El inserto

Benjamín Lagos | Sección: Política

46 años se cumplieron desde el pronunciamiento de septiembre de 1973. Por ser un número de escaso simbolismo, las conmemoraciones fueron más sobrias. La excepción fue la polémica en torno a un inserto, publicado en el diario El Mercurio, que expuso los antecedentes de la intervención militar.

El inserto, de una página, solo consistió en una lista ordenada de fuentes: la Declaración del PS del Congreso de Chillán, de 1967; el Oficio de la Corte Suprema al Presidente Allende, de 25 de junio de 1973; el Acuerdo de la Cámara de Diputados, de 22 de agosto de 1973; y declaraciones de políticos de la época. El título: “el 11/9/1973 Chile se salvó de ser como es hoy Venezuela”, tesis plausible debido a la similitud ideológica del régimen de Allende con los de Chávez y Maduro -algo que los comunistas subrayan con frecuencia-. Un simple recuento de hechos.

Lo que siguió fue una opereta. Varios periodistas de ese medio se pronunciaron públicamente contra el inserto, se fotografiaron con carteles y recibieron el apoyo del resto del gremio, de políticos y otros satélites del mundo de la izquierda. Acto “heroico” y “digno”, según ellos; en realidad, un ataque a la libertad de expresión, inscrito en el celo punitivo con que la izquierda siempre ha combatido las ideas contrarias. Si ayer fueron el Muro y el Gulag, hoy es la etiqueta de “negacionista” contra todo quien disienta del discurso oficial. Pero en el inserto no hay una sola apología a algún acto jurídica o moralmente reprochable. En ninguna parte se “niega” lo que dicen que se niega.

Con esta maniobra, además, esos periodistas buscan condicionar la línea editorial conservadora de su empleador; línea de más de 100 años. Tanta osadía solo se explica desde la ignorancia o la mala fe. Aunque, de hecho, ya pautean al diario: no digamos que las revistas “Sábado” y “Ya” son fiel reflejo del pensamiento de la derecha. Presionar en público a ese medio a torcer su línea editorial en materia política, en cambio, es inaceptable. 

La pregunta obvia: ¿por qué estos periodistas militantes no renuncian al diario? Después de todo, lo acusan de “negacionismo”: grave imputación, sin duda con un pretendido trasfondo ético. Pero ante la pregunta, se niegan. “Podemos convivir con diferencias ideológicas”, tuiteó una de ellos. Otros dicen: no es llegar e irse, el bolsillo importa. La coherencia implica cierto riesgo que estos chapuceros eluden. No era tan hondo el abismo ético ni tan irrelevante el bolsillo, parece.

Es de esperar que los medios sigan cumpliendo su función informativa pese al activismo político que los acosa. Pues el día en que será preciso desenvainar una espada por afirmar que el pasto es verde, siguiendo a Chesterton, ya llegó.