La victoria pírrica del coronel Longueira

José Tomás Hargous F. | Sección: Política

En unas semanas tremendamente noticiosas para la Unión Demócrata Independiente (UDI), uno de los hitos políticos más interesantes fue el retorno del coronel de la UDI, Pablo Longueira, a la vida política chilena. En una entrevista en El Mercurio el domingo pasado, retornó del exilio con una propuesta política de alto calibre para Chile Vamos: Cuadrarse con el Apruebo para elegir para la Convención un grupo fuerte de defensa de la Constitución, de sus principios e instituciones fundamentales, con el objetivo de resguardar las ideas de derecha que están consagradas en nuestro Código Político. Además, su plan incluye su propia postulación como convencional por San Bernardo y sus intenciones de pelear las elecciones internas de la UDI. 

Aunque inicialmente se interpretó como un espaldarazo a Joaquín Lavín, y que al parecer la UDI no aceptó su propuesta, pienso que debemos tomar en serio la operación política de Pablo Longueira, porque está muy bien pensada y da muestra de una gran astucia política por parte de un ex senador y ex candidato presidencial que articuló su carrera política presentándose como alguien que defendía principios y no intereses. Pienso que desde el punto de vista estrictamente electoral la operación Longueira puede ser un acierto, pero finalmente, desde el punto de vista verdaderamente político, constituirá una victoria pírrica. Como diría Jack el Destripador, vamos por partes.

Longueira parte del presupuesto de que, si bien el Rechazo ha ido en aumento de forma explosiva, perderá de todas formas el próximo 25 de octubre. A partir de eso es que propone 1) cuadrarse con el Apruebo y 2) poner todos los cartuchos en la Convención. Al cuadrarse con el Sí, lo que busca –dice– es neutralizar a los violentos de extrema izquierda y boicotear la intención de la oposición de transformar el referéndum en un plebiscito sobre la gestión de Sebastián Piñera. Al mismo tiempo, intenta legitimar a la derecha a la hora de preparar una nueva Constitución y llevar a las mejores cartas a la Convención Constitucional. Es decir, lo que busca el coronel es la “mejor” alternativa para defender las ideas de la derecha, votando a ganador.

Reconociendo que la propuesta es astuta, tiene errores políticos de gran calibre. En primer lugar, dar por supuesto que el Rechazo perderá el plebiscito, y para evitar una derrota proponer que, aunque el corazoncito de Chile Vamos esté en el Rechazo, con el lápiz marque Apruebo dentro de la urna. A fin de cuentas, lo que hace es deslegitimar a la derecha en el debate constitucional, censurando a quienes genuinamente han optado por rechazar este proceso mal diseñado, incierto y caro, y que prefieren reformar la institucionalidad según las formas prescritas por la Constitución vigente. Por eso, los chilenos que en este momento quieren votar Rechazo, ya sean parte del voto oculto o lo hayan expresado abiertamente, son incentivados a desechar la posibilidad de impedir este proceso constituyente –dando por cumplido el pronóstico electoral del coronel–, siguiendo los cantos de sirena de Pablo Longueira. De esta manera, lo que ocurrirá finalmente –en el caso de cumplirse la operación del ex ministro de Economía– es que, si bien la derecha tendrá la oportunidad de obtener un resultado positivo en la Convención, no estará legitimada a la hora de escribir el proyecto. Al contrario de lo que cree el coronel, lo que ocurrirá es que, en caso de cumplirse sus pronósticos –quedar divididos el Apruebo y el Rechazo entre un 85% y un 15%–, la lectura política será que la centroizquierda habrá logrado llevar más votantes a la urna y finalmente aplastado a una centroderecha políticamente irrelevante. Para legitimar a la derecha en la Convención lo que creemos más razonable es justamente trabajar por que el Rechazo logre una votación alta, para lo cual es necesario convencer a la gente moderada de que no es conveniente, inteligente ni justo tirar al tacho de la basura 30 años de nuestra historia donde distintas generaciones se esforzaron mancomunadamente por un país mejor.

La operación Longueira tiene, asimismo, el grave error de ser políticamente deshonesta. El mismo político que condenaba en 2013 la asamblea constituyente, el mismo que hoy quiere defender los contenidos de la Constitución vigente, decide por razones electorales tirarla por la borda y reemplazarla por una parecida. Esto además supone otra falencia del diagnóstico del ingeniero comercial –compartida por los promotores de una “Constitución liberal”–, a saber, que la Convención estaría compuesta por gente moderada, que redactará una Constitución sensata, lo que se puede descartar rápidamente al ver a quiénes siguen apoyando el Apruebo a estas alturas del partido.

En síntesis, la interesante propuesta del coronel de la UDI en realidad deja a la derecha en el peligro de caer en la irrelevancia, como lo hiciera al apoyar a Eduardo Frei Montalva en 1964. Citando a José Agustín Muñiz –aunque en el sentido opuesto que le asigna él–, si la derecha sigue a Pablo Longueira terminará por cometer “un suicidio en defensa propia” y, a fin de cuentas, una victoria pírrica. Los errores políticos de este plan pueden pasar desapercibidos por enfocarnos en su pragmatismo. La derecha no sólo quedaría en un complejo escenario a la hora de entrar a la Convención, sino que lo haría bajo el manto de la deshonestidad, porque ni Longueira ni la derecha quieren una nueva Constitución. Y todo, por actuar bajo supuestos que nadie puede asegurar: la supuestamente arrasadora victoria del apruebo y la composición moderada (de centro y sensata) de la Convención… algo muy poco probable dada la polarización que enfrentamos en estos días.

Creemos mucho más honesto y políticamente coherente jugársela por el Rechazo, aunque con apertura a reformas institucionales o sociales. Si creemos que nuestra Constitución se inspira en nuestros principios y que éstos son justos, y vemos que peligra su permanencia, debemos rechazar y no “aprobar pero no de cero”. Tal vez no sea viable desde el punto de vista electoral, pero evitará la desaparición de un sector político que aún tiene mucho que aportar a nuestra Patria cuando ésta se encuentra en riesgo. Quienes comprendemos la política como la actividad encargada de buscar directamente el bien común y la vida buena de los habitantes de nuestra Patria, y no la búsqueda del poder por el poder, no podemos obnubilarnos por la tentación de obtener resultados electorales beneficiosos a costa de claudicar lo que creemos correcto. A final de cuentas, los distintos eventos de las últimas semanas nos confirman con desazón que el partido que fundara Jaime Guzmán en 1983 ya no es ese reducto defensor de principios trascendentes sino una maquinaria de poder.