¡No les haga caso, doña Rosa!

Jaime García Covarrubia | Sección: Política

El Presidente don Ramón Barros Luco fue un hombre cuyas anécdotas han deleitado a los chilenos por su ocurrencia y respuestas rápidas y divertidas, que han quedado en las páginas de la historia del país. Entre ellas, se cuenta que, habiendo removido a un gobernador de una ciudad del norte, la autoridad provincial le manda un telegrama donde le dice: “Presidente la gente no quiere que me vaya”, a lo que Barros Luco le respondió: “no les haga caso”.

En estos días, los chilenos hemos sido testigos de la remoción de la secretaria regional ministerial de salud metropolitana (SEREMI) señora Rosa Oyarce. Hay que ilustrar que el cargo de SEREMI es un cargo funcionario de confianza con mediano rango que cubren las distintas áreas del gobierno regional. En el caso de la funcionaria Oyarce, su sector era el de la salud.

Desde que la función de secretario ministerial fue creada quedó en evidencia que, en el caso de la Región Metropolitana, este funcionario quedaría minimizado por la gestión del ministro y subsecretario, por compartir el mismo espacio geográfico. Esto no sucede en regiones. Todo candidato a estos cargos debiera saber esto, más aun, el metropolitano, quien debe morigerar sus afanes de figuración.

Desde el día de su retiro -ya casi una semana- paralelamente a las noticias nefastas sobre el COVID 19, los ciudadanos hemos sido testigos de las quejas reiteradas de la ex funcionaria, muy sentida por su intempestiva remoción.

Como sabemos, lo cargos de gobierno son de autoridad del Presidente, tanto en su designación como remoción. Eso lo sabe cualquier SEREMI que, desde el mismo momento que se le nombra, su renuncia está en el escritorio de la autoridad, sea del ministro y o del subsecretario, con los cuales debe constituir un equipo de trabajo. Un SEREMI no es inamovible. Ni siquiera es un cargo de elección popular, y habrá muchas personas calificadas que pueden ser seleccionada para el puesto.

Sin embargo, en una entrevista de un programa político en Canal 13, ante la pregunta de qué autocrítica se hace, ella contesta muy segura “haberme anticipado a los hechos”. Por cierto, es una “bendita autocrítica” cuando la persona transforma lo que debería ser una crítica a su gestión en un mérito, traspasando la crítica a las autoridades, insinuando en este caso, retraso o falta de reacción de sus jefes. Una autocrítica transformada en una crítica a los otros, es no responder la pregunta y es una forma de soberbia encubierta.

Cuando los chilenos estamos viviendo días aciagos y vemos morir compatriotas, los funcionarios gubernamentales no tienen derecho de distraer la atención de la población con quejumbres y dolores personales, cuando legítimamente se les ha pedido el cargo. Se requiere, junto a la actitud de estadista del mandatario, una disposición de servicio humilde y excenta de rencores por parte los funcionarios. Al final de cuentas, a esta altura de los hechos lo sucedido es “chimuchina”, que no da para más que para entretención de matinales de TV.

Los cargos públicos son para servir, sin condiciones, ya que la República requiere y exige del servicio de sus ciudadanos. Eso es al menos en la teoría. No en vano el presidente Kennedy señaló: “no preguntes que puede hacer tu país por ti, sino que puedes hacer tú por el país”.

La situación de la mencionada secretaria ministerial trae al recuerdo la recomendación que daba Talleyrand, ministro de Luis XVI, a sus funcionarios cuando les designaba en cargos de su dependencia. Talleyrand les decía “surtout pas de zèle”, lo que se traduce “sobre todo nada de celo”. El agudo ministro francés desconfiaba del celo excesivo de sus subordinados, ya que esperaba de ellos que solo fueran atentos ejecutores de sus políticas y no se sintieran dueños del puesto.

En la entrevista del canal 13 citada precedentemente, la mediática ex funcionaria Oyarce termina expresando que mucha gente le ha brindado su apoyo por lo que creen que es una injusta remoción. Esto es muy atendible, ya que es una actitud propia de amistades que no tienen por qué estar en línea con la evaluación política, propia de autoridades. Pensamos que si don Ramón Barros Luco, fuera hoy el Presidente, le habría dicho: ”No les haga caso, doña Rosa”.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por  Nuevo Poder, el lunes 13 de abril de 2020.