“El violador eres tú”

Hernán Corral | Sección: Familia, Política, Sociedad, Vida

Imposible no sentirse interpelado, máxime si uno es hombre, cuando un grupo de mujeres haciendo la performance de Lastesis te apuntan con el dedo mientras cantan “el violador eras tú… el violador eres tú”. La cadencia del cántico y la coreografía impactan y hacen tomar conciencia de los abusos que deben soportar las mujeres producto de una cultura fuertemente machista, que por cierto no solo se da en Chile. De allí el éxito que la “intervención performativa” ha tenido en los más diversos lugares del mundo.

Las cuatro mujeres de Valparaíso que la compusieron no imaginaron la repercusión que iba a tener ni que más de 10 mil mujeres llegarían a reproducirla frente al Estadio Nacional. Tampoco que motivara a muchas a hacer públicas experiencias traumáticas de abuso sufridas en su niñez o adolescencia.

Todo esto merece una evaluación positiva, y no podemos sino estar de acuerdo en que se hace necesario adoptar medidas, ojalá educativas, para terminar con la violencia contra las mujeres. Pero esta valoración no debiera inhibir que la performance sea sometida a crítica, por al menos tres razones: su fundamentalismo, su inconsistencia y su anti-institucionalidad. 

Las autoras han declarado que su objetivo fue tomar tesis de escritoras feministas y traducirlas a un formato que facilitara su comprensión por audiencias masivas. El problema es que se trata de una modalidad de feminismo extremo que sostiene que las mujeres son y han sido víctimas de una sociedad “patriarcal” y que la única solución es la lucha contra todos los hombres, que por acción u omisión seríamos violadores. La canción es explícita en este sentido: “el patriarcado es un juez que nos juzga por nacer”; “el Estado opresor es un macho violador”.

Este mismo feminismo excluyente parece inspirar la exigencia de paridad de género de la Convención Constituyente, es decir, que deba integrarse por igual número de hombres que de mujeres, como si se tratara de especies divergentes en lucha por intereses contrapuestos, y no de personas con igual dignidad y derechos, y capaces de representar tanto los intereses de un sexo como los del otro. Muchos varones podemos votar por mujeres, confiando en que nos representarán; y lo mismo pueden asumir mujeres en relación con candidatos hombres. Las cuotas de género en las listas son suficientes para potenciar la participación femenina sin menoscabar la universalidad impersonal del sufragio.

Volviendo a la manifestación de Lastesis, hay que señalar que al fundamentalismo se añade una incoherencia selectiva, ya que no defiende a todas las mujeres. Muchas de las que realizan la performance portan el pañuelo verde, emblema del aborto libre. Se reclama por la violencia contra mujeres ya nacidas, pero para las criaturas de sexo femenino en gestación se promueve su eliminación discrecional. Se protesta por la impunidad de los femicidios mientras se alienta el femicidio in utero. ¿No se aplica a estas mujeres por nacer lo de que “la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía”? 

Tampoco se incluye a las mujeres uniformadas; al término de la actuación, se suele corear con un entusiasmo digno de mejor causa: “puta, maraca, pero nunca paca”. 

Lo más complejo es que se llama a desconfiar de las instituciones del Estado de Derecho, como la justicia, el gobierno y las fuerzas encargadas del orden público: “Son los pacos, los jueces, el Estado, el Presidente”, dice la canción. Se llega al extremo de sugerir burdamente que los carabineros son pedófilos, al repetir, con torcida intención, la estrofa del himno institucional que alude a una niña que duerme tranquila porque por su sueño vela su amante carabinero. 

Queremos creer que la mayor parte de las mujeres que se han sentido interpretadas por la performance o han participado en ella no comparten el feminismo amenazador que trasunta el cántico. Pero no estaría de más que se reflexionara sobre la responsabilidad que cabe en la divulgación de un mensaje que, además de desestabilizador, presenta la imagen de una mujer en guerra contra todo y contra todos.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago, el miércoles 11 de diciembre de 2019.