Para saber reflexionar

Joaquín Muñoz L. | Sección: Política

Siempre que he publicado un artículo con motivo de las Fiestas Patrias, éste ha tenido como fin instar a celebrar, pero de una manera adecuada, es decir, dándole a la celebración el significado trascendente que ésta debe tener. No por nada, uno de estos artículos llevaba por nombre “Para saber celebrar”.  No obstante, este año será muy difícil escribir para instar a celebrar, aunque haya motivos y se den buenos argumentos.

Celebrar en medio de una crisis sanitaria mundial no es fácil, tampoco lo es después de meses de un movimiento insurreccional que ha dañado inmensamente a quienes dice defender y al país en general.  Si a lo anterior, agregamos que nuestra clase gobernante está completamente decadente, o sea, no es capaz de llevar a nuestra Patria por el camino correcto, entonces, el ánimo de celebración no tendría por qué estar presente. No obstante, desde otra perspectiva, cabe celebrar, aunque no necesariamente sea criterioso. Tal vez sea más preciso pensar en homenajear a quienes hicieron posible el nacimiento de nuestra Patria como república independiente y a quienes les siguieron en la tarea de su engrandecimiento. Ellos no pueden ser olvidados, merecen que se les recuerde, se les homenajee y se les proyecte en el tiempo. Estaríamos entonces ante la necesidad de un acto más conmemorativo que festivo.  

Con innumerables restricciones para las actividades sociales y con recursos escasos, sin fondas y sin muchos actos cívicos, en estas Fiestas Patrias, las celebraciones serán pocas o ningunas y las conmemoraciones, sólo algunas. Sin embargo, no podemos hablar de días perdidos, siempre que pensemos desde el patriotismo, porque estos días son una gran oportunidad para la reflexión sobre nuestra amada Patria, sin duda, habrá tiempo y muchos estímulos adicionales (reportajes en los medios de prensa, música ad hoc en radios y canales de televisión, etc.). Movidos por el incierto proceso político que sufrimos y el compromiso con nuestro amado Chile, podremos ver con facilidad cuáles son las interrogantes y sus respectivas respuestas.  También saldrá, con facilidad, el diagnóstico general de todo lo que estamos experimentando.

Una primera reflexión debería ser sobre por qué ha habido tanto desorden, tanto desacato a la autoridad. Los últimos treinta años han sido años de cultivo de la desobediencia. Los gobiernos de izquierda, incluidos los dos de Sebastián Piñera, han hecho lo imposible por conseguir que no manden los padres, los profesores y las autoridades, que no mande nadie. Todo esto se nota en el creciente desorden social y el debilitamiento del Estado de Derecho. La subversión de octubre, la insurrección de la CAM, el narcotráfico y el desacato a las medidas sanitarias, representan sólo algunas manifestaciones de este proceso de descomposición social.  La disciplina social de antaño no habría dejado tantos muertos por el covid 19. Lo más preocupante es que son los jóvenes las “manzanas podridas de este proceso”, o sea, quienes irán paulatinamente tomando el control del país.

Una segunda reflexión debería ser sobre las consecuencias de esa campaña deconstructivista de la izquierda mencionada en el párrafo anterior. Las consecuencias están a la vista: jóvenes indolentes y también ya no tan jóvenes, la campaña lleva muchos años. Por una parte, nuestro pueblo mostró su entereza y compromiso al “ponerse” con la Teletón; los grandes empresarios han juntado gigantescas sumas de dinero, muy por sobre lo que se habían propuesto sus dirigentes; en los barrios, edificios y condominios, ha habido gente que se preocupa de ancianos y enfermos, inclusive de las mascotas ajenas; aparecieron las ollas comunes, y muchos particulares anónimamente han actuado por cuenta propia repartiendo alimentos. Sin embargo, este ejemplo de compromiso contrasta con la irresponsabilidad de quienes organizan eventos, se niegan a usar mascarillas o a informar de posibles contagiados. Notoriamente, quienes están en este grupo de gente son personas jóvenes, ya formadas sin un adecuado principio de autoridad, y que cuentan con el ya habitual aporte extranjero al desacato a la autoridad, un ejemplo de esto son quienes se han negado a los controles sanitarios. Una mención aparte se merece el sacrificio del personal de salud y de las Fuerzas Armadas y las policías, que contrasta con el egoísmo de la ANEF, cuyos dirigentes se opusieron a volver a trabajar y cuyos asociados no han pagado ningún costo, contrastando así con los trabajadores del sector privado… se mandan solos. El sindicalismo coaptado por la izquierda sacó sus garras.

Una tercera reflexión tendría que ser sobre nuestra clase gobernante. Es aberrante la deslealtad con que la oposición se ha comportado en momentos tan complicados para el país, inclusive originando situaciones para sacar ventajas malsanas. El ridículo “Acuerdo por la Paz y Una Nueva Constitución” es el ejemplo sublime de esta deslealtad. Si el Gobierno debe enfrentar desorden social, quien firma con él un acuerdo por la paz es quien provoca el desorden social o quien se aprovecha de su debilidad, teniendo como objetivo imponer su programa de gobierno, pese a que éste perdiera en las urnas, o sea, algo “muy democrático”. El escaso profesionalismo con que la prensa, salvo excepciones, informa es vergonzoso, todo con tal de beneficiar al “Apruebo”. Los parlamentarios que violan leyes y normas o que dicen que no las cumplen, los alcaldes faranduleros, los fiscales y jueces que trabajan según sus gustos personales, son expresiones de la decadencia de nuestros gobernantes. Del Gobierno, mejor no hablar.

Son innumerables los motivos para reflexionar, por ello, resulta imposible referirse a todos. Como última reflexión que debería estar presente en estas Fiestas Patrias, está preguntarse cómo cambiar la situación descrita.  Aunque difícil, no es imposible. Debemos explicar de qué se trata cada grupo político, o sea, debemos informarnos.  Luego de estar preparados podemos empezar a actuar dentro de nuestro círculo cercano. Hay grupos políticos que desconocen la naturaleza trascendente del ser humano, por ello, les incomoda la idea de patria, pues, la Patria es, ante todo, un bien espiritual. Estos grupos atentan constantemente contra las tradiciones, las instituciones, los símbolos patrios y todo lo que puede sustentar este hermoso bien que tanto aborrecen. Entre estos grupos, están todos los de filiación marxista, hoy también llamados progresistas, o sea, la izquierda en pleno, además, hay otros grupos que por oportunismo o cobardía se alían con ellos o los dejan hacer y deshacer.

Estamos en momentos difíciles, pero, en el suceder de las generaciones, ha habido quienes nos dejaron una ruta trazada que sólo debemos proyectar. No estamos solos. Debemos decidirnos a actuar. Este año, no celebraremos como otras veces, tampoco podremos conmemorar, pero sí podremos reflexionar para saber cómo actuar, para sacar de nosotros las mismas fuerzas que sacaron quienes nos preceden, para ser sus dignos sucesores y para defender y engrandecer Chile. Debemos rescatar la idea trascendente de patria, debemos aprender más de Chile porque mientras más lo conocemos más nos comprometemos con su destino y el nuestro.  La Patria no es un ente ajeno, somos nosotros mismos: la suma de muchas y variadas personas que comparten una misma herencia y que la proyectarán a quienes les sucedan. Dicho esto, vivamos estas Fiestas Patrias, pero no olvidemos reflexionar.