Dos modelos en disputa

José Tomás Hargous | Sección: Política

Pese a que “no es momento para pensar en la elección”, estamos en una verdadera “temporada de candidatos” y estos días se han posicionado claramente dos candidatos de derecha para los próximos comicios. Uno de ellos es Joaquín Lavín, que si bien no ha sincerado que quiere ser Presidente, se ha definido como “socialdemócrata” y ya está delineando un programa para lo que él llama un “Gobierno de convivencia nacional”. El otro es José Antonio Kast, quien a la cabeza del Partido Republicano se ensalza como la mejor alternativa para enfrentar al socialismo de Daniel Jadue y el populismo del otrora “gallito de pelea”. Lo interesante es que, a diferencia que de otras ocasiones, los dos más probables postulantes de derecha a la Presidencia defienden de forma muy notoria dos modelos de sociedad contradictorios. En ese sentido, en la derecha tendremos dos modelos en disputa. 

Quien escribiera hace 32 años Chile: Revolución Silenciosa en defensa del modelo económico instaurado por el Gobierno Militar, formara parte del grupo de hierro de la Unión Demócrata Independiente (UDI) y enfrentara codo a codo a Ricardo Lagos en 1999 y 2000 enarbolando la “Fuerza del Cambio”, se alza como líder gnóstico —en el sentido que le da Eric Voegelin— al presentar al pueblo de Chile la “oportunidad” –de ganar el Apruebo- de un país mejor, feliz aunque más pobre, que rescate lo mejor de la socialdemocracia europea. Como dijera hace 190 años José Joaquín Prieto a la Convención que reformó la Carta de 1828, Lavín les pide a los convencionales que nos “hagan felices” y nos redacten una nueva Constitución que garantice derechos sociales y dé inicio a un nuevo período de esplendor, inaugurado por un “Gobierno de convivencia nacional”, que nos aleje de la polarización y nos guíe a un nuevo período de consenso. Todo esto, sin reconocer que quiere ser el Presidente que lo encabece. Si cree que esto es una caricatura, lea su columna en El Mercurio de esta semana.

También salido del partido fundado por Jaime Guzmán, José Antonio Kast representa la alternativa conservadora libertaria a Chile Vamos y, según él, también es la mejor carta para derrotar a Daniel Jadue y Joaquín Lavín. En defensa de lo construido y condenando el origen espurio del Acuerdo de noviembre, se alza como uno de los referentes del Rechazo al proceso constituyente y a una nueva Constitución que tire por la borda tres décadas de progreso político, económico y social. A diferencia de Lavín, uno de sus activos es la coherencia y la consistencia en el tiempo de los principios y causas que enarbola: el Estado Subsidiario, la defensa de la vida y la familia, la libre iniciativa en el campo económico, el combate al terrorismo y la defensa del Estado de Derecho, entre otros conceptos inspirados en la visión cristiana del mundo y ordenadores de una sociedad justa, libre y solidaria. 

Sin embargo, a pesar de que acierta en el diagnóstico, creo que con su insistencia en llegar a la primera vuelta está desaprovechando la oportunidad de ser el candidato que le dé unidad a Chile Vamos y tome la posta de Sebastián Piñera. Por distintas razones, al menos desde 2019 las relaciones entre Kast y Chile Vamos son tensas, no obstante, la campaña del Rechazo es una oportunidad para tender puentes. Al contrario de lo que piensa el presidente del Partido Republicano, la mejor opción para sus objetivos es jugarse por participar en una primaria competitiva, que ponga frente a frente a los dos modelos representados por él y por Lavín. Yendo a primarias, Kast tiene la oportunidad en bandeja de hablarle a su público —el de derecha—, mientras que deja a Lavín ante un público ideológicamente divergente y reacio a su programa socialdemócrata. Por el contrario, Lavín tiene todas las de ganar en primera vuelta, mientras que Kast deberá moderar su discurso para convocar a un público más amplio. Su negativa a ir a primarias se debe —dice— a que sería a la medida de Lavín y por lo tanto poco competitiva —como efectivamente fue la de 2017—, lo que en realidad es justamente por su renuencia a participar en dicha elección. En realidad —y así lo confirman las encuestas—, Lavín puede ser derrotado en la primaria sólo por Kast. Además, si persiste en sus intentos de llegar a la primera vuelta, para pasar al balotaje debe enfrentarse duramente con Lavín y, por lo tanto, terminará por dividir a la derecha y, aunque pueda ganar la elección, le será muy difícil recomponer las relaciones y eventualmente gobernar. 

Obviamente, el participar en la primaria implica el grave riesgo de deber apoyar a Joaquín Lavín en el caso de que éste sea el justo vencedor. Pero creo que es un riesgo a asumir considerando que la posibilidad de derrotarlo no es despreciable. Además, en el caso de que José Antonio Kast quede segundo con una escasa diferencia en la votación, puede y debe influir en el programa de Joaquín Lavín, para que éste se oriente a la defensa de los principios de la coalición y no a los de la socialdemocracia. Además, como ya lo hizo Evelyn Matthei, es de esperar que surjan nuevos candidatos (Andrés Allamand, Ignacio Briones, Francisco Chahuán, Mario Desbordes, Felipe Kast, etc.), que no sólo aumentarían la competitividad de la primaria, sino que también pondrán en riesgo el casi seguro triunfo de Joaquín Lavín.

En síntesis, la primaria de Chile Vamos ofrece la interesante oportunidad de poner frente a frente dos modelos de sociedad, representados por Joaquín Lavín —populismo socialdemócrata— y José Antonio Kast —conservadurismo liberal—. Compartiendo el diagnóstico del presidente del Partido Republicano, pienso que de éste se deduce que para derrotar a Joaquín Lavín y a Daniel Jadue lo mejor es que participe en las primarias de Chile Vamos, motivando la competencia y el surgimiento de nuevos liderazgos que potencien los comicios para elegir a quien será el representante de la derecha en la papeleta en noviembre de 2021 y enfrente a Daniel Jadue en su intento por llegar a La Moneda.