Corrección de curso inmediata

Juan Pablo Zúñiga H. | Sección: Política

Cómo olvidar aquellas travesías espaciales realizadas por los transbordadores Enterprise, Columbia, Challenger, Discovery, Atlantis y Endeavour. En sus viajes al espacio, y de vuelta a la Tierra, una parte importante durante la navegación era lo que se conoce como “corrección de curso”. Para corregir el curso son necesarios, en esencia, tres elementos: un destino u objetivo, un sistema de orientación y navegación, y el empuje. En la difícil operación de retorno a la Tierra, un error en la corrección de curso podía llevar a que la nave fuese catapultada hacia el espacio por las fuerzas gravitacionales, impidiendo su entrada a la Tierra y, lo que es peor, corriendo serio riesgo de quedar a la deriva.

El miedo es una de las armas más poderosas, y las “izquierdas” han sabido utilizarlo muy bien, de manera sutil y también explícita, en todos aquellos países que han tenido, y tienen, la desdicha de haber caído en las garras del socialismo o que están en vías de éste. Chile muy bien supo del sabor de la “hiel roja” durante el gobierno de la Unidad Popular. Cuando creíamos que ya habíamos olvidado aquel sabor amargo, los mismos que pretendían imponer la “revolución con empanadas y vino tinto” están de vuelta con un proceso revolucionario con añejo sabor marxista, pero igualmente destructivo y muy eficiente en lo que realmente sabe hacer bien: llevar a nuestro país a la debacle.

El miedo paraliza. Chile está paralizado de miedo infundido por la izquierda golpista y su séquito de ayudantes, de entre los cuales destacan pléyades de jóvenes (y otros no tanto), muchos de ellos profesionales, otros simplemente analfabetos funcionales, que en posiciones de influencia y poder en todos los ámbitos juegan irresponsablemente a la revolución haciendo uso de argumentos pseudo-intelectuales, para derrumbar “ese sistema injusto” que paradojalmente les permitió avanzar en la vida, y del cual hoy mismo usufructúan. La derecha está paralizada de miedo. Su proceso de parálisis progresiva comenzó durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet (inclusive antes) a través de concesiones ideológicas, luego agudizándose, y finalmente haciéndose evidente el 18-O. Paralizados por el miedo, Chile y la “derecha” oficialista están siendo empujados por la izquierda a un punto de no retorno, de manera que si no se hacen las correcciones de curso necesarias, podríamos lamentar una catástrofe que, en el mejor de los casos, demorará décadas en ser solucionada, y en el peor de ellos, nos puede dejar a la deriva y engrosar la lista de los “estados fallidos”. Lamentablemente la catástrofe no está lejos: estamos en un Estado con mínima gobernabilidad, un Congreso irresponsable y de una ignorancia repugnante, miles de chilenos desempleados, inmigración descontrolada (incluso cambiando el aspecto demográfico de varias comunas del país), éxodo masivo de grandes empresas cuya confianza había sido ganada con décadas de trabajo duro, sequía -que debería ser motivo de preocupación- pero que no se le ha dado la importancia crítica que merece producto del populismo desatado y la fiebre constitucional. La lista es larga y desmoralizante.

La derrota durante el plebiscito fue un remezón que debía haber despertado del miedo a la “derecha” oficialista. Pero no lo logró: simplemente empeoró su nivel de obsecuencia. Sin embargo, la otra derecha, constituida por libertarios, diversas entidades en formación y nosotros los republicanos, no solamente lideró la campaña del “rechazo” sino que, y aunque el oficialismo no lo reconozca, asumió el liderazgo de la derecha chilena. Los tiempos difíciles hacen surgir a grandes líderes que no pasan de ser simples ciudadanos, pero que tienen la capacidad de ver con claridad el desafío que hay al frente, entender lo que hay en juego y asumir la noble tarea de conducir; en otras palabras, guiados por un ideal común, son ellos, nosotros, los capaces de corregir el curso de una nación.

Siendo así, los elementos para corregir el curso de Chile deben estar absolutamente claros en nuestro sector. Se necesita, en primer lugar, un objetivo: salvar Chile. Para ello, a corto plazo, es indispensable lograr la mayor representatividad posible en la Convención Constituyente, es decir, personas con sentido común que visen a Chile primero; así mismo, a mediano y largo plazo, no perder de vista las próximas elecciones, principalmente la presidencial, pero no con ambición de poder, sino más bien con el deseo de construir el proyecto país basado en el respeto a la familia, la vida, la propiedad privada y la libertad, para que cada ciudadano pueda desarrollarse plenamente. También es necesario un sistema de navegación, una brújula que guíe y oriente. En este sentido, qué mejor guía que el amor por Chile, los principios republicanos, la sabiduría y la verdad, de los cuales, estos dos últimos emanan de Cristo, quien no solamente es la Verdad (San Juan, 14:16), sino también “como Hijo de Dios, no es otro más que la sabiduría misma de Dios” (On the Happy Life, St. Augustine’s Cassiciacum Dialogues). 

Finalmente, necesitamos el empuje, tal vez la más difícil de las tareas: por una parte, porque tenemos un proceso constituyente liderado por la extrema izquierda caracterizada por su violencia, arrogancia y juego sucio, que desde el día siguiente del Plebiscito Constitucional ha cambiado las reglas del juego, declarando explícitamente su objetivo de “coartar toda posibilidad de participación de la derecha en el proceso constituyente”. Para ello ya han sacado su “carta bajo la manga” sobre los cupos reservados, promover la modificación del quórum de 2/3 y quién sabe qué otras trampas tienen preparadas, además de tener la Constitución Política escrita de antemano. Por otra parte, la “derecha” oficialista no solamente sigue cerrada en su obsecuencia rindiéndose a cada capricho de la izquierda, sino que, sabiendo que como Gobierno ya fracasaron, insisten en este juego infantil de acusar de divisionista a la verdadera derecha, la cual, una vez más, está dispuesta como siempre a sacrificarse por Chile. Y es justamente ese el gran combustible que nos da el empuje, el esfuerzo desinteresado colocando la Patria primero, sin ambiciones de poder.

Tenemos nuestro objetivo claro, nuestra brújula perfectamente calibrada, la fuerza y el ímpetu suficiente para corregir el curso de Chile ahora. Tenemos el capital humano para ello, aquel 22% que sabía muy bien lo que estaba rechazando el 25 de octubre de 2020, lo que nos distingue del 78% que no tenía conocimiento de lo que estaba aprobando. Que el miedo, la desidia y la obsecuencia de la derecha oficialista no nos empuje a quedar a la deriva junto con ellos mientras la izquierda le arrebata a Chile su destino y su libertad. Por el contrario, seamos líderes recordando la máxima “Non ducor duco”, no somos conducidos, nosotros conducimos.