¿Quién le pone el cascabel al gato?

Mauricio Riesco V. | Sección: Política, Sociedad

Chile se encuentra entre la espada y la pared. Por una parte, bandas subversivas que, desenfrenadas e insaciables, asolan el país de norte a sur con un alto grado de violencia, con evidente planificación y una odiosidad enfermiza; y, por otra, una sombría y preocupante parálisis que en esta materia aqueja al Poder Ejecutivo, pues sabiendo que tiene la obligación de terminar cuanto antes con el salvajismo desatado en el país, no ejerce su responsabilidad. “Chile despertó” dicen los insurrectos, pero lo malo es que nuestras autoridades aún no lo hacen. Bajo el profundo sopor en que se encuentran, no están en condiciones de ponerle el cascabel a los gatos que ya pululan por todas partes rompiendo, quemando y robando. Y, peor aún, quizás si víctimas de algún enigmático embrujo, se comprometieron con un “Acuerdo por la Paz Social y una nueva Constitución”, pacto insensato, suscrito bajo la presión de la calle, e irreflexivo, acordado contra el tiempo. Cayeron en la trampa, los “engatusaron”; es decir, fueron los gatos quienes se adelantaron poniéndoles a ellos los cascabeles; los felinos les dieron jaque mate. Así, entonces, sospecho que cuando los amodorrados despierten preguntarán porqué tanto olor a pólvora sin recordar que el fuego para encender la mecha lo facilitaron ellos mismos.

¿“Estallido social” como dicen algunos? No. Si hemos de bautizar el conflicto, es más preciso hablar de una “explosión subversiva”, y con un carburante de inconfundible color rojo. La raíz profunda de este estruendo no hay que buscarla en las atendibles manifestaciones de los que protestaban por demandas sociales insatisfechas; tampoco corresponde a la acción de algunos cuantos asilvestrados que se mezclan entre los manifestantes para delinquir (si bien todo suma). La rebelión es consecuencia de la profunda estocada que quedó abierta y latiendo por años en el corazón mismo del marxismo internacional por haber fracasado estruendosamente en Chile, único país que supo derrotarlo sacudiéndole sus propios cimientos y que, además, desde entonces ha sido exitoso por casi cinco décadas. El terrorismo marxista jamás perdonó al presidente Augusto Pinochet la afrenta de haber hecho del nuestro, un país próspero, admirado y modelo para el mundo, pulverizándole la aspiración de retomar el control perdido en 1973. Pero el comunismo siempre ha sido paciente y de buena memoria. Si bien tuvo que esperar el momento oportuno para su venganza, en la espera no perdió el tiempo; nunca lo hace. Hoy ya cuenta con nueve representantes en el Parlamento y alcanzó un férreo poder político en el gobierno socialista de Michelle Bachelet en el que hasta pudo colocar a dos de sus correligionarios como ministros (Min. de la Mujer y Min. de Desarrollo Social).

Los organizadores de la asonada subversiva en el país se han valido de una oportunidad pocas veces vista como para desaprovecharla, en la que se han conjugado varias circunstancias a su favor que facilitaban el audaz y frontal ataque. Por una parte, el efervescente descontento social; desde hace dos o tres años ya se percibía en Chile un paulatino retroceso en las expectativas de la clase media emergente y, con buen olfato, la izquierda colaboraba en la preparación del terreno agitando no solo a los estudiantes sino también a los adultos con temas sensibles y de interés común, tales como la desigualdad social, las injusticias de elites neoliberales, y las múltiples penurias provenientes del sistema capitalista. Por otra parte, el Parlamento además de ser mayoritariamente de izquierda en ambas cámaras, ha sobrepasado los límites de ineptitud, negligencia y desprestigio, haciéndoles el juego a los subversivos por su evidente desinterés de trabajar por los intereses de Chile y sí por los propios. Y por si lo anterior fuera poco, desde hace un par de años ha habido un paulatino desajuste de la economía local además de una incertidumbre mundial en la materia y que dura hasta estos días. El momento, pues, empezaba a ser propicio, ya estaban los ingredientes perfectos para dar inicio al premeditado programa. Sus cabecillas locales, títeres del comunismo extranjero, solo esperaban el pretexto perfecto y la orden foránea de iniciar la revuelta. Y, casualmente, llegó lo esperado: los 30 pesos de alza en el pasaje del Metro fue el detonante y la instrucción de actuar, su consecuencia. De ahí en adelante, ya todos sabemos lo ocurrido y presagiamos lo que falta por ocurrir.

Pero, además, los insurrectos han estado de suerte. Iniciada la revuelta hace ya cinco meses, pudieron confirmar que tenemos un gobierno que no gobierna, y quien lo encabeza ha demostrado ser ambiguo, pusilánime, temeroso (ADN DC), y con una insignificante o nula habilidad en el manejo político de situaciones críticas como la que vivimos. ¡Miel sobre hojuelas! Teniendo, pues, tantas ventajas a favor, este ajuste de cuentas que esperaba desde 1973 el comunismo internacional por la humillación sufrida en Chile, no se detendrá sino hasta aniquilar a una ya rendida ¿centroderecha? la que, a pesar de sus talentos camaleónicos que le habían permitido mantenerse medio inocentona, siguió siendo candorosa y cobarde. ¡Cómo olvidar, por ejemplo, a los camaleones que participaron activamente del gobierno militar y que hoy hacen gárgaras con los derechos humanos para resguardar sus privilegios y regalías! No quisiera tenerlos a mi lado si hubiera que defender de otra forma nuestra Patria. 

En el plan fraguado, dos grandes puntales con nombre y apellido han sostenido la revuelta: Cuba y Venezuela. De hecho, la Organización de Estados Americanos (OEA) había emitido una desusada y enérgica declaración pública el 16 de octubre pasado, apenas dos días antes del inicio de la revolución de los 30 pesos del Metro, quizás si previéndola, en la que señalaba “las actuales corrientes de desestabilización de los sistemas políticos del continente tienen su origen en la estrategia de las dictaduras bolivariana y cubana, que buscan nuevamente reposicionarse, no a través de un proceso de reinstitucionalización y redemocratización, sino a través de su vieja metodología de exportar polarización y malas prácticas, pero esencialmente, financiar, apoyar y promover conflictos políticos y sociales. Las ‘brisas bolivarianas’ (…) han traído desestabilización, violencia, narcotráfico, muerte y corrupción”.

Otro dato: Enrique García Díaz, graduado con Medalla de Oro en la KGB, hoy exiliado en U.S.A. como Consultor de Seguridad internacional y que fue miembro por 11 años de los servicios secretos cubanos como agente encubierto en las embajadas de Cuba en Ecuador, Bolivia y Chile, el 7 noviembre pasado advirtió a un medio digital de nuestro país, de la existencia de “una red para desestabilizar Chile que la dirige el servicio de inteligencia de Cuba y esta actividad la encabeza actualmente en Chile el oficial Warnel Lores Mora, jefe del servicio de inteligencia de Cuba en Chile, (quien figuraba como ministro consejero hasta hace poco entre el personal de la embajada cubana en Santiago). Él dirige las operaciones cubanas y también las de Venezuela en Chile. Se encarga de las operaciones de desestabilización del gobierno chileno (…) En Chile no van a dejar que aparezca una cabeza. La mejor manera de seguir atacando al sistema político chileno y al gobierno chileno es que no aparezca un líder, es seguir en las calles. La actividad de la inteligencia cubana tiene como principal objetivo la penetración con agentes secretos y relaciones de confianza todas las instituciones del gobierno, órganos de seguridad, fuerzas armadas, partidos políticos, medios de comunicación, universidades, organizaciones indígenas, sindicatos, etc., con el objetivo de influir en los acontecimientos, desestabilizar la democracia chilena e imponer los intereses geopolíticos de Cuba en el país y región”. 

Por otra parte, como toda revolución requiere recursos económicos que la financien, es el narcotráfico que los proporciona para la región y, particularmente, el Cartel de los Soles, el mayor y más fuerte en la actualidad en América Latina. Organizado éste en la época de Hugo Chávez, hoy tiene como líderes, además de varios generales venezolanos, a Diosdado Cabello, el hombre de confianza del narco-dictador Nicolás Maduro; a su hijo Nicolás; a su “ahijado” Efraín Campos, detenido en Haití con 800 kilos de cocaína; y a su sobrino Francisco Flores de Freitas; estos dos últimos condenados en Estados Unidos a 18 años de cárcel por narcotráfico, y todos ellos operando en concomitancia con las guerrillas de las FARC y el ELN. Así lo confirmó Leamsy Villafaña José Salazar, ex capitán de corbeta de la Armada de Venezuela y ex jefe de seguridad de Hugo Chávez y de Cabello después, quien huyó a Estados Unidos con la ayuda de la Administración para el Control de Drogas (DEA) amparado bajo el Programa de Protección a Testigos.

Así, entonces, todo indica que nuestro país está siendo víctima de un complot mayúsculo del comunismo. Por lo mismo, aun es tiempo de recordar -a quien le venga el sayo, claro- eso de “Avive el seso y despierte (…) cómo se viene la muerte tan callando”, según lo aseguraba Jorge Manrique en las coplas a la muerte de su padre. Y avivar el seso para cortar de raíz la rebelión, significa olvidarse de las Naciones Unidas y de su aún más desorbitado satélite, la Comisión Internacional de Derechos Humanos; terminar con la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI), donde los 131 “inteligentes” que hacen como que trabajan allí, son absolutamente incompetentes; expulsar de Chile a todos los extranjeros indocumentados; decretar el estado de emergencia en el país para proceder a su pronta desinfección; y no humillar más a Carabineros sacándolos a la calle con las manos atadas a los tan gorgoreados derechos humanos. Algo más es también recomendable en esto de avivar el seso: si la Agencia aquella no sirve, menos aún el periodismo corrupto. Por eso, no se debe ver noticias en televisión ni escucharlas por radio; tampoco leer los diarios, porque el manejo abiertamente tendencioso de la información no deja ver con claridad qué está pasando. En lugar de eso, hasta es mejor conversar con los taxistas, ellos son el barómetro de la situación política, social y económica del país y nos ponen al tanto de todo, son más inteligentes que los de la ANI y más imparciales que los periodistas. Acordémonos de aquella otra señora que se enteraba tarde de las cosas importantes de su familia por los diarios; un taxista la habría puesto al tanto mucho antes.

Hay también, otros asuntos más ingratos de abordar aquí, pero resulta imperioso advertirlos (de nuevo, a quien le venga el sayo aquel), dada su eficacia garantizada: hay que ponerse pronto en la buena con las Fuerzas Armadas y Carabineros antes que sea tarde. Tan difícil no resultará si se les pide perdón públicamente por todas las infamias cometidas con ellos por más de 40 años. También habría que amnistiar a todos los uniformados que la “justicia” mantiene encarcelados; cerrar el penal de Punta Peuco; terminar nuestras relaciones diplomáticas con Cuba y Venezuela; proscribir al partido comunista; y algo más, igualmente difícil si es que el sayo no lo viste un valiente: desahuciar a tiempo, pronto, este mes, el fatídico “Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución” firmado entre felinos y sonámbulos. 

Y, finalmente, me queda un último consejo y muy importante para no repetir aquel triste episodio de nuestra historia reciente que, aunque no esté registrado en el Museo de la Memoria como debería, no podemos olvidar jamás: lo que hizo Frei Montalva en 1970 quien, por cobardía, entregó Chile a la izquierda extremista con Salvador Allende a la cabeza, pudiendo haberlo evitado sin contravenir ninguna ley vigente de aquellos años, en los que se nos venía “la muerte tan callando”. Mi advertencia es porque en Chile hay algunos que no resisten la tentación de suministrarse poderosos somníferos para evitar probarse el famoso sayo aquel… no fuera que les quedara impecable, ¡a la medida!

Blas de Lezo y Olavarrieta, almirante español considerado uno de los mejores estrategas de la historia de la Armada Española decía: “Una nación no se pierde porque unos la ataquen, sino porque quienes la aman no la defienden”.