La genialidad de la hoja en blanco

Martita Fresno y Julio Dittborn | Sección: Política

Durante noviembre pasado, mientras el país ardía en la violencia irracional, la izquierda convenció a la derecha de que había que ofrecerle al país una convención constituyente que redactara una nueva Constitución, partiendo de una hoja en blanco. Una genialidad de la izquierda que la derecha aceptó. Con esa decisión se borró de un plumazo la Constitución de 1980. Además, se acordó que cualquier cosa que se escribiera en la hoja en blanco —la nueva Constitución— debía ser aprobada por los 2/3 de los votos de los constituyentes.

Es probable que ni la izquierda ni la derecha obtengan los 2/3 de los constituyentes. Eso, a nuestro entender, significará una nueva Constitución insípida, con gusto a nada y que solo contendrá aquellos temas en que la izquierda y la derecha estén de acuerdo, entre ellos, todas las promesas populistas que se aprobarán por abrumadora mayoría. Por ejemplo, los derechos a todo (“derechos sociales”), que no se cumplirán por falta de presupuesto público.

Así, los temas importantes de la Constitución de 1980 se borraron cuando se aprobó hacer una nueva en una hoja en blanco, y no podrán ser incorporados a la nueva Carta Magna si no se tienen los 2/3 de los votos de los constituyentes. Entre estos temas están: que el Estado esté al servicio de la persona humana y no al revés; que el Presidente tenga iniciativa exclusiva de gasto público, lo que garantiza una economía sana; un Banco Central autónomo, que nos brinde control de la inflación; un Tribunal Constitucional, que resguarde que las leyes respeten la Constitución; el derecho a la vida; el derecho preferente de los padres a educar a sus hijos, y el derecho de propiedad, por citar algunos.

Algunos ingenuos creen que estos temas se negociarán y se pondrán en la nueva Constitución. No vemos esa negociación. La izquierda no se interesa en reponerlos y la derecha no tiene con quién negociar. En consecuencia, creemos que ello no ocurrirá. Además, la izquierda preferirá que estos temas importantes no queden en la Constitución, sino que pasen a ser leyes simples que se puedan cambiar en el Congreso por simple mayoría.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente como carta al director a El Mercurio, el miércoles 02 de septiembre del 2020.