Ante la indeseada unidad

Álvaro Pezoa B. | Sección: Política

El Presidente de la República ha efectuado recientemente un llamado a la unidad nacional para enfrentar la pandemia del coronavirus y sus desastrosas consecuencias socioeconómicas. Resulta de toda lógica su interpelación, pues un fenómeno de la naturaleza que estamos viviendo únicamente se puede encarar de buena forma a través de un esfuerzo mancomunado, sin olvidar, además, que la unidad es en cualquier tiempo un bien esencial para toda comunidad humana.

El gran escollo que encuentra esta iniciativa del Primer Mandatario no es únicamente la complejidad que siempre posee alcanzar la unidad. Es, más bien, la suerte de imposibilidad práctica de lograrla cuando hay facciones de la sociedad que lisa y llanamente muestran no desearla teórica ni prácticamente. De hecho, al actual gobierno le ha tocado convivir con una oposición excesivamente fragmentada, sin liderazgos claros, carente de ideas y propuestas alternativas: desorientada. Todavía más grave, en su interior anidan evidentes pugnas de poder y desencuentros ideológicos insalvables. Razones por las que se puede afirmar que realmente existen “oposiciones” (más que oposición). La dificultad mayor estriba en que, por lo menos para una parte relevante de aquellas, la unidad de la Nación derechamente no es un fin. El discurso que utiliza y las acciones que promueve o realiza dejan ver nítidamente que la moviliza el antagonismo social en diversas formulaciones, el odio y el resentimiento, el deseo nihilista de destruir todo y el afán utópico de “construir” la sociedad desde cero al alero del propio poder. Trata de encaminar a Chile hacia la instauración de un orden político animado por ideas trasnochadas, totalitarias y estrepitosamente fracasadas cuando se las ha tratado de implantar en la realidad.

La pregunta de fondo es qué puede hacer la autoridad política ante una contraparte obstruccionista y destructiva, especialmente considerando la situación minoritaria de la coalición que apoya al gobierno en ambas cámaras del Congreso. Sabiendo que la tarea no es fácil (nunca lo fue), algunos puntos básicos para la acción podrían ser: i) afinar más su actuación de acuerdo con el ideario que propuso en su programa; ii) buscar consolidar el apoyo de los partidos y sectores que lo condujeron a ser electo; iii) continuar con el empeño de conciliar el combate al Covid-19 con la protección de la actividad económica; iv) cuidar con particular esmero a la clase media y las pymes, dándole herramientas ante la contingencia que afecta al país; v) responder con convicción a la violencia delictual y terrorista que busca desestabilizar la sociedad, apelando a todos los instrumentos que confiere la ley, incluido el legítimo uso de la fuerza del Estado.

Centrado en estos aspectos fundamentales y focalizando inteligentemente la comunicación en los mismos, es imaginable que ocurra lo que hasta hace poco parecía imposible: la continuidad de la centroderecha al mando del país con un Congreso que le sea más favorable.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera, el martes 28 de abril de 2020.