¿Tiene sentido realizar el plebiscito?

Max Silva A. | Sección: Política

Luego de todo lo que como sociedad nos ha tocado vivir y aún queda por padecer, y del durísimo camino que se abre ante nuestros ojos para reponernos al descalabro –que se ha cernido sobre nuestro país desde octubre pasado–, la pregunta con que se titula esta columna resulta más que justificada.

En efecto, las reales secuelas que terminará trayendo todo lo ocurrido y por ocurrir en los próximos meses, están lejos de avizorase adecuadamente, pues nos encontramos ante una situación inédita, dada la interconexión mundial que hoy día tenemos y que hace que los efectos se amplifiquen en este auténtico sistema planetario en el que estamos inmersos. 

De esta manera –y puesto que la pandemia no es una situación que pueda achacársele al gobierno–, los esfuerzos de todos, principiando por la clase política, debieran apuntar sin excepción a aunar esfuerzos, a fin de volver a levantarnos. O si se prefiere, si realmente lo que importa es el bien del país, no existe justificación alguna para aprovecharse de esta lamentable situación para perjudicar al gobierno e intentar una mezquina ganancia política.

Es por eso, que en atención a lo que se nos viene, resultaría fatal seguir enfrascados en la disputa política pre-covid 19, pues ello empeoraría mucho más nuestra situación. En consecuencia, pesamos que ya no tiene sentido la realización del plebiscito, que tan tempranamente se aplazó para octubre.

Además, a fuer del caos e inestabilidad que produciría seguir con esta auténtica guerra por el poder, en caso que ganara el “apruebo”, se añadirían al menos dos años de total incertidumbre económica, siendo esta última un elemento absolutamente indispensable para recuperarnos de nuestra actual situación. Sería así suicida sumir al país en la incógnita más absoluta, cuando lo que realmente se necesita es estabilidad y resultados en este campo.

Igualmente, hay que tener mucho cuidado, a fin de evitar que algunos sectores, especialmente golpeados por esta crisis, caigan en la tentación de sumarse a la vía violenta como manera de obtener la ayuda que necesitan. Mal negocio sería en verdad destruir más nuestro país, cuando lo que necesita es precisamente reconstrucción, pues los problemas, lejos de aminorarse, empeorarían por este camino.

Por lo demás, existen y siempre han existido mecanismos para introducir reformas a nuestro sistema político y económico, que como toda obra humana, son perfectibles y deben ir adaptándose a las necesidades de los nuevos tiempos. No hay nada más falso que pensar que nos encontramos en un petrificado inmovilismo. De hecho, las numerosas medidas que ha tomado la autoridad para enfrentar la pandemia lo demuestran sobradamente. 

En consecuencia, se aproxima el momento de la verdad y de saber qué aspecto se encuentra realmente en primer lugar: si el verdadero bien del país o los intereses sectoriales, por mucho que quieran disfrazárselos con la apariencia de lo primero. Todo esto será demostrado claramente con la actitud y conducta que se tengan cuando pase esta situación sanitaria de excepción De este modo, puesto que tenemos y tendremos demasiados problemas urgentes que enfrentar y su resolución llevará un buen tiempo, no podemos darnos el lujo de terminar de destruir lo que aún nos queda, a cambio de la promesa de un futuro incierto e incluso fantasioso, por muy atractiva que parezca.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por diario El Sur de Concepción. El autor es Doctor en Derecho y Director de la carrera de Derecho de la Universidad San Sebastián.