A río revuelto, ganancia de pescadores

Juan Pablo Zúñiga H. | Sección: Política

Históricamente, el desdén por la clase política entre la ciudadanía se ha puesto de manifiesto en mayor o menor medida, dependiendo del nivel de eficiencia, o ineficiencia, del trabajo de los “honorables”. A nadie le queda duda que la máxima de las charlas motivacionales para el mundo corporativo “triple E: eficiencia, eficacia, excelencia”, no es parte de la filosofía de trabajo de buena parte de nuestros congresales. Sí, nuestros, colocados en sus cargos por todos los chilenos, de manera que, ante tanta irresponsabilidad emanada desde el Congreso Nacional durante este último tiempo, cabe a todos los chilenos reflexionar sobre cuál ha sido nuestra cuota de participación y responsabilidad en este año que quedará marcado en nuestras memorias.

Durante este 2020, cuyo comienzo parece datar en octubre de 2019, ciertamente hemos escuchado y leído frases como “el peor congreso de la historia”, “un congreso con 3% de aprobación no representa a nadie”, “grotesco espectáculo de esquizofrénicos irresponsables, saltimbancos y cobardes”, todas ellas clara señal de que la acumulada desconfianza por la clase política pasó de ser un simple desdén a ser una verdadera repulsión. Claro está que la clase política en ejercicio el 2020 no surgió por generación espontánea. Así mismo, el siniestro plan demoledor de la extrema izquierda y la pérdida de rumbo y cobardía de la derecha oficialista no fueron frutos del “malévolo 2020” sino que venían incubándose hace más de una década. De la misma manera como en la ficción de C.S. Lewis, “El Gran Divorcio”, una entidad insistía en aferrarse a una conducta dañina o “pecado de estima”, representado por una lagartija roja que le impedía la regeneración y transformación, un sector de la ciudadanía, insistiendo en mantener abierta una herida omnipresente en la sociedad chilena durante décadas, consiguió este 2020 su objetivo: no solo frenar el avance de Chile como sociedad sanando definitivamente los fantasmas del pasado, sino, cual yaga purulenta, hacerla reventar, contaminando todo a su paso.

De la misma manera como Lao-Tze enseñaba que los grandes cambios comienzan con pequeñas acciones, podemos pensar, de manera análoga, que grandes acciones no tienen un efecto duradero. Cual dique que al perder su barrera de contención destruye todo a su paso para luego todo volver a la calma pero con un evidente rastro de destrucción, este año hemos visto cómo se ha desatado con gran fuerza la destrucción de la retroexcavadora conducida por el FA y el PC, con la venia de la izquierda, y el amén de la derecha oficialista. Sin embargo, este despliegue de fuerza tiene sus horas contadas. Dentro del propio FA ya comienza a verse no solamente la fractura de una ideología que nunca existió, con la salida de algunas de sus agrupaciones y rostros emblemáticos, sino que, y como todos intuíamos, comenzaron a mostrar su verdadera cara al reconocer abiertamente su viraje hacia el PC, alianza de la cual nada bueno puede surgir. No es necesario ser un experto, sino tener un mínimo de sentido común y conocimiento de la historia chilena de los últimos 80 años como para saber que cuando el PC de Chile entra en acción, el fruto siempre es el mismo: destrucción y muerte. Sin embargo, si bien su modus operandi y resultados son siempre nefastos, son de corta duración, hasta que, nuevamente alguien decide darles un “perdonazo” permitiendo que, cuales parásitos, reinicien su ciclo destructivo.

En todo el caos que ha sido este largo año, no todo ha sido negativo. Hemos visto cómo las circunstancias difíciles hacen personas fuertes: miles de chilenos que en medio de la destrucción y ante las dificultades impuestas por las restricciones a sus libertades producto de las medidas sanitarias del gobierno, han sabido salir adelante. Así mismo, la nueva derecha ha ganado más fuerza, tornándose cada vez más sólida, con nuevos grupos de formación, centros de estudio y presencia creciente en la esfera pública, cubriendo todas las aristas ideológicas y de principios que la derecha oficialista negligentemente descuidó durante las últimas dos décadas dándole terreno a la izquierda. “A río revuelto, ganancia de pescadores”. En el río revuelto y torrentoso que ha sido la historia reciente de nuestro país, no es la Nueva Derecha la que gana, sino quien ha salido fortalecido para así hacer de Chile el verdadero vencedor.