De esquizofrenias e irresponsabilidades

Juan Pablo Zúñiga H. | Sección: Política

La clase política actual, particularmente la que está en ejercicio en el congreso, y algunos ayudistas en el ejecutivo, poseen la gran virtud de ser como “El Rey Midas”, pero, al contrario: todo lo que tocan no se convierte en oro sino en algo inútil; todo lo que tenía de virtuoso nuestro país, con sus naturales defectos, “la joya” de América latina, el país de la región con mayor ingreso per cápita, menores índice de desigualdad y mayor libertad económica, se han dedicado a destruirlo sistemáticamente. Sin embargo, esta capacidad única de destrucción no es novedad: ha sido un proceso gradual, silencioso en su comienzo, lo que se remonta a los años 90’, para ser cada vez más ruidoso y descarado en su forma (graficado maliciosamente, por el señor aquél, como la “retroexcavadora”). Y lo más triste, el producto del instinto destructivo. Quisiéramos todos los chilenos que este proceso hubiese llegado a su paroxismo en octubre de 2019. Lamentablemente, no es así.

Panem et circenses. Pan y circo, la vieja fórmula romana de apaciguamiento de las masas. Los festivales ofrecidos podían durar meses. La clase política chilena nos está ofreciendo un espectáculo digno del Circus Maximus o del propio Coliseo, siendo la irresponsabilidad el alma que anima la fiesta. La diferencia radica en que llevamos años en la “festividad de lo inaudito” en el Congreso Nacional, las victimas siendo despedazadas en el foso son los millones de chilenos, la algarabía que clama por sangre son los miles de irresponsables que claman por rasgar la Constitución Política y destruir la institucionalidad. ¿Y el pan? El pan, cada día más escaso. El mismo pan que a 37.000 familias les hacía falta, igual número de tramoyistas de este gran circo, funcionarios públicos y operadores políticos sin la más mínima empatía por el sufrimiento de otros conciudadanos, cuales parásitos no dudaron en devorárselo. Tal vez estos inescrupulosos no tardaron en apoderarse de este bono porque era dirigido a la “clase media”, también llamados de “burgueses” por los fanáticos de la extrema izquierda, clase media tan despreciada por ciertos sectores, de manera que arrebatarles el bono era simplemente un “acto de justicia social”. En este circo en que las ironías, los sin sentidos, y principalmente el populismo y la falta de inteligencia sobran, los políticos se ríen en la cara de la ciudadanía. Los mismos parlamentarios del Frente Amplio y el Partido Comunista que hace meses clamaban que la gente estaba pasando hambre, en un solo período ganan lo mismo que en 100 AÑOS de trabajo recibiría un funcionario que recibe el sueldo mínimo. En la práctica, no se han bajaron sustantivamente sus sueldos, ni una sola marraqueta fue donada, solo se auto-donaron sus sueldos. Y a todo esto, algunos de los lemas de su colectividad dicen “viva la gente” o “firme junto al pueblo”. El chiste se cuenta solo.

A nadie le queda duda que estamos frente al peor congreso de la historia, sin embargo, las actitudes esquizofrénicas de los otrora llamados “honorables”, consiguen superarse a sí mismos a cada día. Los que antes celebraban y sacaban el mayor dividendo político por cada bono que era ofrecido durante el gobierno de “la señora”, son los primeros en criticar y tildar de insuficientes el festín de beneficios que se ha entregado este año, los que han sido elogiados inclusive por el Banco Mundial. En medio de la discusión presupuestaria, no dudan en recortar recursos para Carabineros de Chile aludiendo que sus implementos antidisturbios (gases lacrimógenos y otros elementos disuasivos, nada de armas letales) atentan contra los DD.HH., sin embargo, guardan silencio y justifican cuando sus amigos de la CAM, haciendo uso de armamento de guerra, asesinan a diestra y siniestra a Carabineros y civiles en la Araucanía sin miedo de ser acusados por el INDH y sin preocuparse de ser llevados a la justicia. Los mismos que enarbolaban banderas por la educación, no dudan en recortar el presupuesto para colegios emblemáticos de alto rendimiento, sin reducir ni un ápice los fondos destinados a organismos internacionales y ONG nacionales de dudosa agenda programática. Los mismos que han hecho carrera criticando la generación de riquezas y acumulación de capital, cada uno posee grandes propiedades, verdaderas mansiones, ilegítimamente registradas para evadir impuestos durante décadas. Por otro lado, buena parte sus colegas oficialistas deambulan por el congreso como almas en pena inundadas de miedo en un constante y obsecuente amén. Ya no hay debate, sino simplemente un “sí señor”; la “derecha oficialista” ya no argumenta, simplemente vota junto con la izquierda. Son todos uno en este gran espectáculo.

No siendo simpatizante de las izquierdas, en medio de este grotesco espectáculo creo no ser el único que se pregunta dónde quedaron aquellos políticos de la izquierda chilena cuyos discursos, si bien opuestos a mi ideario, como ejercicio intelectual valía la pena escucharlos; dónde quedaron aquellos que poseían un cierto nivel de respeto. La realidad en el Congreso Nacional hoy es muy diferente: discusiones a garabato limpio entre parlamentarios en los pasillos del Congreso Nacional; parlamentarios disfrazados de payasos, bailes, máscaras, verdaderos Saltimbancos, y performances dignas de la casa de orates son pan de cada día. Espectáculos hechos por personajes políticos cual bufones en los matinales es cotidiano. Todo bajo el gentil auspicio del fisco, que lo mantenemos todos los chilenos.

En definitiva, ¿Qué aporta al país la clase política en ejercicio hoy? Nada, sólo dolor de cabeza, gasto, división y destrucción. Por un lado, un oficialismo cobarde; ministros que entran, ministros que salen. ¿Gobernabilidad? Nula. Por el otro, la oposición, una izquierda irresponsable y destructiva. ¿Qué bueno puede salir de ello? Entre tanta esquizofrenia e irresponsabilidad, el futuro se ve preocupante. Siendo así, ¿cómo salir de esto? Fórmulas puede haber muchas, algunas de ellas, radicales, sin embargo, sólo a través de una mudanza profunda de mentalidad es que los cambios pueden ser duraderos. Sólo a través de la recuperación del respeto al individuo y a la libertad de este, colocando a Chile primero, la internalización por parte de cada ciudadano sobre el sentido de responsabilidad y los deberes que este tiene para con la sociedad y, teniendo en mente que cuando este prospera, la nación prospera con él (y viceversa), sólo así, la cordura y el ejercicio responsable de la dirección de Chile volverán a reinar en nuestra patria.