Comunistas

Alfredo Jocelyn-Holt | Sección: Historia, Política

Todos los comunistas se parecen, no es que Daniel Jadue sea una excepción. Una deshonestidad convertida en segunda naturaleza instruye las tácticas que usan. Con más de un siglo a cuestas, la historia los debiera haber archivado hace rato, pero insisten. La porfía es lo único que les queda. Como hiciera ver setenta años atrás Richard Crossman, un político de izquierda, “resulta inútil discutir cualquier aspecto de la política con un comunista. Todo contacto intelectual auténtico que se tenga con él involucra un desafío a su religión fundamental, una lucha por su alma”. El negar la verdad les es consustancial; no conocen otra manera de enfrentar un mundo a contrapelo con sus teorías.

La violencia, para los seguidores de Lenin y Stalin, es siempre la del otro. Jadue ni pestañea cuando responde que los comunistas son la vanguardia del Pueblo y que éste estalla con todo derecho. “Es probable que sean militantes de extrema derecha o funcionarios de gobierno que estén tratando de inducir a la violencia… El FPMR fue una acción de autodefensa de masa… ¿Por qué tendríamos que hacer nosotros alguna autocrítica?”. Afirmaciones tajantes que podrían haber dado lugar a una conversación en serio si se le hubiese puesto en aprietos, cuestionándolas. Acaba de sufrir un ataque con molotov (¡en una iglesia pentecostal!).

Stephen Spender, el poeta inglés que se volvió comunista a causa de la Guerra Civil Española, cuenta en su autobiografía World Within World (1951) y en la compilación de confesiones de arrepentidos con el comunismo, El Dios que fracasó que editara Crossman, lo difícil que fue aceptar el doble estándar comunista. No era lo mismo la muerte de un niño cometida por un fascista que por un republicano. A la hora de reportear en España, la obligación “no consistía en considerar los hechos, sino en calcular las consecuencias que podían derivarse de darlos a conocer”. Lo único que importaba: el futuro. No habiéndose llegado todavía a una sociedad comunista, cualquier víctima de la lucha había que atribuirla a la revolución, no al comunismo propiamente tal. Ser comunista requería sentir odio, en especial al capitalismo, ésta “la fuerza impulsora emotiva” de la clase obrera. Otra la opción y era ubicarse “al lado opuesto de la historia”.

Spender concluye que lo de los comunistas es misticismo. Hasta ahí no más llego con el poeta. Jadue no parece un místico. Es suficientemente comparable a Lavín como para calificarlo de demagogo. Puede que blufee, aunque también, se sienta obligado a decir lo que dice. La historia del comunismo abunda en voceros que luego se desmienten, y son tan descaradas las falsedades que propagan que uno se pregunta si se las creen. Por último, podrán ser parte de la misma debacle, pero, maestros en embolinar la perdiz, esperan su hora, clásica estrategia suya.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por  La Tercera, el viernes 28 de febrero de 2020.