Víctimas y victimarios

Gonzalo Rojas S. | Sección: Política, Sociedad, Vida

Las víctimas reales, objetivamente, llevarán a cuestas el daño padecido, todas sus vidas.

Parte de esa pesada carga será la conciencia de que el mal ha sido tan evidente, que aplicarán a sus vidas el conocido “esto no se lo deseo a nadie”. Y no sólo no desearán a sus victimarios un mal superior a la aplicación de la debida pena, sino que, incluso, procurarán perdonar, sabiendo que todo criminal tiene una conciencia que lo atormenta y que sufre por eso.

Pero, desfigurada y, en muchos casos, perdida la mirada cristiana sobre el mal, el dolor, la reparación y el perdón, e instalada la visión de reemplazo, es decir la venganza con afanes de aniquilación del victimario, quienes han sido objetivamente víctimas, pero se dejan llevar por los afanes de vendetta, producen dos efectos muy perversos:

Primero, convertirse en victimarios y, segundo, arrastrar a la condición de víctimas -“vengan, vengan al lugar que estructuralmente les corresponde”- a todos los que viven en condiciones similares a las víctimas, aunque no hayan padecido agravio personal alguno.

Se van multiplicando los ejemplos en nuestra convulsionada sociedad.

Algunos ciclistas quizás fueron los primeros. Maltratados por ciertos automovilistas, han trasladado su furia vengándose de los peatones en las veredas y, por cierto, han convencido a miles de pedaleros que jamás fueron ofendidos, para que ahora se sumen, solidariamente, a la victimización del más débil.

Ciertos alumnos sufrieron abusos de ciertos profesores. Su afán de venganza los lleva a denunciar cualquiera cosa, a funar toda exigencia, a exigirle a sus compañeros y a las autoridades que apoyen la redacción y puesta en vigencia de protocolos que resultan agresivos contra los profesores, que los acorralan y desprestigian, que los desaniman y por los cuales se logra sancionar a inocentes. Las víctimas, victimizando.

Integrantes de minorías sexuales han sufrido la agresión física y moral de compañeros de trabajo o estudio, personas de su barrio o incluso del grupo de amigos, que termina agrediéndolos. Pero entonces, sin distinguir en lo más mínimo, consideran agresores a todos los que se oponen a las prácticas homosexuales: los insultan, los denigran, los motejan de homofóbicos, consiguen que se los persiga y suman a su causa a tantísimos heterosexuales que, en vez de matizar, aportan a la victimización con clamores en defensa de las minorías sexuales, hagan lo que hagan.

Y la gran ola feminista radical. Injustamente discriminadas y brutalmente abusadas, algunas mujeres toman las banderas “y las tesis” de una condición generalizada de víctimas, que habilita para señalar tanto al Estado como a todos los hombres, como “el violador eres tú”, con total prescindencia de responsabilidades concretas. Y si siendo mujer no te sumas a la acción victimizadora de las víctimas, eres, lo más grave, cómplice de los violadores.

Las únicas víctimas reales que nunca podrán transformarse en victimarios son los niños asesinados por el aborto en el vientre materno. Es su única ventaja sobre tanta victima que deviene victimario.