La crisis del pensamiento moderno en el Derecho

Cristián Davis | Sección: Educación, Política

En los últimos años la ciudadanía ha sido testigo impávido de sorprendentes leyes que salen del Congreso Nacional, y las consecuentes aplicaciones por parte de los Tribunales de Justicia, dictando fallos que van en contra de la lógica jurídica, del sentido común y, en definitiva, en contra de la realidad de las cosas.

¿Cómo pudo ocurrir semejante insensatez?

A mi juicio, la respuesta debemos buscarla en la base del pensamiento moderno que se nutre, por una parte, del nominalismo, que niega la existencia de naturalezas específicas que son reales, generando el grave problema y la consecuencia de la disolución de la propia naturaleza humana. Y, por otra, se alimenta del gran error del voluntarismo, que consiste en querer separar del pensamiento el acto de la voluntad del acto de la razón, de manera que la voluntad puede operar por sí misma; es decir, el Voluntarismo supone que puede haber una voluntad independiente o autónoma, que no esté sometida al juicio de la razón, para asegurar así su propia omnipotencia. Respecto de la Ley y su aplicación, los Tribunales de Justicia son voluntaristas, de manera que le dan a las palabras la significación que se les da la gana, conforme a su simple querer, fuera de la razón, rompiendo con la realidad, o sea, le otorgan a las palabras una significación arbitraria y caprichosa. 

Como se puede ver cotidianamente, el pensamiento nominalista y voluntarista en el ámbito jurídico está generando muchos problemas con el lenguaje. Sus seguidores lo están llevando al extremo, dándole un uso completamente arbitrario, convirtiendo al Derecho en un lenguaje autorreferencial, sin considerar la existencia de naturalezas específicas que son reales. Con lo cual se está creando un lenguaje deletéreo que permite a cada cual usarlo, interpretarlo y aplicarlo del modo que más le convenga conforme a su voluntad, aborreciendo del lenguaje jurídico que exige una tipificación exacta de su contenido. 

Así, por ejemplo, el concepto mismo de Autoridad está completamente disuelto, de manera que para el neoconstitucionalismo es plenamente válido que los miembros de un Tribunal tengan más Autoridad que la Constitución Política, que el Congreso Nacional, que el Presidente de la República y que incluso, el mismo Dios. Estos miembros deciden en base a un “principio”, dándole a la palabra principio la significación que ellos estiman -conforme a su voluntad y no conforme a la razón-, negando así la existencia de naturalezas específicas que conforman la realidad de las cosas. Es lo que podemos comprobar, en el fallo de un Tribunal que declaró que una familia compuesta por dos mujeres que participaron de una técnica de reproducción asistida deben ser reconocidas legalmente como madres de su hijo en orden a los derechos de éste.

Ese es el sentido profundo de esta crisis del pensamiento que está afectando seriamente al Derecho, apartándolo de la realidad producto de la ruptura con la misma, siendo esta ruptura sistemática y voluntaria. 

Dicho sea de paso, lo que hemos señalado respecto del Derecho también vale para la Política, la Moral e incluso, para la Religión.

Entonces, frente a esta crisis del pensamiento, que ha ido tergiversando la aptitud, la habilidad y la capacidad de reflexionar, de pensar, y sus funciones de conocimiento, discernimiento y percepción de la existencia y realidad de las cosas, estimo que se hace necesario en forma urgente corregirla, para lo cual hay que descomponer esta forma de pensar y de obrar en clave Nominalista y Voluntarista. En otras palabras, volver a poner en orden el pensamiento, de manera que razón y voluntad actúen de consuno, se embeban y se impliquen siempre, en disposición a aprender y enseñar a pensar correctamente, para aprehender la realidad de las cosas (su naturaleza), la existencia y el Ser, reafirmando la Verdad. 

Así las cosas, estimo que tenemos una gran oportunidad respecto de esta crisis del pensamiento que está afectando seriamente el Derecho. Estamos a tiempo para reaccionar. Sería un gran aporte y ayudaría mucho a su urgente corrección, la decisión de la autoridad universitaria en las facultades y escuelas de Derecho del país, de renovar la enseñanza de una Metafísica sólida, así como del Derecho Natural, como bases del pensamiento jurídico moderno, conocimientos que, por mi experiencia como profesor universitario, sé que los alumnos están ávidos de conocer y aprender.