Vigencia del heroísmo

Joaquín Muñoz L. | Sección: Historia

Normalmente, se piensa que una efeméride no es más que algo del pasado que, aunque importante, no tiene más vigencia que la dada por algunos nostálgicos. No obstante, hay efemérides cuya vigencia no está dada por nostálgicos u otro tipo de individuos peculiares, un tanto alejados de la realidad. Se trata de acontecimientos portadores de un mensaje que a nadie deja indiferente o, por lo menos, a nadie normal. Como están los tiempos, tal vez decir esto último sea lo acertado. Dentro de este tipo de acontecimientos históricos, sin duda, está el Combate Naval de Iquique.

Todas las habituales y numerosas actividades conmemorativas de esta gesta tan sublime, nos hablan de su vigencia, pero ¿de qué tipo de vigencia se trata? ¿Sólo de recordar por recordar, de un ritual sin contenido, de una burda expresión de lo que fuera el sentido trascendente que tuvo alguna vez nuestra sociedad? ¡No! Se trata de una vigencia con contenido, muy bienvenida en momentos, en que los valores trascendentes de nuestra patria son torpedeados por la pléyade de doctrinas deshumanizadoras, propuestas por los “buenos de la película”, los “progres”. En suma, una vigencia “útil en este momento de definiciones históricas”.

¿Por qué hoy en día es útil el mensaje del Combate Naval de Iquique? Es muy simple. Las sociedades necesitan factores de unidad que aglutinen a sus integrantes en pos de un bien superior. En caso contrario, la disolución está garantizada, traducida ésta en males sociales de todas las naturalezas y magnitudes posibles, por ejemplo, inestabilidad política, falta de diálogo, falta de inversión, pobreza, fuga de cerebros, incluso guerra civil o incapacidad de defenderse de una agresión externa. 

El Combate Naval de Iquique, acaecido el 21 de mayo de 1879, es un factor de unidad no porque sea lindo ver niñitos vestidos de marinos o sea entretenido un día feriado en el calendario, sino porque su mensaje es trascendente y, como tal, siempre vigente. No obstante, hoy es más que nada útil porque es un mensaje que proyecta la idea de un Chile de hermanos frente al accionar de grupos subversivos, cuya última embestida contra los cimientos de la República fracasó, pero están gestando otras. No lo digo yo, lo dicen ellos.

Entonces cuál sería ese mensaje. Vamos por parte, este combate es un hecho de guerra, o sea, un evento en que la sociedad chilena fue llevada al máximo, y, si salimos airosos, fue simplemente porque todos remamos para el mismo lado; una guerra no se gana sólo con buenas gestiones, más bien se gana con mística, con heroísmo y con patriotismo, y finalmente éste es un mensaje de unidad en torno al sentido trascendente de la patria, que resulta fundamental para sobrellevar los momentos tan difíciles que estamos viviendo. Al ver cómo la insurrección ha estado atacando hace años a nuestros héroes y símbolos, podemos comprender cuán importante es el sentimiento de nacionalidad y el patriotismo.

Un buen ejemplo de lo antes dicho es la afrenta al Monumento a Los Héroes de Iquique, acaecida durante el estallido insurreccional. El progresismo pretende borrar de la conciencia nacional este tipo de acontecimientos o, por lo menos, cambiarle su significado, así puede imponer sus referentes. La gesta de Prat y sus marinos fue capaz de volcar a la opinión pública de la época desde la apatía inicial frente a la guerra hasta un fervoroso e incondicional apoyo, inmediatamente reflejado en la gran cantidad de voluntarios que llegaron a los cuarteles, al extremo de que no había dónde ubicarlos. En otras palabras, se trata de un hecho histórico que puede causar daño al progresismo al ser un factor de unidad nacional y un buen referente, por ello, lo detestan.

Debemos aprender de nuestros héroes para poder proyectarnos. Ellos nos han dejado la enseñanza de vivir con valores, de poner a Chile por sobre los intereses malsanos. Un verdadero homenaje a ellos sería reflexionar al momento de tomar decisiones fundamentales para nuestro futuro, pensando con grandeza y dejando de lado las pasiones y los cantos de sirena de personajes que poco o nada han aportado al progreso de nuestra patria.

El capitán Arturo Prat y sus hombres representaban a toda nuestra sociedad; había de todo, unos con muchos estudios, otros sin éstos; unos uniformados, otros civiles; unos aristócratas, otros gañanes; unos profesionales, otros artesanos, etc. Pero, en el fondo, sólo había de un único estamento: todos eran chilenos de verdad y punto.