Un proyecto constitucional casi desconocido

Gonzalo Rojas S. | Sección: Política

Si llega a ganar el Apruebo y se elige un órgano para redactar una nueva Constitución, las miradas sobre ese proceso -desde la derecha- se dividen entre los que piensan que sería posible conseguir un texto moderado, y los que consideran que nos enfrentaríamos a una demanda maximalista por parte del PC y del FA, exigencia que arrastraría a todo el resto de la izquierda.

Yo me encuentro entre los segundos.

Más que dar argumentos sobre el modo en que hoy se comportan las izquierdas -actitudes que cualquier buen observador tiene muy claras- parece conveniente entregar aquí un antecedente poco conocido, pero que puede resultar decisivo.

Se trata de las bases para un proyecto constitucional que Gabriel Salazar diera a conocer el 2012 en su notable libro “Los Movimientos sociales en Chile.”

Salazar es un historiador inclasificable: muy prolífico, marxista independiente, verbalmente muy creativo, gurú de muchos en el Frente Amplio, profeta del 18 de octubre.

Al concluir las más de 500 páginas de “Los Movimientos…” y a partir de su análisis sobre los marginados, sobre los mestizos de la montonera, Salazar hace una declaración que cobra plena actualidad hoy:

Si se hurga en ese cúmulo residual y se enlistan una a una las deudas constitucionales empantanadas allí, es posible entonces configurar con ellas un programa constituyente alternativo. Y si se deducen sus contenidos de fondo y la lógica soberana que surge desde allí, se tiene entonces entre manos un conjunto de premisas históricas para construir, en base a ellas, la Constitución política que, en justicia ciudadana, le correspondería a Chile. Si esa constitución, articulada sobre la base de las deudas constituyentes de la historia, corresponde o no a los problemas nacionales que es preciso resolver hoy, es algo que le corresponde decidir, naturalmente, a la misma ciudadanía. Pero es deber de un historiador social anotarlas y enlistarlas. Que es un deber académico, por cierto, pero también, y por sobre todo, un deber ciudadano.

O sea: hay una soberanía auténticamente popular con la que se tiene una deuda nunca pagada. Corresponderá a los movimientos sociales que expresan la fraternidad de los marginados entre sí, darle al país una nueva Constitución que pague esa deuda.

En las próximas semanas iremos mostrando en qué consistían los planteamiento de Salazar en ese 2012 y veremos cómo mantienen plena vigencia y total conformidad con las aspiraciones frenteamplistas y comunistas. Y entenderemos la extrema gravedad de su postura.