Bernanos: la libertad, ¿para qué?

Jorge Soley | Sección: Educación, Sociedad

Bernanos está de moda. Entiéndase, no es que las conversaciones en el autobús versen sobre el escritor francés (no hay espacio para casi nada más que para el coronavirus), pero últimamente se han publicado en español varios de sus libros, lo que me imagino obedece a que hay un grupito de lectores ávidos por leer a Bernanos.

No es de extrañar. En tiempos de corrección política y de discursos planos, la voz atronadora de Bernanos resuena con una fuerza que casi parecía olvidada. En la última obra de Bernanos publicada por Ediciones Encuentro, La Libertad, ¿Para Qué?, Bernanos se nos presenta como digno sucesor de León Bloy, lanzando invectivas a diestro y siniestro, sin dejar títere con cabeza. Y no se trata solo de los previsibles, que también, es que no se salva nadie: ni la Resistencia, ni los democratacristianos, que “chapotean en cada charco y ponen cara de haber perdido algo para obtener de los camaradas marxistas el ñermiso de volver a buscarlo”. Ni siquiera se salva la sacrosanta Revolución Francesa (de la que, por cierto, Bernanos hace una original y, en ocasiones difícil de sostener, interpretación), como cuando escribe que “al decretar el reclutamiento obligatorio, la Convención nacional traicionó la civilización e inauguró el mundo totalitario”.

A Bernanos hay que conocerle y degustarle. Sólo así se le perdonan algunos excesos, algunas obsesiones, algunos juicios sulfurosos, apasionados, viscerales. Sí, en ocasiones se ofusca, pero también son esos momentos los que nos ponen ante un ser de carne y hueso ante el que no es posible permanecer indiferentes. Profundamente francés, insiste una y otra vez en que la salvación vendrá de Francia, el único lugar del mundo occidental donde la cultura pervive. Uno no puede dejar de imaginar lo que hubiera pensado el pobre Bernanos si tuviera ante sus ojos la Francia de hoy en día. Por no hablar de su manía con la guerra civil española, bastante más compleja de lo que nos presenta.

Pero no es esto lo que nos llama la atención de estas conferencias, impartidas poco tiempo después del final de la Segunda Guerra Mundial, que versan sobre el futuro (o no) de nuestra civilización, dominada por la técnica, y reunidas bajo el título de una de ellas, La Libertad, ¿Para Qué?

Lo que nos llama poderosamente la atención son esos relámpagos que maravillan, esos golpes de genio que hacen necesario leer a Bernanos con un lápiz en la mano para subrayar y tener así siempre localizado el tesoro encontrado. Como cuando escribe que “el optimismo es un sucedáneo de la esperanza cuyo monopolio está reservado a la verdad oficial… una falsa esperanza para uso de los cobardes y de los imbéciles”.

Aparece entonces un Bernanos clarividente, que insiste una y otra vez en que la crisis que vivimos es una crisis de civilizacion, una crisis espiritual. Y que advierte de los peligros de la técnica, capaz de producir la injusticia industrialmente, en masa. Un Bernanos profeta que anuncia, que “los débiles y los tarados… tarde o temprano serán suprimidos por la técnica”. No es cuestión de ser mejores o peores personas, el problema es que “el principio que las inspira y las justifica (este tipo de acciones eugenésicas) ha penetrado ya más o menos todas la conciencias”. En un mundo “cuya única ley es la eficiencia”, no existirá piedad para los débiles. Y concluye: “el mundo moderno que presume de sus excelentes técnicas es en realidad un mundo entregado al instinto, es decir, a sus apetitos”.

¿Y qué decir de lo que escribe sobre la igualdad? “Cada victoria de la igualdad le parecía, al hombre de 1900, una victoria de la libertad. De lo que no se daba cuenta es que era, antes que nada y sobre todo, una victoria para el Estado… los regímenes totalitarios son los más igualitarios de todos. La igualdad total es la servidumbre total”. De ahí que, como cristiano, se niegue a adaptarse al mundo moderno, por un motivo que hoy queda confirmado a cada minuto: “el mundo moderno es esencialmente un mundo sin libertad”.

Podría seguir citando y citando, pero ya se advierte el tono y el contenido de lo que nos quiere decir Bernanos, de lo que le quema y necesita explicarnos. Si viviera entre nosotros sería, incluso más que en su momento, un apestado, un marginal, alguien a quien no sería de buen tono invitar a una tertulia televisiva, ni siquiera a una mesa redonda o a un acto de clausura de curso. A poco que se descuidase, le ponían una multa y quién sabe si no acabaría entre rejas. Por suerte podemos aún leerle sin filtros y ser sacudidos por su prosa directa y esas ideas que nos sacuden y nos obligan a pensar fuera de los tópicos que dominan nuestro tiempo.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por  Infocatólica el lunes 9 de marzo de 2020.