La locura constitucional

José Carlos Meza | Sección: Política

Entré a la página de la Comisaría Virtual, para sacar un permiso especial y así poder ir al supermercado; al llegar a este la fila era enorme, de más de 3 cuadras, porque dejaban entrar grupos pequeños. Al ingresar me tomaron la temperatura, me exigieron usar correctamente la mascarilla, y yo por precaución lavé mis manos con alcohol gel que ellos tenían dispuesto.

¿A esto se refiere Patricio Santa María cuando dice que ir a votar el 25 de octubre será igual que ir al supermercado? Lo que al parecer no sabe el Presidente del Consejo Directivo del Servel es que al supermercado solo va un integrante de la familia, que yo puedo ir a comprar por mis padres, o que incluso puedo en una sola compra traer cosas a algún vecino que lo necesite; cosa distinta es votar.

El grave problema acá son las profundas contradicciones que la política tradicional tiene sobre este tema. Izquierdas y derechas nos dicen que hay que ir a votar el 25 de octubre, que todo estará bien, que será una “fiesta de la democracia”, que no habrá nada que temer. Son los mismos que impulsan una acusación constitucional (extemporánea por lo demás) contra el Ministro que propició las condiciones suficientes para que nuestro país sea uno de los que mejor ha manejado la pandemia; si, los mismos que nos decían que debíamos mirar a Argentina, que allá estaban haciendo las cosas bien, con su cuarentena total e indefinida, que hoy los tiene con las peores cifras en coronavirus y economía.

Es que resulta insoportable que el mismo político que te dice que no puedes invitar más de 5 personas a tu casa, que no puedes enviar a tus hijos al colegio, que te tienes que quedar encerrado el fin de semana completo (o la semana completa) te diga que está bien que vayas un domingo a aglomerarte durante horas a un local de votación. Justo para eso si están las condiciones, para nada más.

Uno empieza a sospechar de esta clase política cuando todos están de acuerdo. Se pusieron de acuerdo el 15 de noviembre para decirnos que todo se resumía en cambiar la Constitución; de pronto ya nada era culpa de ellos, sino que de la Constitución… demasiado conveniente, pero dejémoslo pasar. Se pusieron de acuerdo en abril para posponer el plebiscito, el 19 de marzo a un día de iniciada la cuarentena en algunas comunas de Santiago, y con solo 104 casos activos en el país. Y hoy se ponen, nuevamente, de acuerdo para decirnos que están dadas las condiciones para realizar el plebiscito, cuando llevamos 6 meses de cuarentenas dinámicas, cuando en el país hay 1600 casos activos, cuando hay regiones completas en una deriva total producto de la pandemia, como lo es Magallanes.

Es legítimo sospechar de toda esta “nueva normalidad”, es legítimo estar el contra de esta locura a la que nos tienen sometidos, en donde ir a votar un plebiscito que solo interesa a los políticos está permitido, pero ir a visitar a tus padres para el 18 de septiembre es un pecado mortal, un crimen de pena capital. Juntarse 6 en una casa está muy mal, pero juntarnos 1000 en un colegio para votar está super bien. ¿Quién los entiende?

A toda esta incertidumbre sanitaria se suma la incertidumbre económica e institucional, las altas cifras de desempleo (las reales, no las maquilladas que nos muestra el INE), las proyecciones pesimistas de recuperación económica y la debacle familiar que significa no saber cuándo volverás a trabajar. Claro, a los políticos de siempre esto no les afecta, cada 19 su sueldo es depositado íntegramente, sin descuentos, sin suspensiones, aunque lleves meses sin siquiera responder un correo de tu trabajo. Así es muy fácil.

Lo único cierto es que cuando la ideología busca anular la realidad, esta le golpea en la cara. Más temprano que tarde los políticos tradicionales deberán abrir los ojos y admitir que este plebiscito no debe hacerse, ni este 25 de octubre ni nunca. No lo necesitamos, no lo queremos.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Controversia, el lunes 21 de septiembre del 2020.