dotado de trascendencia espiritual y una dignidad inherente. Estos principios -que con tanta pasión se esforzó en promover- necesitan más que nunca de personas comprometidas que los revitalicen, en un mundo que abandona lo propio, aquello que le otorga sentido y vitalidad a su existencia.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Controversia, el lunes 30 de noviembre del 2020.