El síndrome de los pantalones sueltos

Mauricio Riesco V. | Sección: Política

Respiramos un aire contaminado por las divisiones, las frustraciones y la desesperanza. Nada de esto es designio de Dios o de la fortuna. Hoy en Chile tenemos un mal gobierno y un gran país. Nuestra misión es reemplazarlo democráticamente para recorrer una nueva senda de unidad y progreso para Chile”. ¿Su autor? ¿Podría ser alguien de la oposición? ¿Desbordes, por ejemplo? O aquel otro señor que ahora se llama “socialdemócrata” habiéndonos informado antes “yo me defino como bacheletista-aliancista; a la Presidenta francamente le creo, le creo todo”. Pero no. Ni uno ni otro. Lo escribió nuestro actual mandatario en una carta con la que encabezaba su programa de gobierno, haciendo referencia al de la señora Bachelet que le antecedió (parece que él no le creía nada). Su programa lucía esperanzador, y daba confianza cuando terminaba su mensaje con una exclamación potente: “¡Arriba los corazones, porque vienen tiempos mejores!” El 54% de los ciudadanos le creyó, aunque conviene recordar que la alternativa en la segunda vuelta era aún peor. La paradoja fue que, al poco andar, llegamos a lo mismo que tratábamos de evitar: divisiones, frustraciones y desesperanza… y pensar que no era fea la carta esa.

Claro, nunca se ha visto un programa de gobierno tímido, modesto o desprovisto de promesas impactantes. Es la carta de presentación del candidato, pero es la misma con que lo crucifican al término de su mandato si no ha hecho nada de lo prometido. Por eso se recomienda ser más cuidadoso que generoso con lo que se escribe. Y en este caso, en los hechos faltó cuidado y en las letras sobró generosidad. Es evidente que el asunto no ha funcionado como esa mitad de Chile esperaba.

Por su parte, desde hace tres años la oposición entera ha estado buscando revancha, está dolida y no ha sabido ni querido enfrentar su derrota en las últimas presidenciales. Pero lo que no entiendo es porqué tanto castigo y ataque al gobierno; ni el pan ni el agua le da. Es que parece que la izquierda pendenciera y sus socios de siempre aún no se han dado cuenta que, a pesar de su fracaso electoral, son ellos los que están gobernando el país. De hecho, hoy vivimos en un terruño que navegaría a la deriva si no fuera por la oposición que controla el timón, (difícil saber qué pudiera ser peor, si lo de la deriva o lo del timón).

Una peligrosa combinación de temor y entreguismo es la que ha provocado el desgobierno en que vivimos, y no exenta la mezcla esa, de corrupción en las distintas instituciones del país. Porque, cómo se puede interpretar, si no, el manifiesto y prolongado quebranto del Estado de Derecho en la Araucanía, mientras quienes tienen la responsabilidad de poner término a esa situación observan impávidos a los de la zona sufrir la pérdida de vidas, casas, cosechas, máquinas de trabajo, con las permanentes asonadas terroristas; y si es que accidentalmente se deciden a apresar alguno de los criminales, se les dan beneficios especiales que no tienen los demás reclusos; (“colega” le decía el Ministro de Salud a uno de los delincuentes beneficiados; era Machi de su tribu. Solo así se entiende que habiendo estado en huelga de hambre, haya subido unos cuantos kilitos de peso). Cuatro intendentes han debido pasar en tres años por la Araucanía los que, en promedio, no han alcanzado a estar ni siquiera un año en el cargo. ¿Y cómo debe entenderse, asimismo, que entre el 18 de marzo y el 31 de mayo 13.321 presos, un tercio de los reclusos del país, hayan salido de prisión por decisión de la autoridad competente antes de cumplir sus penas, y todo con la excusa del Coronavirus? Así lo informó a inicios de junio la fiscal judicial de la Corte Suprema, Lya Cabello; de Punta Peuco, ninguno. Son inmortales. Y el resultado de ello era previsible hasta por un impúber: un incremento del 41% de los delitos en lo que va de este año según lo revelan las cifras de la Fiscalía Nacional. Otro dato: desde el 18 de marzo pasado los robos con homicidio aumentaron un 120% en la Región Metropolitana.  

Nuestro querido Chile sufre hoy sus desdichas callado, demasiado callado diría. Duele verlo envuelto en la situación caótica y altamente explosiva a la que se ha llegado. Es la “Satanocracia”, ese nuevo sistema de gobierno que soportamos ya por siete años seguidos, el que nos ha ido hundiendo y como en el plebiscito al que nos han convocado para unas pocas semanas más no nos preguntarán si nos gusta o no, ya empieza a ser urgente practicar un exorcismo al país entero. Y sobrarían los acólitos dispuestos a ayudar. En todo caso, para el ritual se debe tener presente que toda el agua bendita no será nunca suficiente a menos que sea asperjada simultáneamente con el rezo del lema de nuestro escudo nacional. En Chile ese nunca ha fallado para expulsar demonios. De hecho, equivale a una jaculatoria que, cuando se la reza con piedad y valentía, siempre da buenos resultados. El problema es saber quién, teniendo las facultades (y agallas) para hacerlo, pudiera dirigir el ceremonial porque hoy en día son muchos los que están padeciendo aquel síndrome tan vergonzante, el de los pantalones sueltos lo llaman; y, así como se ve la cosa, parece que el brete ese será indefinido y sin cinturones capaces de sostener firme aquella prenda, aunque algunos de sus dueños hagan el ademán de ponerla de vuelta en su lugar. Por mientras, es la izquierda la que está haciendo uso de esa segunda opción que consagra nuestro lema nacional.  

¿Tiempos mejores? ¡No! Claramente no. Satanocracia, eso sí. Esta nueva modalidad de gobierno permite, además, que los derechos humanos de los delincuentes, de los terroristas, de los subversivos, agitadores, insurrectos, narcotraficantes, saqueadores, etc., sean resguardados inmejorablemente desde el histórico Palacio Wilson en Ginebra, a orillas del paradisíaco Lac de Genève. Y nuestras autoridades se cuidan de no contrariar a la señora que los tutela para el mundo entero desde allí. Lo que no deja de ser curioso es que aquellos tan apreciados derechos siempre se extinguen en la puerta de Punta Peuco; no han podido nunca trasponerla. Hoy tenemos unas Fuerzas Armadas agraviadas con más de cien de sus miembros muriendo en aquella cárcel por el gravísimo e imprescriptible delito de haber salvado al país del comunismo. (Me parece obvio que por ahí no podrían llegar los tiempos mejores que nos prometieron).

Pero entonces, ¿por dónde esperarlos? ¿De la derecha política? ¿Qué? La que hoy se autodenomina “centro-derecha” es un triste remedo de lo que fue la verdadera derecha, a secas, sin centros. Parafraseando a Winston Churchill habría que decir “Algunos hombres cambian de partido por el bien de sus principios; otros cambian de principios por el bien de sus partidos”.

Desconozco si el Presidente acepta algún consejo ocasionalmente, pero yo solo le pediría que haga uso de su memoria para evitar la repetición de lo que hizo Frei Montalva y sus parlamentarios cuando entregaron el gobierno al marxismo, habiendo podido evitarlo sin contravenir ni en una coma la Constitución. Aún es tiempo de impedir la repetición de aquel desastre que nos tocó sufrir cuando la vida del país quedó dentro de un barril de pólvora y con la mecha encendida, aunque apagada, al fin, por la súplica nacional a nuestras Fuerzas Armadas justo antes de la explosión (curiosamente, entre los suplicantes había varios socios de la izquierda, de esos navegantes que siempre buscan cobijo bajo el solcito que más les abrigue, dondequiera que lo encuentren).

Debemos estar vigilantes porque los sediciosos están con hambre y prontos a tirar toda la carne a la parrilla, ellos saben que oportunidades como ésta no se dan a cada rato. Sin embargo, también es cierto que en los momentos de tribulaciones siempre aparecen líderes bien capacitados para encabezar un necesario exorcismo nacional. Y ahí está puesta nuestra confianza y el futuro de Chile. Ayudemos a nuestro actual gobierno a terminar lo mejor posible su período esperando la llegada de aquel día grandioso. “Hoy en Chile tenemos un mal gobierno y un gran país. Nuestra misión es reemplazarlo democráticamente para recorrer una nueva senda de unidad y progreso para Chile”.