Actualidad de Rafael Gambra

Jorge Soley | Sección: Religión

Poco antes del inicio de mis vacaciones veraniegas me llegó el último número de la revista Verbo, que incluye un cuaderno dedicado al centenario del nacimiento de Rafael Gambra. El número es muy completo y poco puedo añadir para glosar la obra y la figura de tan notable pensador.

Recuerdo la primera vez que apareció su nombre en mi vida como autor de aquella Historia sencilla de la Filosofía (debía de estar yo en 3º de BUP o en COU), magistral síntesis que no ha envejecido un ápice. Luego vendría el impacto de El silencio de Dios, libro insoslayable. Y la lectura de sus artículos, principalmente los aparecidos en las páginas de Verbo.

No esperaba pues grandes sorpresas de un autor que conozco, pero ocurre siempre con quien ha pensado a fondo que, aunque sea conocido, uno puede descubrir comentarios o matices que le llaman especialmente la atención y encuentra iluminadores para el momento presente. Es lo que me ha ocurrido al leer los artículos de Gambra, sumamente enjundiosos, publicados originalmente en El Pensamiento Navarro durante la década de los 70.

Allí he encontrado, entre otras, la advertencia de que la pretensión de neutralidad del orden social y político es un engaño (¿quién lo puede dudar a la vista de la ingeniería social que constituye la tarea principal del Estado actual?). O también cómo ya en 1978 Gambra señalaba el meollo de la cuestión: considerar “la naturaleza humana ilimitadamente transformable” y creer que “la organización y la técnica del hombre pueden, y deben, modificar el orden de las cosas de raíz, según un ideal revolucionario”. Y esto cuando aún no estaba de moda hablar, por ejemplo, de género.

El artículo titulado “Sociedad abierta o sociedad cerrada” me ha resultado muy iluminador, empezando por la trampa de la carga ideológica de ciertas palabras que no es otra cosa que lo que hoy llamamos corrección política. No me resisto a reproducir algunos párrafos:

Ante estas dos expresiones o ante estos dos calificativos aplicados a la sociedad, nadie dudaría hoy en elegir como lo bueno, justo y deseable la sociedad ‘abierta’. Se trata, ante todo, de un reflejo condicionado de carácter lingüístico. Sabido es que uno de los medios más eficaces para la ‘autodemolición’ que se opera en nuestra civilización es sustituir el pensar por slogans, es decir, por términos con carga emocional prefabricada.”

“La fuerza atractiva del término apertura supone la previa concepción de las instituciones, costumbres, leyes, creencias, etc., de la sociedad en que se vive como un muro que se alza ante el individuo cerrándole la visión y la libertad, muro que es preciso horadar o destruir.”

“Parece, sin embargo, que cuando grandes aberturas hemorrágicas se producen en un organismo ha de reconstruirse el tejido y suturar la herida con la rapidez posible, y que cuando las aperturas o grietas de un edificio comprometen su estabilidad es preciso reforzar sus pilares y muros maestros.”

El cuaderno se completa con un artículo de Danilo Castellano que glosa el pensamiento de Rafael Gambra, otro de Miguel Ayuso sobre su tradicionalismo y otro de Julio Alvear sobre la actitud de Gambra frente al progresismo y la crisis de la Iglesia. Finalmente se reproducen tres prólogos a obras de Gambra: el de José Mª Pemán a La primera guerra civil de España, (“en el que aparece esa continuidad histórica de nuestras guerras que tanto aclara el sentido y definición de España y la realidad providencial de su quehacer histórico”), de Francisco Elías de Tejada a Eso que llaman Estado y el de Gustave Thibon a El silencio de Dios.

La sensación tras leer este cuaderno es que Rafael Gambra todavía tiene mucho que decirnos y es de gran ayuda para comprender en sus causas últimas los problemas que enfrentamos.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Infocatolica, el martes 01 de septiembre del 2020.