Reflexiones escolares sobre la cuarentena

Mari Letelier | Sección: Educación

Tanto se ha hablado y se puede hablar de todo este proceso, desde fines de marzo hasta hoy, en que “don coronavirus” ha sido el protagonista, por derecho propio o invocado como “ayúdeme usted compadre” para sacar beneficios políticos.

Yo me remitiré a mi experiencia de profesora jefe en un 3º básico de niños hombres en un colegio particular pagado. ¿Qué se puede decir? Dos semanas en marzo para “conocer a los niños”, el aviso ministerial que se suspenden las clases y la vorágine que vino después, cuando montaron un colegio en línea y pasaste a ser la “miss jefe” por Zoom. Las dificultades tecnológicas al por mayor, transversal al nivel socioeconómico del colegio en cuestión, el acostumbrarse a estas cuarentenas que variaban cada 15 días y sobre todo la disponibilidad 24/7 que cambiaba 100% el escenario educacional.

Han pasado ya varios meses, los dos primeros con muchos ajustes y contención, tanto a las familias como a los niños.

Pero les quiero comentar sobre esta última semana: ya se entregaron los informes de desempeño (sin nota), los comentarios personales (de lo que buenamente podemos observar), la mayoría de los niños ya se maneja en la plataforma, asisten a las clases on line; en fin, podemos decir que hay una cierta rutina instalada, que nos permite tener una visión más general, que no sé si podemos extrapolar a todas las familias.

En mi caso particular, tuve feriado el 16, 17 y lunes 20. Martes y miércoles jornadas de re-re- (y quizá otro re) planificación y capacitaciones. Hoy me conecté de nuevo con mis niños de 3º básico y a todos nos alegró mucho vernos… Antes, nos veíamos todos los días; sin embargo, a los profesores nos costaba más retomar la rutina después de días de descanso y –por mucha vocación que tengamos- no nos entusiasmábamos tanto a la hora de encontrar, cada día, a los niños en la sala (¿o algún profesor piensa lo contrario?) ¿Qué pasó entonces?

Mis respuestas, bien personales y quizá muy reducidas, son:

1. Los niños han pasado meses en sus familias, están en su ambiente, con sus valores y dinámicas propias, sin “el qué dirán” de los compañeros, ni tampoco, a veces, las presiones sociales a las que están más sometidos los papás. Ya no importa si tus zapatillas son las “top” o tu celu el último modelo. Eso ya no es tema.

2. La vida familiar ha cambiado. Normalmente, sin pandemia, los hermanos se veían en la mañana al desayuno, en el auto camino al colegio, en el recreo si se equivocaron de colaciones, en el almuerzo si son muy cercanos, en el deporte a las 17 horas si coinciden en sus gustos, nuevamente en el auto (del turno seguramente) y, ya cansados, en la casa para hacer las tareas, comer, ducharse y preparar el día siguiente. Hoy, los hermanos juegan entre ellos, se divierten como nunca, encontraron al “amigo” en el hermano, y eso crea lazos para siempre.

3. Las clases, ya sea en plataforma o virtuales, no son interrumpidas por el día a día (desde el inspector que viene a ver el corte de pelo, o el profesor de fútbol a entregar las invitaciones para el campeonato, o la pelea del recreo que debes resolver tú), por lo que el contenido tiene toda la hora asignada para él.

4. Y entonces, en esa clase virtual, en ese video o cápsula, puedes educar en todo el sentido de la palabra, enseñar valores, presentar ejemplos de héroes y santos, encender a los niños en amor a Dios y a la Patria… y ellos están ansiosos de escucharte. Un 21 de mayo, un 9 y 10 de julio, en que les muestras que esos héroes que fueron chilenos de carne y hueso como ellos, llegaron a ser héroes porque se vencieron, sin rendirse… lo mismo que a ellos, nuestros niños, les toca en el día a día. Prat luchando contra su salud endeble, sus dificultades en la Escuela Naval, echando de menos a su familia porque a los 10 años vivía en régimen de interno; su participación en la guerra con España y, finalmente, su heroísmo en el Huáscar… todo eso se forjó desde pequeño, venciendo dificultades que nuestros niños del 2020 pueden entender porque las sufren: tienen que vencer la “lata”, el no entender por qué no ven a sus compañeros y familiares, y tantas otras dificultades que, bien guiadas, les darán una fortaleza que los hará grandes. Y la gran ventaja, proveniente de la situación que nos ha tocado vivir, es que cada familia puede inculcar virtudesa sus niños, sin necesidad de contrarrestar lo “políticamente correcto” del ambiente, porque están protegidos de éste.

5. El contacto con la muerte (suena terrible escribirlo, pero muchos de nuestros alumnos han perdido abuelos u otros parientes) también ha sido educativo. Las familias han tenido el tiempo de explicarlo y hacer el duelo, cosa que en la vorágine del día a día, muchas veces no se hacía, además de comprender mejor el sentido de trascendencia de la vida humana (bien explicado, puede ser entendido por niños desde los 8 años).

Alguien, al leerme, puede pensar “la perdimos”. Pero debo aclarar: No me gusta la cuarentena y espero con ansias el momento de volver a la normalidad (por favor, no la del 18 de octubre), pero creo que es muy valioso sacar los aprendizajes para esta época, y si ésta se alarga, y aún no hemos empezado a valorar lo simple, la vida familiar, la educación como cada familia la estima conveniente (sin imposiciones  “políticamente correctas” del exterior) es el minuto de hacerlo hoy.

En comparación con generaciones anteriores, nuestros niños podrán tener, en este sentido, muchísimas más oportunidades de crecer en un ambiente sano y con la formación que sus padres quieren para ellos 

Y después, cuando todo vuelva a la normalidad, les pediremos que con este “bonus” que tuvieron, ayuden a levantar un Chile que necesita de muchas manos.