Qué pasó con Piñera

Cristián Heerwagen | Sección: Política

Todos nos preguntamos esto, ¿cómo es posible que un gobierno que llevaba 19 meses en funciones se haya derrumbado?

Piñera fue electo por una mayoría absoluta y al mes de asumido en su cargo ya estaba siendo juzgado duramente por sus opositores sin que nadie lo apoyara, me incluyo.

Hay que recordar que muchos votamos por él, también me incluyo (pero sólo en segunda vuelta ambas veces). Una gran mayoría votamos por él porque consideramos que la alternativa era peor; nunca le hemos creído, pero queremos a nuestro país.

¿Acaso Piñera carece ganas de ser Presidente? No, tiene muchas ganas. Lo demuestra la cantidad de veces que ha aparecido en las cédulas electorales y el hecho que haya llegado dos veces a la primera magistratura.

¿Acaso Piñera no tiene suficientes atribuciones para ejercer su cargo? No, tiene las mismas que casi todos los Presidentes desde el año 1925. Que algunas veces no las haya usado o las haya mal usado, es otro cuento. Él es el Jefe de Estado y su autoridad se extiende a conservar el orden público interno y la seguridad exterior; en ambas cuestiones no ha ejercido su cargo a cabalidad, ejemplos sobran. Esta autoridad emana de las normas legales vigentes y del hecho de haber sido electo.

Respecto a esta demostración de falta de interés en hacer cumplir la autoridad, de la que está legítimamente investido, los romanos hubieran dicho que constituye una falta de potestas; es decir, él ha estado siempre facultado para hacer cumplir la legislación vigente y, en forma inexplicable, no lo ha hecho.

Entonces, repito, ¿qué pasó con Piñera? Después de mucho darle vueltas al tema he llegado a la siguiente conclusión: él carece de auctoritas, concepto romano que no tiene una palabra en español que sea equivalente. Es equivalente a la autoridad del padre, que cuando se ejerce, es aceptada con amor y admiración por el hijo pero en el caso de Piñera, él no tiene ni nunca ha tenido la capacidad moral para convencer a la población en general de sus decisiones trascendentales para el país; gran parte de sus decisiones no son aceptadas, unos las repudian y otros las toleran. Casi nadie las acepta con el corazón y el convencimiento íntimo.

En primer término, no podemos esperar que, por más que él afanosamente lo pretenda, quienes no votaron por él le crean un ápice.

En segundo lugar, que es lo más grave, y es donde aparece a todas luces que carece de auctoritas, Piñera nunca ha tenido la fortaleza ética de convencer a la mayoría de sus propios votantes. De haber sido así desde el mismo 18 de octubre, miles de chilenos lo habrían defendido a ultranza dada la gravedad de los hechos que estaban ocurriendo; nada de eso ocurrió.

Estoy cierto que los opositores al Gobierno vieron esto desde el primer día que asumió su cargo y sólo tuvieron que esperar su oportunidad para atacar.

Si el sector del país que quiere el bien no se sacude de políticos que carecen de auctoritas, estaremos condenados a sufrir graves consecuencias.

No podemos seguir eligiendo autoridades a las cuales no defenderemos en caso de que se vean amenazadas o que se amenace al país.

Las cosas y personas son los que son y no lo que nos dicen y tratan de imponer; cuando nos imponen lo que no queremos, sucede lo que estamos presenciando en Chile.