Panacea

Adolfo Ibáñez S.M. | Sección: Política

La discusión sobre la Constitución nos devuelve a doscientos años atrás, cuando todos pensaban que lo primero para lograr un ordenamiento político era dotarnos de una Constitución, ojalá lo más sabia posible. Entonces se ensayó de todo: las ilusiones y las ideologías estuvieron en el centro de los debates y las luchas entre los bandos. Se sucedieron varias constituciones en pocos años, hoy conocidos como los de la anarquía. Y nadie se preocupaba de cumplirlas cuando contrariaban los intereses de cada grupo. Pero al menos se dictaban pensando que serían una panacea para hacer surgir un país ideal.

Hoy día, en cambio, la discusión inmediata no apunta a un modelo determinado. Son muy pocos los que aventuran anhelos elevados que se materializarán misteriosamente por virtud de un ejercicio racional. Los más decididos impulsores de esta se guardan muy bien de concretar sus ideas matrices porque están empeñados en destruir el orden político antes que nada. La izquierda, y particularmente la más extrema, ha estado en este predicamento desde siempre.

Y debido a este ocultamiento tenemos una discusión desparramada en muchos temas puntuales que poco tienen que ver con un marco institucional superior, y que le dan el tono populista al presente debate. Además, soslayan completamente los tradicionales vicios de los políticos que mantuvieron arrinconado y empequeñecido al país desde fines del siglo XIX hasta 1973.

Lo de la ilegitimidad de la Constitución actual es un tema de estos últimos años, planteado al mismo tiempo que la ex-Concertación renegó de sí misma. Se echaron por la borda las reformas realizadas y los cuarenta años de vigencia. Y salvo cambiarla, no se plantea nada específico en su reemplazo: es el ocultamiento deliberado para mantener cohesionado al mayor número posible de grupos en torno a esta idea. Ojo, marginalmente, y de modo incidental, políticos de izquierda manifiestan que se apunta a cambiar radicalmente el orden actual para acercarnos lo más posible al modelo venezolano del socialismo del siglo XXI. ¿Acaso ignoran los políticos de derecha y de centro que se han plegado a esta ola de cambios que es la izquierda la que pone la música y determina el baile?

La diferencia con los sucesos de hace dos siglos radica en que entonces se era cándido. Hoy, en cambio, se trata de una lucha dura por el control total de la sociedad, que pasa por la destrucción del orden que nos ha beneficiado por décadas. La panacea actual trae mucho contrabando.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio, el lunes 14 de septiembre del 2020.