Bala loca

Iván Poduje | Sección: Política

Yasna Yaupe tenía solo 18 años cuando fue asesinada por una bala loca mientras tomaba té con su familia en su casa de La Pintana. Al igual que Baltazar Díaz de solo 9 meses o Jorge Ramírez que murió defendiendo a su hijo, Yasna quedó atrapada en el fuego cruzado de bandas de narcotraficantes que han crecido como un cáncer en la zona sur de Santiago, el norte de Talca o los cerros de Viña del Mar.

Pero lo más terrible, es que la muerte de Yasna ni siquiera fue tema de debate. No motivó marchas, cadenas en matinales o proyectos de ley con su nombre. Parece que nos hemos acostumbrado a que en ciertas comunas sea normal morir por una bala loca, y hemos naturalizado que las escuelas públicas deban hacer operaciones Deyse para proteger a los niños de tiroteos, algo inconcebible en el colegio donde soy apoderado y que también está en Santiago.

Ese es el verdadero drama de nuestras ciudades. No es solo la segregación, sino que la indiferencia con que tratamos las tragedias que ocurren en periferias o regiones alejadas. En esos paisajes grises donde los viajes al trabajo duran horas, los liceos de excelencia se apedrean, las calles se llenan de rejas y las personas se mueren lentamente por la contaminación por leña, generando menos empatía que los pingüinos de Humboldt en los defensores del medio ambiente.

En estos territorios invisibles se libraron las batallas más duras del estallido idealizado. Fue ahí, y no en Las Condes o la Comunidad Ecológica, donde ardieron las estaciones de Metro, y se saquearon pequeños negocios que destruyeron miles de empleos. Fue en estas comunas olvidadas, y no en Ñuñoa o en Provi, donde jóvenes de origen modesto se enfrentaron con sus trajes de Carabineros y primeras líneas, mientras eran aleonados por artistas que nunca arriesgaron nada y que ahora exigen plata al Estado para pasar el mal rato.

La pandemia también se ensañó con la ciudad de Yasna. Además de sufrir más contagios y fallecidos, se postergaron inversiones muy necesarias como el “Plan Integral El Castillo” de La Pintana o las nuevas líneas de Metro que se retrasaron para reparar las que fueron destruidas y que algunos califican como “cosas materiales” con una insensibilidad que indigna. A ellos les digo que también son materiales los proyectos habitacionales que no se hicieron y cuyos destinatarios debieron migrar a los campamentos que han surgido en Lampa, Alto Hospicio o Copiapó.

Cualquier líder de opinión debiera exigir que estos temas sean prioridad, pero no hay caso. Son tratados con la misma indiferencia que generó la muerte de Yasna solo porque ocurren fuera del Santiago moderno. De la ciudad de los 15 minutos donde se está pariendo el nuevo Chile justo y bueno, que tiene a nuestra elite en éxtasis, y al resto de los mortales pasándola cada día peor.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera, el sábado 27 de septiembre del 2020.