El circo de los camaleones es caro y malo

Mauricio Riesco V. | Sección: Educación, Familia, Política, Sociedad

La educación sexual es un derecho humano” (¡otro más!); así nos lo advierte el proyecto de ley denominado Educación Sexual Integral, ESI por sus siglas, que se tramita en el Congreso y que establece normas obligatorias en la materia para que los establecimientos educacionales las apliquen “desde la educación parvularia”, es decir, niños de cuatro años de edad. Así, entonces, de aprobarse esta moción parlamentaria por el Congreso, sería el colegio el que por mandato legal debería inmiscuirse en una responsabilidad de los padres aunque éstos no quisieran delegar su deber a un centro educacional, y aun cuando los padrinos del proyecto piensen que los progenitores no están capacitados para ejercerlo. “Nos obliga la ley”, tendrá que ser la respuesta del colegio ante alguna controversia. ¿Es que por centurias la humanidad habrá estado equivocada? La respuesta hay que buscarla en el artículo segundo de este proyecto de ley que “asume y promueve valores éticos de la vida en sociedad en los que se basa la laicidad: la tolerancia, el pluralismo, la ciudadanía, la justicia, la libertad, la igualdad y la dignidad de la persona”. Lo complementa el artículo tercero al señalar que esta enseñanza pretende “erradicar las discriminaciones basadas en el sexo, orientación sexual, identidad y expresión de género”.   

La que podría ser una desconocida diputada si no fuera porque preside la Comisión de Educación de la Cámara, doña Camila Rojas (Frente Amplio), fue quien presentó el proyecto junto a otros 8 diputados, incluido un UDI que forma parte del grupo de sepultureros de la UDI de Jaime Guzmán, el errático congresista señor Bellolio. Me pregunto ¿Qué hace Bellolio en la UDI? o, mejor dicho, ¿qué hace la UDI en la derecha? Cabría, igualmente, preguntarse si la talentosa iniciativa de estos parlamentarios representa un paso hacia adelante como un aporte al sano desarrollo de la niñez y la juventud, o es uno hacia atrás y lo suficientemente largo como para dejarnos más cerca aún del vacío, al que desde hace tiempo nos están haciendo correr como borregos. Y como los borregos no sabemos nada de “sexualidad, con enfoque participativo, intercultural, de género y de derechos humanos”, como nos advierte el proyecto ese, deben suplirnos los establecimientos educacionales. Y bueno, pensándolo bien, en mi caso efectivamente creo no saber nada sobre la sexualidad con ese sugestivo enfoque y de tan amplio espectro. Lo que sí sé es que éste es un ingrediente más en el cocimiento de la hipersexualización que se está guisando para los niños a una edad en que recién están aprendiendo el silabario. Reforzando el propósito éste, la señorita diputada Rojas nos enseñaba que “la sexualidad como construcción social y la identidad de género, (…) debe ser considerada desde la sala cuna hasta la universidad”. En la ocasión precisó, también, que «La sexualidad nos acompaña desde incluso antes que nacemos, por lo tanto, (…) (los niños) deben cuestionar su ‘identidad de género’ y explorarla para ejercer su ‘derecho a elegir’ si desean ser hombres o mujeres según su autopercepción”. ¿Qué tal la honorable Rojas?  

El proyecto es parte, obviamente, del plan que procura iniciar a los impúberes en el ya muy avanzado objetivo de la corrupción de la familia; el adoctrinamiento para asimilar la Ideología de Género desde muy pequeñitos se hace más fácil aprovechando la ductilidad de la niñez. Hay que embolinarlos con la idea que los padres no tienen autoridad sobre los hijos quienes, en estas materias, son autónomos y libres para experimentar con su sexualidad conforme les den las ganas y les enseñe un colegio. Éste, si bien estaría cumpliendo una ley, participaría en la corrupción de los pequeños en calidad de cómplice. Pero donde los autores del proyecto llegaron al paroxismo de la educación sexual “democrática”, destaco este vocablo, quedó plasmado en la letra g) del artículo dos del proyecto: “los niños, niñas y adolescentes, serán parte activa en la elaboración, evaluación y mejoramiento de los programas de estudio de educación en sexualidad y afectividad”. Bueno, que cada cual eche a volar su imaginación.  “La familia es el manantial de la vida y la primera escuela del niño. De ahí que, si se envenena la fuente, perecerá la nación”, decía el Padre Mateo Crawley Boevey (Obra de Entronización del Sagrado Corazón de Jesús en las casas de familia).

El proyecto éste, lejos de afirmar los conceptos de masculinidad y feminidad de los niños, procura originarles dudas, desconfianza, incertidumbre y titubeos sobre lo que ellos son y lo que podrían ser, lo que prefieren o les gusta, lo que deben y lo que no deben. Además, la moción parlamentaria se funda en los parámetros de la ONU y sus satélites UNICEF y UNESCO (Guía Técnica para la Educación Sexual). Tanto la ONU misma como sus entidades sicarias, usan y abusan de la creencia de que los niños son sexualmente neutros; que no nacen niño o niña sino que “se hacen”. Por eso, en el preámbulo del proyecto se precisa que la “idea matriz” de éste es “establecer su obligatoriedad (…) actualizando la normativa con los estándares internacionales de los derechos humanos”.

Se agrega también que no se debe “transmitir una discusión valórica sesgada, sino otorgarle a la educación sexual una visión laica (…) como seres humanos integrales, respetuosos de la diversidad”. Pero, es obvio que entregar valores “sesgados” implica hacerlo deliberadamente, con pleno conocimiento de lo que se hace, y me pregunto entonces si habrán padres que pudieran maliciosamente educar a sus hijos con valores sesgados. Asimismo, ¿por qué tendría que ser una educación laica si ellos fueran creyentes o el colegio católico? Y el respeto a la “diversidad” no significa compartirla, que parece ser el intento de estos avispados parlamentarios.

Es necesario, además, analizar esta iniciativa como pieza de un gran puzle en el que, aún antes de que se termine de armar, ya es posible advertir la imagen del demonio con una sonrisa socarrona, de triunfo, y portando una hoz en una mano y un martillo en la otra. Especialistas en el armado del puzle han llegado a ser, entre otros, los señores/as del grupo LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersex, más todo lo imaginable) con su poderoso “lobby”. Si se pudiera, esta gente buscaría la derogación de la ley natural para facilitarse la pega. Y, bueno, ya conocemos varias piezas del puzle éste: el divorcio es una; el aborto, otra; el “matrimonio” homosexual vía Acuerdo de Unión Civil, otra más, por mientras se aprueba el nuevo proyecto en trámite; la eutanasia, también en trámite parlamentario; está vigente, además, la muy audaz ley de identidad de género para cambio de sexo y sus consecuentes derivaciones del tema; en fin, esas piezas por ahora, pero que ya conforman parte importante del puzle y la imagen aquella se está dejando vislumbrar cada vez con mayor claridad. “La batalla final entre el Señor y el reino de satanás será acerca del matrimonio y de la familia”, afirmaba Sor Lucía, la vidente de Fátima en una larga carta enviada al Cardenal Carlo Caffarra, entonces Arzobispo de Bolonia (Italia). 

En fin, después de ver y leer tanto desvarío de los honorables del Congreso, me pregunto si no será ya hora de instalar un “Punto Limpio” al interior de las dos salas de éste, tal como lo hacen las municipalidades para separar los residuos caseros. En un primer saco, pondríamos los payasos con perturbaciones mentales serias, esos que viven disfrazados y saltan las rejas del edificio para entrar estando la puerta abierta, las que se esfuerzan por volar con capas de colores vistosos al interior de la sala durante las sesiones y los que aparentemente sin perturbaciones se hacen los locos; en otra bolsa los ¿ex? terroristas, los de la izquierda profunda, con el PC encabezando el grupo e incluidas aquí también las que asisten encapuchadas a las sesiones y todos los que le aplauden el show; y en un tercer fardo los ineptos que han salido elegidos con algo más que los votos familiares pero que, desvergonzados, meten bulla como si fueran primeras mayorías. Quizás si todos crean ser buenos payasos pero en las galerías solo se llora, nadie aplaude, nadie se ríe con ellos, menos cuando se ha debido pagar -y se sigue pagando- un alto y obligado valor por el espectáculo. Son malos como payasos y tóxicos como parlamentarios. Si el circo de los camaleones es caro y malo, mejor cambiarlo por un “Punto Limpio”, creo yo.

Pero, debemos ser ecuánimes. Lejos del punto limpio de cada sala, y separados por una considerable “distancia social” de aquellas tres grandísimas bosas, en un lugar de honor y ocupando las pocas sillas de la sala bien asignadas, quedarían los verdaderamente honorables, los que trabajan, los que quieren a Chile, los que no ensucian sus conciencias ni el alma nacional votando leyes inicuas y contra natura como esas que autorizan los cambios de sexo a pedido, las yuntas de un mismo “género”, el asesinato de inocentes antes de nacer, y otras que terminarán con los restos de nuestros valores sociales. ¡Chapeau!

No permitamos que la retroexcavadora del senador Jaime Quintana (PPD), esa que presta a quién la pida, siga derrumbando lo que aún queda del Chile glorioso que fue. Pocas personas se atreven a hablar de “decadencia”; es un término fuerte, duro, grave. Pero hagámoslo sin temor. Santa Catalina de Siena nos advertía “¡Basta de silencios! ¡Gritad con cien mil lenguas! porque, por haber callado, el mundo está podrido”.