Obituario para Marcos Mundstock y nuestra Constitución

Gerardo Varela | Sección: Arte y Cultura, Política

Entre tanta noticia pasó casi desapercibida la muerte de Marcos Mundstock, el genial integrante del grupo de música y humor argentino Les Luthiers. Mundstock, con esa voz grave e inconfundible, lideraba al grupo que combinaba diálogos ingeniosos, humor, música y más que algo de sátira política. Han sido para el teatro lo que Quino y su Mafalda fueron para el dibujo. Humor inteligente acompañado de una profunda crítica social.

Nunca olvidaremos sus obras más celebradas, como la denominada “La Comisión”, en la cual un par de políticos le encargan al músico “Mangiacaprini” un nuevo himno nacional. En una sátira a la creatividad estatal para la publicidad, la idea de la Comisión se resume en el nombre de la misma: “Comisión de Mantenimiento y Actualización Permanente de la Canción Patria” o, en jerga estatal que todo lo transforma en siglas: “La COMAPCP”. No se ría, en Chile tenemos el FOGAPE, el SERPLAC y la CAPREDENA, no todas las cuales pueden definirse como instituciones ATC (“a todo cachete”, para los menos versados en siglas estatales).

Por supuesto, como muchas cosas que la política instiga para que haga el estado con la plata de los contribuyentes, la Comisión está formada sólo por camaradas, todos generosamente remunerados; el pretexto declarado con que se crea es enteramente falso e innecesario y el oculto y verdadero es transformar una institución políticamente neutral como el himno nacional en un instrumento de propaganda política para el partido de turno.

Por razones políticas y de necesaria modernización, el himno debe buscar un enemigo nuevo. Las buenas relaciones con España, ya no justifican referirse a ellos como los “godos”. Así los miembros de la comisión discurren un nuevo enemigo, “los noruegos”, respecto de los cuales basta un poco de publicidad negativa para transformarlo en el nuevo archivillano. Tan convincente es la creación de este nuevo enemigo, que el propio Mundstock reflexiona un momento y espeta: “¡Ahora pienso en los noruegos y me da una bronca!”.

Si usted se ríe y disfruta de esta parodia de Les Luthiers, contrástela con lo que ha pasado en Chile. Al igual que Les Luthiers con los noruegos, la proverbial estulticia de algunos de nuestros políticos trogloditas inventaron enemigos que no existían, como el FUT (que nadie sabía qué era ni para qué servía, pero que incluso un ex ministro de Hacienda le dio vida diciendo que la gente le ponía “patitas”); o el lucro, que genera tanto entusiasmo en los individuos con el propio como odio en las masas con el ajeno; o con las AFP, que de extraordinarios multiplicadores de nuestros ahorros se transformaron en culpables de nuestras bajas pensiones. La creatividad de la izquierda para transformar inocentes como el neoliberalismo, el lucro o el FUT, en enemigos de carne y hueso a vencer es admirable. Y lo más increíble y potente de la propaganda es que la gente de la calle termina por pensar en el lucro (ajeno, claro está) o el FUT y le da bronca.

Alguien decía que es más fácil engañar a la gente que convencerla de que ha sido engañada. La satanización de las AFP ya se instaló. A los chilenos, salvo que se despabilen, apoyen al gobierno y a la oposición democrática, la mala política les va a robar sus ahorros y se los va a cambiar por un cheque a fecha contra un banco quebrado, como lo hizo Argentina, paradojalmente, la tierra que tanto querían y criticaban les Luthiers.

Y ahora Chile, extorsionado por la violencia, se prepara para rendir un homenaje póstumo a Marcos creando nuestra propia “Comisión”, se llamará “La Asamblea” y tendrá por objeto actualizar la Constitución para que sea el hogar que nos una y el origen de nuestra felicidad, democracia y prosperidad. O eso es, por lo menos, lo que yo le escucho declamar a los entusiastas promotores de la idea. En este caso, sin embargo, lo dicen en serio, sin acompañarlas con el rictus irónico de Mundstrock ni las risas del público. Por eso yo creo que Marcos nos mirará desde el cielo, se reirá con elegancia y se acordará de ese concurso inolvidable de Les Luthiers: “El que piensa pierde”.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, el domingo 3 de mayo de 2020.