Otra de la PUC

Gonzalo Rojas S. | Sección: Educación, Política

Una vez más, el sesgo se hace presente en el modo en que las autoridades de la P. Universidad Católica de Chile abordan una situación difícil.

Como es bien sabido, el 5 de junio pasado el profesor Iván Poduje twiteó: “Nunca más se supo del hambre. Curioso”.

Ese mismo día, en su tweet oficial, con logo institucional, la Universidad Católica acotó: “Respecto a las declaraciones de Iván Poduje, hacemos un llamado a la empatía y al respeto por las miles de familias que están pasando por momentos muy difíciles en medio de esta pandemia. Nuestro trabajo en la Mesa Social busca generar mejores condiciones para estas familias”.

Poco más de un mes después, un twitero, “Felipe Citadino”, se preguntaba “¿Si Sebastián Piñera persevera en hacer un veto al proyecto del 10%, ¿qué escenarios ven probables?” Era una pregunta perfectamente legítima, que el 15 de julio recibió, entre otras, esta respuesta del también profesor Sebastián Gray: “Una guillotina en la Plaza de Armas”. 

Siguiendo el mismo patrón, pero no el mismo criterio, al día siguiente comentó la Universidad en el tweet con su logo: “Las opiniones emitidas por académicos o académicas de la UC son de su propia responsabilidad y no representan los principios o valores de la institución”.

Hasta ahí, cualquier lector es perfectamente consciente de la asimetría con que la Universidad trató ambos casos. Y el conocedor de la diversidad de situaciones personales se pregunta, obviamente, si el mejor trato a Gray tuvo o no que ver con su activismo por la causa homosexual. 

Seguramente, el rector Sánchez recibió críticas en su correo o leyó los indignados tweets de personas que no podían creer tamaño sesgo. Y entonces, en entrevista por youtube, salió a “corregir” la asimetría, y no encontró mejor forma de hacerlo que afirmando: “Tanto Iván Poduje como Sebastián Gray han sido absolutamente desatinados en sus comentarios, tanto el de Poduje sobre las cajas y el hambre, como el de Gray. Lo encuentro un desatino mayor. No sé si es producto de la pandemia, si es producto de salud mental o si están sobre estimulados, no sé. No me identifican ninguno de los dos comentarios y es una lástima que profesores de la universidad emitan eso en Twitter”. 

Como se ve, la “corrección” no hizo más que empeorar la situación. Primero, Poduje fue de nuevo marcado con dos palabras, “cajas y hambre”, mientras que la “guillotina” de Gray pasó oculta. Y segundo, la “corrección” terminó sugiriendo un posible diagnóstico, una grave e inaceptable duda, sobre la salud mental de los twiteros.

Más aún, respecto de la reacción oficial de la Universidad en su tweet, el rector Sánchez afirmó: “De aquí para adelante, el único comentario que tiene la universidad sobre esto es que cada comentario es responsabilidad de cada profesor”. O sea, un claro cambio de criterio: Poduje fue considerado poco empático e irrespetuoso; Gray, autónomo para opinar bajo su responsabilidad. ¿Gray habría sido considerado poco empático e irrespetuoso si hubiese twiteado primero, y Poduje simplemente autónomo para opinar bajo su responsabilidad, si hubiese escrito después? ¿El cambio de criterio fue producto de una maduración respecto de la forma de reaccionar o se produjo por quién era cada uno de los opinantes?

Iván Poduje, legítimamente ofendido, renunció a la PUC; Sebastián Gray, omitió referencias a las palabras del rector Sánchez y recordó que ya había pedido disculpas públicas. 

Por supuesto, quienes hemos vivido injusticias rectoriales en carne propia, recordamos la que efectivamente padeció otro profesor de la Facultad de Derecho, procesado por Marisol Peña y condenado por Ignacio Sánchez, meses atrás, después de que activistas homosexuales siguieran por años sus tweets y lo denunciaran. El profesor en cuestión ni siquiera firmaba con su nombre, pero que haya escrito cosas como “Los del Movilh están picados por la tesis del libro de Fluxá: Zamudio no murió por ser homosexual” o “Piñera dice que va a perfeccionar el acuerdo de unión civil a favor de los sodomitas”, lo llevó a ser condenado.

A usted, a mí, nos pueden parecer bien regular o mal esos comentarios. Al rector Sánchez, en aquella oportunidad, le pareció que el profesor debía responder en un proceso (por supuesto, no se le ocurrió considerarlo fruto de falta de salud mental, porque habría tenido que sobreseer por inimputabilidad).

Hoy, al declarar a Gray responsable de sus comentarios, para Sánchez se abren dos opciones: o se retracta de toda insinuación sobre la salud mental del twitero y, por lo tanto, lo denuncia pidiendo que se abra un proceso en su contra, o solicita que se le haga un estudio médico formal para ver si es necesario declararlo inimputable. Dejar pasar el tema significa impunidad para Gray o grave desinterés por su salud.