El ideal de los marxistas es el mismo que el de los liberales

Cristián Davis C. | Sección: Política

El seudo filósofo naturalista Jean-Jacques Rousseau alimentó la filosofía política liberal insistiendo en la idea del sacrificio del individuo por la colectividad, siendo la base de su seudo teoría política sobre la “voluntad general”, fundamento de la Democracia Liberal, y que el filósofo Kant transformaría en su “imperativo categórico”, dando nacimiento a su “personalismo individualista Kantiano”, haciendo al mundo “antropocéntrico”.

Para el filósofo Kant el fin de la creación de los seres racionales son las personas mismas, cuya dignidad exige una absoluta autonomía. Marx recoge este pensamiento personalista Kantiano y lo expresa así en su ideología: “ser radical es tomar las cosas por su raíz. Y la raíz del hombre es el hombre mismo…el hombre es la esencia del hombre.”

El traspaso del personalismo individualista Kantiano a la Democracia Totalitaria se hará, según el pensamiento marxista “cuando el hombre individual, en sus relaciones individuales, se haya convertido en un ser genérico y haya reconocido sus propias fuerzas como fuerzas sociales, y él mismo las haya organizado como tales, y, por consiguiente, no separe ya de sí mismo la fuerza social bajo la forma de poder político.” (El Pensamiento Marxista, de Thierry-Maulnier).

Conforme a lo anterior, Marx tiene, evidentemente, una idea del Estado fundada en la filosofía política liberal.

En efecto, para Marx la idea del Estado no es el equivalente a la sociedad política, sino a una organización represiva policial al servicio de la clase beneficiaria del régimen socioeconómico. 

Este instrumento, es decir, el Estado, está llamado a desaparecer cuando las tensiones sociales provocadas por la división de clases hayan caído por su propio peso al transformarse el hombre individual en hombre genérico, un colectivo. Este ser mítico y, por lo mismo, utópico, se convierte, por delegación, en el beneficiario singularizado del bien común.

En este mismo sentido, en su libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”, Engels expresa con toda la claridad deseable la idea marxista del Estado: “con la desaparición de las clases desaparecerá inevitablemente el Estado. La sociedad que reorganice la producción sobre la base de la asociación libre e igual de todos los productores, ha de relegar la máquina del Estado en el lugar que le corresponde: el museo de antigüedades, junto al torno y al hacha de bronce.”

De esta manera, la ideología marxista no se funda en una idea del Orden Moral, por cuanto prescinde de dos nociones fundamentales del pensamiento clásico: la Participación de muchas personas singulares, distintas y desiguales, unidas por un mismo afán de perfección, en aras del Bien Común. 

Para los marxistas la unidad sostenida por el Orden Moral clásico es ahora reemplazada por un criterio de Unidad Homogénea: como un cardumen o una colmena, cuyos miembros son todos iguales y la agrupación resultante es un singular colectivo. El bien de una sociedad concebida en estos términos, deja de ser el Bien Común y se convierte en algo debido a la satisfacción del bien privado, con lo cual se destruye inevitablemente la Justicia.

Con razón, sabiamente el Padre Osvaldo Lira, sostuvo que “el ideal de los marxistas es el mismo que el de los liberales”, cuando afirma en su magnífica obra Catolicismo y Democracia que: 

Los demoliberales son marxistas en potencia que no se han atrevido a deducir las consecuencias extremas de los principios que profesan, y, luego, que los marxistas no son sino simples demoliberales que han llevado los principios de su malhadada democracia hasta sus consecuencias extremas.”